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La contribución de Ruy Mauro Marini a la economía política del imperialismo. Torkil Lauesen

Este articulo originalmente fue publicado en Monthly Review en ingles, bajo el titulo «Ruy Mauro Marini’s Contribution to the Political Economy of Imperialism».

Parafraseando a Mao Zedong: ¿De dónde vienen las ideas? ¿Caen del cielo? No, vienen de la práctica social, de la lucha por la producción, de la lucha de clases y del trabajo científico.(1) Existe un estrecho vínculo entre lo que ocurre en el mundo -el desarrollo histórico-, el proyecto de clases y Estados y los debates teóricos y políticos.

¿Qué caracterizó el desarrollo histórico de los largos años sesenta (1955-75) que hizo surgir la teoría del intercambio desigual? Un factor importante fue el proceso de descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Las dos guerras mundiales fueron esenciales para el que pronto sería el nuevo hegemón tras el declive del Imperio Británico: Estados Unidos. El declive del Imperio Británico y el ascenso de la Unión Soviética como fuerza de equilibrio frente al ascenso de Estados Unidos crearon una oportunidad para los movimientos de liberación en las colonias, en lo que se convirtió en el Tercer Mundo.

En la posguerra, Estados Unidos impulsó la descolonización para abrir las antiguas colonias europeas a la inversión y el comercio estadounidenses: la transformación del colonialismo en neocolonialismo. Mientras tanto, la Unión Soviética veía la creación de nuevos Estados opuestos al colonialismo como posibles nuevos aliados contra el capitalismo occidental.

Los países asiáticos y africanos de la primera oleada de descolonización participaron en la Conferencia de Bandung, celebrada en Indonesia en 1955. Subrayaron la importancia de la independencia tanto de Oriente como de Occidente y del desarrollo de sus economías nacionales. La Conferencia de Bandung no fue una nueva Internacional Comunista que luchara por la revolución socialista mundial, como el COMINTERN en 1919, sino la expresión de la lucha de liberación nacional contra el colonialismo, que en algunos casos supuso que el comunismo asumiera el liderazgo.

Estados Unidos, como nuevo hegemón mundial, tenía que asegurarse de que el proceso de descolonización acabara en «libre empresa» para el capital estadounidense y no en Estados de orientación socialista vinculados al bloque socialista. Por lo tanto, desde 1965 hasta 1975 aproximadamente, la principal contradicción en el mundo fue entre Estados Unidos y los diferentes movimientos de liberación antiimperialistas y los Estados de orientación socialista. En esta lucha, la guerra de Vietnam se convirtió en el símbolo de esta contradicción.

El surgimiento de proyectos de orientación socialista en el Tercer Mundo, desde China y Vietnam en el Este hasta Cuba y Chile en el Oeste, produjo nuevos debates teóricos y políticos, sobre todo en torno a la interpretación china del marxismo en forma de maoísmo, pero también por parte de otros revolucionarios del Tercer Mundo. Entre ellos, Che Guevara y Fidel Castro en Cuba, Frantz Fanon en Argelia, Ho Chi-Minh y Nguyen Giap en Vietnam, Amílcar Cabral en Guinea-Bissau y Eduardo Mondlane en Mozambique.

El espíritu revolucionario de China, Vietnam, Cuba y otros países tuvo un fuerte impacto en la teoría antiimperialista. Antes de la década de 1960, la concepción marxista del imperialismo se basaba casi exclusivamente en los escritos de V. I. Lenin en torno a la Primera Guerra Mundial, especialmente en «El imperialismo como fase superior del capitalismo», de 1914.(2) Surgieron nuevas perspectivas, tanto de los revolucionarios del Tercer Mundo como de los académicos. Estos últimos estaban en su mayoría vinculados a la Nueva Izquierda y criticaban tanto el sistema mundial capitalista como los proyectos socialistas existentes.

Un representante importante fue Paul Baran, profesor de la Universidad de Stanford y figura destacada de la revista Monthly Review, fundada en 1949. Baran definió el capitalismo monopolista como un fenómeno transnacional y no nacional. Esto reflejaba el desarrollo del capitalismo en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Una característica especial del capitalismo monopolista transnacional era el subdesarrollo del Tercer Mundo. En 1957 se publicó el libro de Baran The Political Economy of Growth (La economía política del crecimiento). En 1966 apareció Monopoly Capital, escrito por Baran junto con el editor de Monthly Review Paul Sweezy.

Baran no escribió sobre el intercambio desigual o la dependencia. Sus principales intereses eran el capital monopolista, la inversión y el beneficio, pero su subrayado del subdesarrollo como consecuencia del capitalismo global supuso un serio desafío para los economistas de la corriente dominante, que insistían en que los países del Tercer Mundo se desarrollarían si sólo seguían el ejemplo del mundo occidental.

