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La respuesta de la Federación Rusa y de la República Popular China a las nuevas políticas de seguridad de los Estados Unidos y la OTAN. Alejandro Torres Rivera

En su escrito publicado en la revista Foreing Affairs, abril-mayo 2020, titulado Why America Must Lead Again, Rescuing U. S. Foreign Policy After Trump, el actual presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden, trazó lo que a su juicio debía ser la política exterior de su país hacia la República Popular China y hacia la Federación Rusa. Señalaba el presidente que no había razones para los Estados Unidos estar detrás de China o cualquier otro país en lo relacionado con energía limpia, computación, inteligencia artificial, 5G, trenes de desplazamiento rápido o la carrera contra el cáncer. Posiblemente al hacer estas expresiones, Biden reconocía de facto, áreas de desarrollo en la cuales ya la República Popular China marchaba al frente de los Estados Unidos, aunque insistiera que eran los Estados Unidos quien marchaba al frente es esos esfuerzos.

Indicaba Biden en este escrito que China presentaba para los Estados Unidos un “desafío especial” (“special challenge”). Según Biden, China lleva ya mucho tiempo jugando el juego de extenderse a nivel global, “promoviendo su propio modelo e invirtiendo en tecnologías del futuro.” Para él en su escrito, la manera más efectiva de enfrentar el reto chino es la construcción de un frente unido de los Estados Unidos junto a sus aliados y socios para enfrentar los comportamientos abusivos de China y sus violaciones de los derechos humanos, aun cuando se procuren acercamientos de cooperación en asuntos de interés como el cambio climático, la no proliferación de armamentos y la seguridad global en materia de salud. En palabras suyas, el desafío es la competencia por el futuro contra China o cualquier otro país (“competition for the future against China or anyone”).

En el plano militar, en lo que concierne a la Federación Rusa, más allá del discurso anti ruso en lo que respecta a la región asiática, Biden hizo un llamado a la necesidad de fortalecer las capacidades colectivas de los Estados Unidos con países amigos como Australia, Japón, Corea del Sur, India e Indonesia. Una pieza clave en su escrito en lo que respecta a la política exterior estadounidense, también fue el fortalecimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Más de dos años después, uno de los conflictos más emblemáticos de su gobierno ha sido el relacionado a la isla de Taiwán o la República Nacionalista China. Ante el reclamo histórico en torno a la reintegración de Taiwán como parte de la República Popular China, como antes y con sus particularidades ocurrió respecto a Hong Kong y Maçao, unido al reclamo de China sobre aguas del Mar de China como parte de la zona de seguridad de dicho país, Estados Unidos ha respondido procurando mayores acercamientos en materia de seguridad con Taiwán. El viaje de la anterior presidenta del Congreso de los Estados Unidos a Taiwán, Nancy Pelosi, junto con el incremento en ayuda militar a dicho gobierno, la guerra comercial desatada contra China y el coqueteo con un posible reconocimiento de la independencia de dicha Isla, ha creado un serio enfrentamiento con el gobierno estadounidense.

El deterioro en las relaciones de los Estados Unidos y China en los pasados años también se relacionan con acercamientos hechos en el plano militar entre los Estados Unidos y otros países de la región procurando forjar un anillo de seguridad militar en torno a China.

El 15 de septiembre de 2021 se anunció públicamente la alianza estratégica entre Australia, el Reino Unido de la Gran Bretaña y los Estados Unidos en la región Indo-Pacífico mediante el acuerdo conocido como AUKUS. En él, los primeros dos países abrieron las puertas a Australia para la adquisición de submarinos nucleares estadounidenses y británicos construidos con la más reciente tecnología. Se trata de un acuerdo que se añade al ya existente entre los Estados Unidos, Nueva Zelanda y Canadá para el intercambio de inteligencia. El acuerdo incluye, además, la cooperación en áreas relacionadas con las capacidades cibernéticas, inteligencia artificial, tecnologías cuánticas y claro está, capacidades submarinas adicionales. Se trata del desarrollo gradual de construir en la región Indo-Pacífico, con la participación activa de Japón y Corea del Sur, un dispositivo similar de seguridad al ya existente en Europa con la OTAN, esta vez dirigido hacia China. Todo apunta a un esquema en el cual la Alianza Atlántica proyecta convertirse en una Alianza Global que enfrente el desarrollo de un mundo multipolar con Rusia y China como los principales contendores del orden mundial encabezado por los Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y el resto de la Unión Europea.

El 29 de mayo de 2022 se hizo pública la “Declaración de Madrid”, aprobada por los distintos gobiernos participantes hasta ese momento de la OTAN. Como parte de los documentos aprobados en la Cumbre de Jefes de Estado de dicha Alianza, se aprobó el documento titulado NATO 2022 Strategic Concept. Bajo la premisa de que “la guerra ha regresado al continente europeo”, la Declaración manifiesta su denuncia a la intervención militar de la Federación Rusa en Ucrania e identifica a dicho país como la amenaza más significativa y directa contra los países que conforman la OTAN, la paz y la estabilidad de la región euroatlántica.

