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Jugar al go

Al igual que el ajedrez es de origen persa, en el continente asiático hay otro juego que en Occidente habría que tener en cuenta: el go. Ideado en China, se considera que tiene más de 2.500 años de antigüedad y ni qué decir tiene que cualquiera que se adentre un poco en el terreno geopolítico tendría que tener en cuenta estas dos referencias a la hora de abordar conflictos y estrategias con Irán y con China. Occidente nunca ha sido tan sutil, siempre ha utilizado la fuerza bruta y a lo más que llega es a los juegos de cartas en los que el engaño es la estrategia principal. Es decir, marrullerías varias.

Es lo que se ve con la actitud de EEUU y sus vasallos con Irán (desde la retirada de los acuerdos firmados hasta la campaña para hacer ver que quien ofende y agrede es el ofendido) y es lo que se ve con la actitud de EEUU y sus vasallos con China por Huawei. Marrullerías varias.

Hoy el presidente chino comienza una nueva visita a Rusia acompañado, ni más ni menos, que de más de mil personas para firmar 30 nuevos acuerdos de todo tipo, desde económicos a militares. No es una fecha elegida al azar, ni siquiera hay que enmarcarla en lo que formalmente se hace: en el marco del Foro Económico Internacional de San Petersburgo. Hay que enmarcarla en algo mucho más importante y de más relieve: en el 70 aniversario del establecimiento de lazos diplomáticos entre la Unión Soviética y la República Popular China.

No hago el recordatorio porque sí, tiene una explicación: el cuento de que China va a ceder a las demandas de EEUU por los aranceles no es más que un desconocimiento no sólo de la historia de China, sino del juego del go. Van ya 11 reuniones entre EEUU y China y no hay ningún acuerdo a la vista porque los chinos no van a ceder. Ellos saben jugar al go, los estadounidenses sólo saben hacer marrullerías.

Pero hay algo más. El presidente chino, Xi Jinping, tiene hoy mucho más poder del que tuvo Mao en sus tiempos, pero está más circunscrito por la dirección colectiva del Partido Comunista Chino que Mao. Y ahora la dirección del PCCh está sintiendo en su cogote el aliento maoísta, que se opone ferozmente a cualquier síntoma de flaqueza ante EEUU. Porque las amenazas (que no demandas) de EEUU han tocado el centro neurálgico de la estructura de poder del PCCh de la misma manera que lo hizo con el Partido Comunista de la Unión Soviética. Por eso os hacía mención a que esta visita de Xi se produce en el 70 aniversario de las relaciones entre los dos países, cuando Rusia era la URSS.

En los estertores de la URSS, con Gorbachov y antes, las «demandas» de EEUU fueron acoplándose en el sistema soviético poco a poco, sobre todo en el ámbito educativo y «civil». En el primero, con la adopción de un sistema educativo que se parecía cada vez más al occidental y, en el segundo, con la aparición de las primeras ONGs, verdaderos caballos de Troya del capitalismo. Con la destrucción de la URSS la cosa fue a más y EEUU exigió, literalmente (podéis ver el espléndido libro de Naomi Klein «La doctrina del Shock»), que se redactasen leyes para «acomodar» la economía y la sociedad a los cánones occidentales capitalistas. Eso destruyó el país, paralizó el desarrollo doméstico, provocó el auge de los oligarcas, se destruyó el tejido educativo, sanitario y científico y en ese caldo de cultivo crecieron, como las setas, los quinta columnistas neoliberales que hoy, todavía, andan bien asentados en el Kremlin y sus proximidades. Todo ello adornado con la parafernalia clásica de «esplendor económico, libertad y democracia».

Aunque me parezca a una rana, me voy a meter en un charco: algo parecido se intentó hacer en China hace 30 años, cuyo exponente máximo fue Tiananmen. Los chinos -y no hay que olvidar quién estuvo al frente de la represión de Tiananmen, el tan alabado por Occidente Deng Xiaoping- vieron en todo ello el mismo esquema que en la URSS, vieron una nueva intrusión occidental, una nueva cultura del opio, una pérdida de su sociedad, en definitiva. Vieron, en síntesis, el mismo esquema que se había utilizado con la URSS y que provocó su caída. Y recordaron que entre sus señas de identidad está el juego del go, mucho más complejo que el ajedrez y donde el tiempo es fundamental a la hora de hacer un movimiento.

En esas se está ahora, en el juego del go. China es la potencia sobre la que está ya girando el siglo XXI y todos los movimientos de EEUU, y sus vasallos, van en la línea de ahogar a China intentando evitar que vaya consiguiendo nuevas casillas, nuevas intersecciones y haciéndose con el tablero. Solo que en el go, los mejores jugadores son los chinos. No es un juego occidental donde es Occidente quien hace las reglas, establece las normas y siempre gana o por las buenas o por las malas. Aquí las reglas son otras y lo que cuenta es el tiempo, la concentración y la estrategia. Porque lo que hay es un plan a largo plazo sin la hegemonía de EEUU (y de Occidente, por tanto).

El juego ya está bastante desarrollado, aunque aún Occidente tiene una ventaja añadida porque es quien ha empezado los movimientos, y ese es el turno de ventaja que tiene. China está respondiendo, pero tiene aún que encontrar nuevos mercados por un equivalente a 350.000 millones de dólares (más o menos el coste de los aranceles impuestos), lo que no es fácil. De ahí la importancia de la visita de Xi a Rusia. Porque una de las posibilidades es el traslado de empresas chinas a Rusia dado que nunca los dos países han estado más interconectados y su alianza ya es estratégica en todos los aspectos. Por ejemplo, en el económico donde el comercio entre los dos países creció el año pasado el 27’1% y en lo que va de año es ya el 5’8% más que en el mismo cuatrimestre de 2018.

China y Rusia van a firmar 30 nuevos acuerdos económicos, pero hay algo más importante: una propuesta rusa de ayudar a China a desvincularse de EEUU acelerando la integración entre la Unión Económica Euroasiática y la Nueva Ruta de la Seda. Si China acepta, será otra casilla más en el tablero porque se habrán eliminado, de golpe, varios movimientos occidentales en Asia Central.

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