La obra de Baran fue importante para los teóricos del imperialismo que adquirieron relevancia en los años sesenta: Andre Gunder Frank, Samir Amin, Immanuel Wallerstein y Arghiri Emmanuel. Tras una reunión con Baran en 1964, Frank escribió que la investigación sistemática de Baran sobre el desarrollo capitalista y el subdesarrollo -definiéndolos como dos caras de la misma moneda- había abierto la puerta a una nueva comprensión de la historia mundial, el presente y el futuro.(3)En 1960, lo recibió en Cuba para debatir sobre el subdesarrollo y cuestiones económicas afines.(4)

La renovación de la teoría del imperialismo en el círculo estadounidense en torno a la revista Monthly Review, que incluía a teóricos como Sweezy y Harry Magdoff, continuó el trabajo de Baran y lo aplicó al imperialismo estadounidense. Más tarde, Wallerstein, que había trabajado en África estudiando los movimientos de liberación, desarrolló su teoría del sistema-mundo. En América Latina, varios académicos como Frank y más tarde Ruy Mauro Marini empezaron a formular la teoría de la dependencia. La teoría de la dependencia describía el imperialismo como un sistema con un centro, la «metrópoli», formada por Norteamérica, Europa Occidental y Japón, y una periferia explotada, el Tercer Mundo. Los países del Tercer Mundo suministraban a la metrópoli materias primas y productos agrícolas tropicales producidos por mano de obra barata, mientras que la metrópoli tenía todo el poder y el control político y económico. El desarrollo de la periferia se consideraba imposible dentro del sistema capitalista. El desarrollo de los países del Tercer Mundo sólo sería posible si se producía una revolución que cortara la cadena de suministro que los conectaba con la metrópoli.

Desde África, el egipcio Samir Amin presentó su tesis «Los orígenes del subdesarrollo: La acumulación capitalista a escala mundial» en 1957. Frank, que vivía en Chile, escribió en 1963 un ensayo sobre la conexión entre desarrollo y subdesarrollo. Emmanuel, que había estado en el Congo en 1957, presentó su teoría del intercambio desigual en París en 1963. Todos estos teóricos de la dependencia utilizaron el concepto de intercambio desigual como parte de su comprensión de cómo el imperialismo transfiere valor. La idea de que el intercambio desigual formaba parte del imperialismo surgió más o menos al mismo tiempo en distintos lugares, lo que demuestra cómo las ideas están históricamente determinadas, y no son producto de la mente de un genio individual.

La teoría del intercambio desigual de Emmanuel

El examen de Emmanuel sobre el comercio exterior y el intercambio desigual fue una extensión del trabajo de Karl Marx. Marx había planeado investigar más a fondo el comercio exterior en un cuarto volumen de El Capital, pero nunca llegó a escribirlo.(5) Emmanuel retomó este cabo suelto. Al igual que Marx, la teoría del comercio internacional de Emmanuel se basaba en una crítica de los economistas políticos clásicos, en este caso, las tesis de David Ricardo sobre el coste comparativo.

Según Emmanuel, la base histórica del intercambio desigual la asentó el colonialismo entre 1500 y 1800. El colonialismo europeo engulló el planeta, expandiendo el comercio internacional, mediante la importación de materias primas y productos agrícolas y la exportación de bienes industriales, desarrollando el intercambio desigual de valor trabajo.

En la década de 1880, la relación desigual entre el centro y la periferia se había consolidado. Mientras que en la segunda sólo se pagaban salarios de subsistencia, en la primera los salarios aumentaron considerablemente. Esto fue el resultado de dos procesos simultáneos: la lucha de las clases trabajadoras del centro por mejores salarios y condiciones de vida, y la opresión y explotación de la población de la periferia.(6) Según la teoría del intercambio desigual, los salarios son clave para evaluar la posición de un país en el orden imperialista. El valor se transfiere de los países con un nivel salarial bajo a los países con un nivel salarial alto. A través de los mercados internacionales de mercancías y capitales, los países imperialistas con salarios altos se benefician del comercio con los países con salarios bajos mediante el intercambio desigual en el comercio.

La forma colonial del imperialismo a finales del siglo XIX dio lugar tanto a salarios más altos en los países desarrollados como a beneficios adicionales. Las clases trabajadoras de los países imperialistas consiguieron, mediante luchas parlamentarias y sindicales, obtener un nivel salarial comparativamente más alto que el del proletariado de los países explotados.

La explotación es una apropiación del trabajo de otras personas. Esto es cierto tanto si se trata de la explotación de una persona sobre otra como de la explotación de un país sobre otro. Los productos del trabajo humano son mercancías o servicios y, por lo tanto, la apropiación del trabajo humano es la apropiación de estas mercancías y servicios. En consecuencia, toda explotación entre países se basa en última instancia en un intercambio desigual de mercancías y servicios. Esto puede reflejarse bien por un déficit en la balanza comercial, lo que significa que el país imperialista importa más mercancías de las que exporta según los precios actuales del mercado mundial, bien por una desigualdad en la formación real de los precios. Como afirma Emmanuel, «para simplificar aún más: un país sólo puede ganar algo a expensas de otro tomando más mercancías de las que proporciona o comprando las mercancías que obtiene demasiado baratas y vendiendo las que proporciona a un precio demasiado alto».(7)