En el caso de la República Popular China, la Declaración cataloga a este país como un desafío a sus intereses y su seguridad en lo relacionado con el uso de nuevas tecnologías; amenazas en los planos cibernéticos y espacio; así como otro tipo de amenazas, híbridas o asimétricas. El documento propone adoptar un nuevo “Concepto Estratégico”. Este estaría basado en un acercamiento de 360 grados; es decir, no ya a escala atlántica, sino uno que integre los hemisferios europeos y americano a escala global frente a Rusia y China.

En lo que concierne a la República Popular China, el documento señala “sus ambiciones y desafíos a sus políticas coercitivas” presentan un reto a los “intereses, valores y seguridad” de la OTAN. Describe a China como un país que procura el control clave tecnológico e industrial de otros países; de sus infraestructuras críticas; y del suplido de materiales estratégicos y cadenas de distribución con el propósito de crear en éstos dependencia y de esta manera aumentar su control sobre ellos. Con tal proceder, indica el documento, China pretende extender su influencia, incluso hacia el espacio y dominios cibernéticos y marítimos, levantando, además, como una gran preocupación, los acercamientos entre la Federación Rusa y la República Popular China en el uso de “tácticas” que dividan la Alianza Atlántica.

El 12 de octubre de 2022 la Casa Blanca hizo público el documento titulado National Security Strategy. Hacer público no supone que el documento no pudiera haber estado aprobado y en funciones antes de esta fecha. En él, Estados Unidos identifica a China y sus acercamientos con la Federación Rusa como un peligro para este país. En torno a China, el documento se enfoca en el desarrollo de sus capacidades competitivas. Con relación a la Federación Rusa, el documento menciona su alegada peligrosidad. En el caso de China, la identifica como un país que promueve ser único competidor posicionándose en el plano internacional, promoviendo un “nuevo orden” y aumentando sus capacidades económicas, diplomáticas, militares y tecnológicas. Señala que en la región Indo-Pacífico, China aspira a convertirse en el polo dominante a nivel global; mientras promueve convertir al mundo en uno más dependiente de este país asiático, a la vez que reduce su propia dependencia respecto al resto del mundo. El documento indica que los próximos diez años serán decisivos no sólo para esta región, sino también, a escala global.

El documento señala que la estrategia a seguir por los Estados Unidos frente a China supone: (a) invertir en el desarrollo de la competitividad, innovación, democracia y resiliencia; (b) alinear los esfuerzos de los socios de los Estados Unidos en una misma dirección y causas; (c) competir responsablemente con China, defendiendo los intereses de los Estados Unidos y su visión en torno al futuro que dicho país promueve.

Con relación al tema de Taiwán, la nueva Estrategia de Seguridad señala que Estados Unidos debe procurar la estabilidad y la paz en el estrecho de Taiwán; que el país se opondría a un cambio en el status quo entre cada parte, donde si bien los Estados Unidos no deben apoyar la independencia de Taiwán; por otra parte, China debe abstenerse políticamente hablando de no forzar cambios unilaterales en torno a dicha Isla. Lo anterior supone, además, que los Estados Unidos deberán continuar apoyando la autodefensa de Taiwán y su capacidad de resistencia frente a la República Popular China.

En su reciente reunión de la Asamblea Popular Nacional de la República Popular China, se reeligió para un tercer término a su presidente Xi Jinping. Como era de esperar, en su discurso el dirigente chino abordó las tareas que en materia de seguridad nacional se propone adoptar China para el próximo quinquenio. Evidentemente, tales tareas suponen la respuesta china a las medidas que viene adoptando los Estados Unidos hacia este país asiático. Xi Jinping expresó el propósito de su país de convertir al Ejército Popular de Liberación en “una gran muralla de acero que salvaguarde eficazmente la soberanía nacional, la seguridad y los intereses del desarrollo”; lo que evoca no solo concepto de Gran Muralla desarrollado por China siglos atrás dentro de su visión estratégica de protección del país ante amenazas del extranjero; sino también, fortalecer sus capacidades militares ante las medidas de seguridad aprobadas por la OTAN y los Estados Unidos que amenacen sus intereses regionales.

En su discurso, además, Xi Jinping hizo referencia a las penurias del pasado a las que estuvo sometida China por parte de ”potencias extranjeras acosadoras” y el nuevo papel que ha jugado el país para precisamente “borrar la humillación nacional”. Xi Jinping destacó, también, los grandes avances que ha logrado China en su desarrollo económico. Un dato importante es el aumento en el presupuesto del país destinado a la defensa de 7.2%, lo que representa destinar para el presente año la suma de $224,000 millones en este renglón.

Recientemente hemos observado, ante los avances estadounidenses en apoyo a Taiwán y en claro menoscabo de los intereses de China en la región, la activación de ejercicios militares preventivos en torno a Taiwán y el llamado “Mar de China”.