La teoría del intercambio desigual de Emmanuel ha sido criticada por centrarse demasiado en la circulación de mercancías y no tener en cuenta la producción. Pero la teoría se refiere a algo más que al comercio: apunta al núcleo del conflicto entre capital y trabajo, que se refleja en las diferencias globales de salarios y en los distintos grados de explotación. Emmanuel sabía muy bien que la base del valor se creaba en la producción, pero es en el intercambio donde se realiza el valor. La explotación es el resultado del círculo completo de la acumulación de capital, que abarca tanto la producción como la circulación. Ninguna interpretación de la teoría del valor de Marx puede ignorar el papel del mercado en la transferencia de valor. Es a través del mercado como se adquiere y distribuye el valor, tanto entre los diferentes capitales como entre el capital y el trabajo. Emmanuel adaptó la teoría del valor al comercio internacional, algo que la mayoría de sus críticos ni siquiera han intentado hacer.

La contribución de Marini: La dialéctica de la dependencia

A finales de los años sesenta y hasta los setenta, surgieron varias ediciones del intercambio desigual desde diferentes perspectivas y en distintos lugares geográficos. A continuación veré cómo se relacionan con la versión de Emmanuel, empezando por la versión del intercambio desigual procedente de América Latina. Aquí, el intercambio desigual era una parte esencial de la teoría de la dependencia representada por figuras como Frank y Marini.

En 1955, Marini empezó a estudiar ciencias sociales en Río de Janeiro. En 1958 viajó a Francia para estudiar sociología durante dieciocho meses. Allí se sumergió en el debate marxista, estudió a Marx y Lenin y conoció a exiliados de las colonias francesas. En 1960 regresó a Brasil para trabajar en la administración y como periodista en la recién creada agencia de prensa cubana Prensa Latina. En 1962 fue nombrado profesor asociado de la Universidad de Brasilia. En abril de 1964, tras el golpe militar de la derecha en Brasil, Marini fue detenido y torturado. Tras ser liberado en diciembre de 1964, pasó a la clandestinidad durante tres meses hasta que le concedieron asilo en México. Se convirtió en profesor de la Universidad de Ciudad de México y se vio envuelto en la revuelta de México de 1968. En octubre de 1968, el ejército mexicano abrió fuego contra los estudiantes que protestaban, señal de la represión del movimiento popular de izquierdas en México. Marini se vio obligado a continuar su exilio en Chile en noviembre de 1969. Fue allí donde Marini publicó su famoso texto «La dialéctica de la dependencia». En Chile, Marini se unió al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) poco después de su llegada y se convirtió en uno de sus impulsores intelectuales. El MIR era un grupo revolucionario que se convirtió en la principal oposición de izquierda al Partido Socialista de Salvador Allende. Tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno de Allende, Marini se vio obligado a volar primero a Panamá en octubre y luego a México en enero de 1974. Marini permaneció en México hasta 1984, cuando fue seguro regresar a Brasil, donde vivió hasta que murió de cáncer en 1997. La vida de Marini se caracterizó tanto por el trabajo académico teórico como por la praxis revolucionaria.

Su importante artículo (de la extensión de un libro corto) «La dialéctica de la dependencia» fue escrito en 1973 y traducido por primera vez al inglés en 2021.(8)No hay referencias a Emmanuel en las obras de Marini y viceversa. Sin embargo, Frank podría haber actuado como nexo de ideas entre ambos, ya que tiene referencias tanto a Emmanuel como a Marini en sus obras.(9)Frank vivía en Chile al mismo tiempo que Marini, aunque se trasladó a Ámsterdam tras el golpe de 1973 y conoció a Emmanuel en conferencias académicas. Amin también hace referencia tanto a Emmanuel como a Marini.(10) En muchos sentidos, las ideas de Emmanuel y Marini se solapan y complementan mutuamente.

Los orígenes del intercambio desigual son los mismos. En «La dialéctica de la dependencia», Marini describe cómo el flujo primero de oro y plata, y luego de materias primas y productos agrícolas desde América Latina a cambio de manufacturas vinculó su desarrollo económico al de Europa por exigencias de esta última. Marini escribe:

“Es a partir de este momento que las relaciones de América Latina con los centros capitalistas europeos se insertan en una estructura definida: la división internacional del trabajo, que determinará el curso del desarrollo posterior de la región. En otras palabras, es a partir de entonces que se configura la dependencia, entendida como una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en el marco de la cual se modifican o recrean las relaciones de producción de las naciones subordinadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia…. La conocida fórmula de André Gunder Frank sobre el «desarrollo del subdesarrollo» es impecable, así como las conclusiones políticas a las que conduce.”(11)

La división internacional del trabajo realizada por el colonialismo creó un círculo de acumulación de capital en América Latina y otro en Europa. Sin embargo, ambas formas se vincularon en la reproducción ampliada a escala mundial del modo de producción capitalista. Como exportador de materias primas y productos alimenticios, el círculo interno de acumulación de capital en América Latina está ligado a la economía mundial. Las economías de América Latina se desarrollan para satisfacer las demandas de la circulación capitalista en los países industriales de Europa y América del Norte.

En la acumulación dependiente, los dos momentos fundamentales del ciclo del capital -la producción y el consumo de mercancías- están separados geográficamente en dos esferas. La producción tiene lugar en el país dependiente; el consumo tiene lugar en el centro imperialista. Al estar orientada a la exportación, la circulación del capital latinoamericano no depende de la capacidad interna de consumo. La contradicción entre la necesidad del capital de, por un lado, expandir la producción y, por otro, la necesidad de consumo para completar el círculo de acumulación y así realizar ganancias, se resuelve mediante el consumo europeo y norteamericano. Esta contradicción se expresa también en la relación entre el capital y el trabajador, como vendedor de fuerza de trabajo y comprador de mercancías. Como señaló Marx, «Contradicción en el modo de producción capitalista: los trabajadores como compradores de mercancías son importantes para el mercado. Pero como vendedores de su propia mercancía -la fuerza de trabajo- la sociedad capitalista tiende a mantenerlos al precio mínimo.”(12)

El capitalista necesita mantener los salarios lo más bajos posible para obtener los mayores beneficios posibles. Pero los salarios constituyen una parte importante del poder adquisitivo que se necesita para vender los productos y realizar así el beneficio. En otras palabras, la forma capitalista de acumulación tiene tendencia a destruir su propio mercado. Si los capitalistas aumentan los salarios, disminuyen sus beneficios; si disminuyen los salarios, disminuyen sus mercados. En ambos casos, los capitalistas dudan en invertir, no porque no puedan producir, sino porque no saben si lo que producen se puede vender.(13)

Marini lo expresa de esta manera: «El consumo individual de los trabajadores representa, pues, un elemento decisivo en la creación de la demanda de las mercancías producidas, siendo una de las condiciones para que el flujo de la producción se resuelva adecuadamente en el flujo de la circulación.”(14)

No se trata sólo de una contradicción abstracta del capitalismo, estos problemas estructurales salieron a la superficie en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX. Los capitalistas no podían satisfacer las demandas de los trabajadores de salarios más altos si querían mantener intactas sus tasas de beneficios; eso habría amenazado toda la existencia del capitalismo en aquel momento. Por eso Marx abrió El Manifiesto Comunista en 1848 con: «Un espectro recorre Europa: el espectro del comunismo.”(15)

Debido a la revolución industrial de las primeras décadas del siglo XIX, las fuerzas productivas experimentaron una revolución con la introducción de las máquinas de hilar y tejer, la máquina de vapor y el ferrocarril. La productividad se multiplicó. Sin embargo, esto no trajo consigo mejores condiciones para la clase obrera. Al contrario, la década de 1840 se conoció como los «cuarenta hambrientos», ya que millones de personas pasaron hambre en toda Europa. Durante la Gran Hambruna de Irlanda, que duró de 1845 a 1852, aproximadamente un millón de personas murieron de hambre y enfermedades relacionadas. Durante la hambruna, Irlanda exportaba suficiente maíz, trigo, cebada y avena a Inglaterra, alimentando allí a unos dos millones de personas. Simplemente, Irlanda era una colonia productora de alimentos, como la India y las islas azucareras del Caribe y América Latina, y su población tuvo que sufrir las consecuencias.(16)

La miseria no se limitaba a las colonias. En su libro de 1845 La situación de la clase obrera en Inglaterra, Federico Engels describió las terribles condiciones de las ciudades industriales.(17)Muchos proletarios ingleses emigraron a Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda u otras colonias inglesas, al igual que los proletarios irlandeses: más de un millón se marcharon sólo durante la Gran Hambruna. Lo mismo ocurrió en Suecia.

En la primera mitad del siglo XIX, los salarios de los trabajadores en Inglaterra, al igual que en América Latina, cubrían lo estrictamente necesario para sobrevivir.(18)Esto debilitó el mercado interno, y el problema recurrente del estancamiento del consumo frente a una producción en constante expansión provocó la caída de las tasas de beneficio de los industriales ingleses.

Una de las formas en que un país capitalista puede resolver el problema de la sobreproducción es vender todo lo posible en el mercado mundial. Como sostenía Marx, «cuanto más se desarrolla la producción capitalista, más se ve obligada a producir a una escala que no tiene nada que ver con la demanda inmediata, sino que depende de la constante expansión del mercado mundial.”(19)

Una balanza comercial positiva es crucial para una economía nacional sana, ya que el excedente de exportación proporciona el poder adquisitivo necesario para mantener en equilibrio la oferta y la demanda nacionales. El capital inglés se lanzó a la búsqueda de nuevos mercados y posibilidades de inversión en el extranjero. En El Manifiesto Comunista, Marx describe esta temprana tendencia hacia la globalización:

“La necesidad de un mercado en constante expansión para sus productos persigue a la burguesía por toda la superficie del globo. Debe anidar en todas partes, establecerse en todas partes, establecer conexiones en todas partes…. La burguesía, mediante el rápido perfeccionamiento de todos los instrumentos de producción, mediante los medios de comunicación inmensamente facilitados, atrae a la civilización a todas las naciones, incluso a las más bárbaras. Los precios baratos de sus mercancías son la artillería pesada con la que derriba todas las murallas chinas, con la que obliga a capitular al odio intensamente obstinado de los bárbaros hacia los extranjeros. Obliga a todas las naciones, so pena de extinción, a adoptar el modo de producción burgués; las obliga a introducir en su seno lo que llama civilización, es decir, a aburguesarse ellas mismas. En una palabra, crea un mundo a su imagen y semejanza.”(20)