El pasado 31 de marzo la Federación Rusa anunció la aprobación de un nuevo concepto de política exterior que definirá para los próximos años el papel del país en las relaciones internacionales y política exterior. La nueva estrategia de seguridad rusa que incluye tal declaración de política exterior, reitera el rechazo de dicho país a la propuesta de los Estados Unidos y sus aliados hacia un mundo unipolar. Según señala Sputnik, Moscú tratará de desactivar las bases de apoyo al «unilateralismo» estadounidense en el mundo, en favor de una redistribución del poder global (tanto político como económico) hacia nuevos polos de poder y nuevos centros de influencia regional”, ello sin cerrar las puertas al diálogo con Occidente, pero en el plano de iguales; es decir, que en sus relaciones con Occidente, los intereses rusos también deberán ser tomados en cuenta.

Destaca el medio electrónico lo siguiente:

“Rusia subraya la importancia de preservar sus tradiciones históricas y su especificidad civilizacional milenaria basada en la unión de culturas y pueblos distintos que han residido durante siglos en su territorio.

El papel del país en este contexto es el de iniciador de un nuevo proyecto de integración civilizacional en Eurasia, con aspiraciones de convertirse en un centro de poder e influencia independiente en las relaciones internacionales. El «colectivismo» predominante en el espectro social y de desarrollo ruso se opone así al proyecto «individual» y materialista de Occidente como modelo de organización social.

En consecuencia, Rusia seguirá siendo el principal obstáculo al proyecto occidental de globalización homogeneizadora, sirviendo de Estado modelo para que otros países defiendan su historia, sus valores y sus tradiciones frente a la agenda de deconstrucción encabezada principalmente por Washington.”

Continua señalando Sputnik que, en relación a China e India, el nuevo concepto en política exterior es la consolidación del «giro asiático» de Moscú en un contexto de creciente aislamiento por parte de Occidente. Después de todo, señala, “la idea de defender los intereses nacionales de Rusia mediante una cooperación más profunda con potencias asiáticas como China y la India ya había sido defendida a finales de los años noventa por el eminente diplomático Yevgeni Primakov, quien fue el ministro de Asuntos Exteriores entre 1996 y 1998 y el primer ministro ruso entre 1998 y 1999.”

De hecho, en expresiones hechas por el presidente ruso Vladimir Putin, describe a Primakov como «uno de los autores del concepto de un mundo multipolar» ya en la década de 1990, “en un momento en que el dominio estadounidense parecía realmente inquebrantable.”

De acuerdo con el artículo de Fernando Villena Suárez, de la División de Coordinación y Estudios de Seguridad y Defensa de la Secretaría General de Políticas de Defensa, titulado La presencia rusa en África, publicado en febrero de 2023 por la Revista Española de Defensa:

“Desde 2014, Moscú trata de consolidar su presencia en África como parte de su esfuerzo por afianzarse como gran potencia con proyección exterior, en medio de un contexto global cada vez más polarizado y en el marco de una percepción de repliegue de Occidente en el continente. Este repliegue estaría dejando vacíos de poder en África que configuran al continente en tanto que tablero en el que las potencias con vocación global jueguen sus bazas con el objeto de posicionarse con ventaja en los equilibrios de poder del siglo XXI.”

Señala el autor que para reducir o limitar la influencia de Occidente en la región africana, la Federación Rusa ha convertido en prioridad su presencia en el Medio Oriente y África aprovechando los “vacíos de poder” a nivel continental. Destaca los avances de su diplomacia en países como Argelia, Egipto, Túnez, Eritrea, Etiopía, Angola y Sudáfrica. Describe el autor, como áreas de principal interés para Rusia “la industria minera y la participación en proyectos de infraestructuras en Uganda, Guinea, Zimbabue y Sudáfrica, siguiendo a los inversores chinos. Cabe asimismo mencionar el avance en cooperación para desarrollar proyectos de energía nuclear a través de empresas rusas como Rostec o Rosatom en Argelia, Túnez, Egipto, Sudán, Uganda, Ruanda, Angola, Zambia y Sudáfrica.

En el caso de China, este país se ha convertido en las últimas décadas en el principal socio económico de África. Se indica que el volumen de comercio entre ambos pasó de $1,000 millones en 1992 a más de $100.000 millones en 2008, superando a los Estados Unidos, calculándose que para  2035 esta cifra podría alcanzar los $300,000 millones.

Ciertamente las nuevas estrategias que han diseñado los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN frente a los avances a escala global de la Federación Rusa y la República Popular China en los planos económicos, tecnológicos y militares, presentarán en los próximos años, un realineamiento del mundo; pero no será como aquel que conocimos antes y luego de la caída de la Unión Soviética y el llamado Campo Socialista. Habrá una gran diferencia y es que las nuevas contradicciones se estarán desarrollando dentro del marco de las economías de mercado, donde las amenazas entre el capitalismo y el socialismo como sistemas económicos e ideológicos no harán la diferencia.

 

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