Marx veía el desarrollo del capitalismo como un proceso centrífugo. Cuanto menores eran las posibilidades de inversión rentable en los países capitalistas más desarrollados, más importantes se volvían las inversiones rentables en las colonias y en los países capitalistas menos desarrollados. Marx predijo que el capitalismo se extendería rápidamente por todo el planeta. Según este punto de vista, la apertura de nuevos mercados en África y Asia, y la exportación de capital a América, prometían posponer temporalmente el inminente colapso del capitalismo, pero no resolver el problema. El capitalismo se vio sacudido por crisis periódicas a mediados del siglo XIX. Al mismo tiempo, crecían la fuerza y la resistencia del proletariado. El «espectro del comunismo» se materializó con la Comuna de París en 1871. La burguesía temía terriblemente una revolución generalizada. Lo que Marx y Engels no previeron fue que la lucha del proletariado por mejores condiciones de vida iniciaría nuevas formas de acumulación imperialista que, a su vez, revitalizarían el capitalismo mundial. El colonialismo no era sólo un fenómeno centrífugo, sino también polarizador. La división del mundo en países ricos y pobres, en centro y periferia, sentó las bases del crecimiento del capitalismo y de su prolongada longevidad.

Hacia 1850, las condiciones de vida del proletariado inglés empezaron a mejorar lentamente. Por primera vez, los capitalistas pagaban salarios superiores al nivel de subsistencia. Esto aún no era resultado de la lucha proletaria. El movimiento obrero seguía siendo débil, entre otras cosas debido a la fragmentación y la corrupción. En cambio, el aumento de los salarios se debía a las contradicciones dentro de la propia clase dominante. Los terratenientes ingleses tenían gran influencia en el parlamento británico. En 1804, aprobaron una prohibición contra la importación de cereales y otros productos agrícolas a Inglaterra. Esto explica por qué los precios de los alimentos se mantuvieron altos durante toda la primera mitad del siglo XIX, lo que repercutió en los salarios de subsistencia que tenían que pagar los industriales. En esencia, los terratenientes se llevaron una parte importante de los beneficios extra obtenidos por los monopolios de la industria inglesa. En la década de 1840, los industriales hicieron campaña para levantar la prohibición de importar. Apoyados por la clase obrera, lo consiguieron en 1846. En 1872, las importaciones de trigo se habían duplicado y las de carne multiplicado por ocho, y lo mismo ocurría con el azúcar y otros productos agrícolas procedentes de América Latina. Los alimentos se abarataron considerablemente.

Como en Inglaterra bajaban los precios de los alimentos y, por tanto, el nivel de subsistencia, los industriales querían bajar los salarios. Sin embargo, el incipiente movimiento obrero lo impidió, ayudado también por la disminución del ejército de reserva de mano de obra, debido a la emigración de unos 70 millones de personas de Europa a finales del siglo XIX. La consecuencia fue un aumento de los salarios reales.

La lucha de clases proporcionó a las leyes económicas un marco histórico concreto. Las formas que adoptan estos marcos vienen determinadas por las posibilidades y limitaciones estructurales creadas por la historia. La lucha de clases en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX -el apogeo del colonialismo- proporcionó al capitalismo un nuevo marco. El mercado mundial estaba en expansión. La importación barata de materias primas y alimentos generaba grandes beneficios y garantizaba la acumulación continua. Nada de esto era el resultado de ningún plan maestro, sino de la lucha entre los que trataban de maximizar los beneficios y los que trataban de recibir los salarios más altos posibles.

En la periferia del sistema mundial capitalista, la contradicción entre producción y consumo encontró una solución bastante diferente. Como explicó Marini:

“En la economía de exportación latinoamericana, las cosas son diferentes. Como la circulación está separada de la producción y tiene lugar básicamente en la esfera del mercado externo, el consumo individual del trabajador no interfiere en la realización del producto, aunque sí determina la cuota de plusvalía. En consecuencia, la tendencia natural del sistema será la de explotar al máximo la fuerza de trabajo del obrero, sin preocuparse de crear las condiciones para que pueda sustituirlo, siempre que pueda ser sustituido incorporando nuevos brazos al proceso productivo.”(21)

La existencia de un ejército de reserva de mano de obra permitió un aumento constante de la masa de trabajadores, comprimiendo el consumo individual del trabajador al aumentar la tasa de ganancia. Se desarrolla así una cierta forma de capitalismo en la periferia:

“La economía de exportación es, pues, algo más que el producto de una economía internacional fundada en la especialización productiva: es una formación social basada en el modo de producción capitalista, que acentúa al límite las contradicciones que le son inherentes. Al hacerlo, configura de manera específica las relaciones de explotación en las que se basa y crea un ciclo del capital que tiende a reproducir a mayor escala la dependencia en la que se encuentra con respecto a la economía internacional.”(22)

El consumo de los trabajadores se deprime para aumentar los beneficios de la industria exportadora, y el consumo capitalista de productos de lujo se satisface mediante la importación desde el centro.(23)

Así, el sacrificio del consumo individual de los trabajadores en aras de la exportación al mercado mundial deprime los niveles de la demanda interna y convierte al mercado mundial en la única salida para la producción. Al mismo tiempo, el aumento de beneficios resultante pone al capitalista en condiciones de desarrollar expectativas de consumo sin contrapartida en la producción interna (orientada al mercado mundial), expectativas que tienen que ser satisfechas a través de las importaciones. La separación entre el consumo individual basado en el salario y el consumo individual generado por la plusvalía no acumulada da lugar así a una estratificación del mercado interno, que es también una diferenciación de esferas de circulación: mientras que la esfera «baja», en la que participan los trabajadores -que el sistema se esfuerza en restringir-, se basa en la producción interna, la esfera «alta» de circulación, propia de los no trabajadores -que es la que el sistema tiende a ampliar-, está vinculada a la producción externa, a través del comercio de importación.(24)

La relación entre producción y consumo se desarrolla de forma diferente al núcleo imperialista, donde existe una correspondencia entre el crecimiento de la producción y la expansión del mercado interno. La posibilidad para el capitalista industrial de obtener en el extranjero los alimentos necesarios para el trabajador a bajo precio no supuso una caída del nivel salarial, sino que dejó espacio para el consumo de otros bienes manufacturados por parte de la clase obrera. En los países del núcleo imperialista, la producción industrial se centró en los bienes de consumo popular. Al aumentar el nivel salarial, el capital se orientó hacia el aumento de la productividad del trabajo mediante la introducción de nuevas tecnologías y la organización eficaz del proceso laboral. La forma de aumentar el beneficio era producir más bienes con menos mano de obra.

Circulación y producción

Tomar el intercambio en el mercado -la circulación- como punto de partida para el análisis del capitalismo en lugar de la producción, ha sido uno de los puntos críticos contra la teoría del intercambio desigual. Sin embargo, este enfoque corresponde en realidad a la presentación de Marx en El Capital. El título del primer libro de El Capital es «El proceso de producción del capital». La producción de capital incluye tanto la producción de las mercancías como la venta. Las dos primeras secciones de El Capital están dedicadas a explicar las características de las mercancías analizando los problemas en la esfera de la circulación. Sólo después de más de cien páginas, en la tercera sección, comienza el estudio de la producción de mercancías. Esto hace que el examen teórico de un problema coincida con su desarrollo histórico, ya que da cuenta de la transformación de la producción mercantil simple en producción mercantil capitalista.(25)

Tomar la esfera de circulación como punto de partida tiene más sentido cuando estudiamos el imperialismo del intercambio desigual, ya que tiene que ver con el intercambio en el mercado mundial, entre el círculo de acumulación dinámico en el núcleo y el círculo de acumulación nacional disfuncional en la periferia. La economía dependiente está subordinada a la acumulación en los países industriales. Su función es asegurar la tasa de beneficio y la acumulación global del capitalismo mundial.

La focalización en el poder de consumo como motor del desarrollo -el énfasis en los problemas de la realización de la producción- no se hace, sin embargo, a expensas del análisis de lo que ocurre en la esfera de la producción de mercancías. El divorcio que existe entre la localización de la producción y la localización del consumo en la economía dependiente genera condiciones peculiares para la explotación del trabajo en la esfera de la producción, que Marini denomina «superexplotación». Esta superexplotación agrava la escisión entre la producción nacional y el consumo interno, desde el corazón de la esfera de la producción.(26)

La plusvalía y el desarrollo

Para explicar la diferencia en la forma de explotación en el centro y la periferia del sistema imperialista mundial, debemos dar un rodeo por la teoría de la plusvalía.

Existen básicamente tres formas en las que el capital puede aumentar la tasa de plusvalía y, con ello, el volumen potencial de beneficios:

(1) Aumentar la plusvalía absoluta mediante una prolongación del tiempo de trabajo y/o la intensificación del trabajo, en relación con las horas de trabajo necesarias para reproducir la «cesta de mercancías» que constituye el valor de la fuerza de trabajo.

(2) Aumentar la plusvalía relativa mediante un incremento de la productividad, como resultado de una nueva tecnología o de una forma de gestión más eficaz, que reduzca la proporción de «horas de trabajo necesarias» respecto al total de horas de trabajo.

(3) Extraer la superplusvalía reduciendo el nivel real de los costes de reproducción y, por tanto, la proporción de «horas de trabajo necesarias» del total de horas de trabajo.

Marini define la superexplotación como «la intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada laboral y la expropiación de una parte del trabajo necesario para que el obrero pueda sustituir su fuerza de trabajo”.(27) La «intensificación y prolongación de la jornada laboral» equivale a la plusvalía absoluta de Marx. Sin embargo, es la última forma mencionada la que interesa especialmente aquí. Con la «expropiación de una parte del trabajo necesario para que el obrero sustituya su fuerza de trabajo», Marini se refiere a una depresión salarial en los atrasos coloniales por debajo del valor de la fuerza de trabajo. Como concluye, «En términos capitalistas, estos mecanismos… significan que el trabajo (la fuerza de trabajo) se paga por debajo de su valor, y corresponden, por tanto, a una superexplotación del trabajo».(28)

Marini llega a la conclusión de que la superexplotación de la fuerza de trabajo en la periferia repercute en el patrón de extracción de plusvalía en el centro del sistema imperialista, que pasa de depender de la plusvalía absoluta (trabajo más largo y más intensificado) a la plusvalía relativa (mayor productividad) debido al desarrollo dinámico del capitalismo industrial en la segunda mitad del siglo XIX.

La transferencia de valor mediante el intercambio desigual desde la periferia, en forma de alimentos y materias primas baratas, crea la base económica para el éxito de la lucha de clases de la clase obrera en el centro imperialista por un salario más alto. Esto, a su vez, resuelve el problema de la falta de consumo inherente al capitalismo y da lugar a una acumulación acelerada. El aumento del nivel salarial es también una incitación a aumentar la plusvalía relativa, es decir, a elevar la productividad mediante nuevas tecnologías y sistemas de gestión, para producir más mercancías con menos mano de obra. Esto significa entonces el abaratamiento de las mercancías que componen el consumo individual del trabajador.

No existe necesariamente una relación intrínseca entre el aumento de la productividad y el aumento de los salarios y, por tanto, del nivel de vida. Sin embargo, la clase obrera del centro consiguió obtener parte de sus ganancias del aumento de la productividad a través de la lucha sindical por un salario más alto.

El suministro de productos agrícolas baratos procedentes de América Latina en la segunda mitad del siglo XIX hizo posible que el capitalismo inglés redujera el valor de la fuerza de trabajo (redujera el coste de reproducción de la fuerza de trabajo) y aumentara así la plusvalía (el beneficio) y, al mismo tiempo, aumentara los salarios (el precio de la fuerza de trabajo). A su vez, esto favoreció un modo de reproducción del capital en el centro imperialista, que dependía del poder de consumo de la clase obrera.

Por el contrario, la superexplotación -la remuneración del trabajo por debajo de su valor (coste de reproducción)- se convirtió en el modelo utilizado por el capital en América Latina en el sector exportador que suministraba materias primas y alimentos al centro imperialista. El capitalismo latinoamericano no dependía del consumo de un mercado interno mientras Gran Bretaña y Estados Unidos demandaran su producción, de ahí que la superexplotación se convirtiera en la forma más destacada de aumentar los beneficios en la reproducción del capitalismo en América Latina.

La superexplotación es la base del intercambio desigual desde el lado latinoamericano, ya que se convirtió en el mecanismo clave para que el capital de la periferia aumentara sus ganancias. Sin embargo, esta forma de explotación frena el desarrollo de las fuerzas productivas, ya que prefiere la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa. La capacidad de competir en el mercado mundial descansa en el bajo nivel salarial. Los trabajadores superexplotados son productores necesarios pero irrelevantes como consumidores.

El concepto de superexplotación de Marini en las colonias y la explicación de Emmanuel del aumento salarial en el centro imperialista como motor del intercambio desigual entre el centro y la periferia se complementan muy bien. Tanto Marini como Emmanuel ven en la desviación del salario respecto al valor de la fuerza de trabajo el generador del intercambio desigual.

Marini también aborda la importancia de un poder de consumo adecuado para un desarrollo capitalista dinámico, como hace Emmanuel en el libro «Beneficios y crisis». La diferencia en los niveles salariales entre el centro y la periferia no sólo crea una transferencia de valor en forma de intercambio desigual, sino que la diferencia en el poder de consumo también crea dos tipos de formas interrelacionadas de acumulación capitalista. Esta diferencia polarizó el sistema mundial capitalista a lo largo del siglo XX. Desarrollo y subdesarrollo son dos caras de un mismo proceso. Al considerar la unidad de las diferentes formas que adopta el capitalismo es posible entender y explicar el capitalismo dependiente del Tercer Mundo y el capitalismo del bienestar del noroeste de Europa y partes de Norteamérica como parte del mismo sistema.

Según Marini, la explotación capitalista en el país dependiente se basaba en la plusvalía absoluta (largo tiempo de trabajo con alta intensidad: sangre, sudor y lágrimas). Con el cambio en la división internacional del trabajo, creado por la industrialización neoliberal del Sur Global en el último cuarto del siglo XX, la plusvalía relativa (nueva tecnología y organización del trabajo) se añadió a los métodos de explotación. Sin embargo, la plusvalía absoluta siguió desempeñando un papel importante, ya que la industrialización se basó en las exportaciones al centro imperialista. Como el poder de consumo, necesario para realizar la ganancia, estaba localizado en el Norte Global, no había necesidad de desarrollar un mercado interno para asegurar la acumulación de capital. El bajo salario fue el motor de la externalización de la producción industrial al Sur Global.

Sin embargo, tras la crisis financiera de 2007, China logró que el ciclo de acumulación de capital pasara de estar centrado en el mercado mundial a depender de la circulación interna. Mediante la triplicación del nivel salarial y programas estatales masivos de inversión interna que han sacado a millones de personas de la pobreza, China ha reducido el intercambio desigual y ha roto la tendencia polarizadora que ha regido el capitalismo durante más de 150 años.

La superexplotación en la periferia y el aumento de los niveles salariales en el centro no sólo son la base del intercambio desigual -una transferencia de valor- sino también responsables de dos formas diferentes de acumulación local de capital en la periferia y el centro, vinculadas en un proceso de acumulación capitalista global. En la periferia, la acumulación de capital se basaba principalmente en la exportación al centro. En el centro, la acumulación de capital se basaba en el poder de consumo nacional/regional. En la periferia, los bajos salarios fomentaban el uso de la plusvalía absoluta (trabajo más largo y más intenso) en busca de mayores beneficios. En el centro, el capital utilizó principalmente la plusvalía relativa para aumentar los beneficios. Esta diferencia en la forma de la plusvalía impulsó un desarrollo más rápido de las fuerzas productivas en el centro. La diferencia de salarios y, por tanto, de poder de consumo tuvo otra consecuencia similar. El mayor poder de consumo en el centro (posibilitado por la transferencia de valor desde la periferia) resolvió el problema inherente de sobreproducción/subconsumo en el modo de producción capitalista y, por tanto, un desarrollo dinámico del capitalismo en el centro. El bajo poder de consumo en la periferia no daba ninguna base para el desarrollo nacional del capitalismo.

Notas

 Mao Tse-tung, “Where Do Correct Ideas Come From?” in Mao: Four Essays on Philosophy (Peking: Foreign Languages Press, 1963), 134.

 V. I. Lenin, Imperialism as the Highest Stage of Capitalism, in Lenin: Selected Works, vol. 1 (Moscow: Progress Publishers, 1963).

 Paul Sweezy and Leo Huberman, eds., Paul Alexander Baran (1910–1964): A Collective Portrait (New York: Monthly Review Press, 1965), 99.

 Sweezy and Huberman, eds., Paul Alexander Baran (1910–1964), 107–8.

 In the Introduction to A Contribution to the Critique of Political Economy, Marx wrote: “I examine the system of bourgeois economy in the following order: capital, landed property, wage-labor; the State, foreign trade, world market.” Karl Marx, Introduction to A Contribution to the Critique of Political Economy (Moscow: Progress Publishers, 1977).

 Arghiri Emmanuel, Unequal Exchange: A Study of the Imperialism of Trade (New York: Monthly Review Press, 1972); Christopher Chase-Dunn, Global Formation: Structures of the Global Economy (Cambridge: Basil Blackwell, 1989), 59.

 Arghiri Emmanuel, “Unequal Exchange Revisited,” Institute of Development Studies, University of Sussex, Discussion Paper No. 77, August 1975, 56.

 Jorge M., “Dialectics of Dependency by Ruy Mauro Marini,” Cosmonaut, December 4, 2021. Another translation was published as a book by Monthly Review Press: Ruy Mauro Marini, The Dialectics of Dependency, ed. Amanda Latimer and Jaime Osorio (New York: Monthly Review Press, 2022).

 See, for example, Andre Gunder Frank, Dependent Accumulation and Underdevelopment (London: MacMillan, 1978).

 Samir Amin, “The End of a Debate,” in Imperialism and Unequal Development: Essays by Samir Amin (New York: Monthly Review Press, 1977).

 Marini, The Dialectics of Dependency, 117.

 Karl Marx, chap. 16, note 32, in Capital, vol. 2; (London: Penguin Books, 1978), 391.

 Arghiri Emmanuel, Profit and Crisis (London: Heinemann, 1984), 217–18.

 Marini, The Dialectics of Dependency, 138.

 Karl Marx, ch. 4, “Position of the Communists in Relation to the Various Existing Opposition Parties,” in The Communist Manifesto, in Marx/Engels Selected Works, vol. 1 (Moscow: Progress Publishers, 1969), 98.

 James Vernon, chap. 1–3, in Hunger: A Modern History (Cambridge: Belknap Press, 2007).

 Frederick Engels, The Condition of the Working Class in England (Panther Books, 1969).

 Eric J. Hobsbawm, “The British Standard of Living 1790–1850,” Economic History Review 10, no. 1: 76–78.

 Karl Marx, Economic Manuscripts, 1861–63: Theories of Surplus Value, in Karl Marx & Frederick Engels: Collected Works, vol. 32 (Moscow: Progress Publishers, 1975), 101.

 Karl Marx, ch. 4, “Position of the Communists in Relation to the Various Existing Opposition Parties,” 12–13.

 Marini, The Dialects of Dependency, 139.

 Marini, The Dialects of Dependency, 139.

 Marini, The Dialects of Dependency, 139–40.

 Marini, The Dialects of Dependency.

 Marini, The Dialects of Dependency, 156.

 Marini, The Dialects of Dependency, 157.

 Marini, The Dialects of Dependency, 131.

 Marini, The Dialects of Dependency, 132.


(Publicado en Anti-Imperialist Netwok, el 11 de diciembre de 2023)

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