Líbano ¿un nuevo intento sionista?
No sería nada raro que muchos piensen que la mano de Israel y Arabia Saudita, y quizás también la CIA, está presente detrás de la enorme explosión ocurrida en Beirut, Líbano. País que occidente está intentando asfixiar hoy con todo tipo de medidas coercitivas, buscando alimentar protestas que les facilite doblegarlo.
Y se puede decir que no sería raro por los hechos que ya están rodeando este horrible suceso. Hablamos de las protestas para pedir la dimisión del Gobierno, que ya las están consiguiendo, y ya son titulares que recorren el mundo. El costo en vidas, al parecer, no es importante para el imperio y sus aliados, que fueron y han sido capaces de provocar una guerra en Siria con todos los resultados de muerte y dolor. Dos elementos más llaman la atención.
- El primero, la insistencia en los medios en que el material que explotó en Beirut habría llegado en 2013 en un barco “ruso”, y en que el nitrato de amonio se usa para hacer material explosivo, asociándolo con Hezbollah,
- y el segundo, la llegada inmediata e injerencista del presidente francés Emmanuel Macron ofreciendo, ahora, ayuda económica Internacional, pero con condiciones.
No es la primera vez que se realizan estos intentos de desestabilizar al Líbano. En el 2015 fue la crisis de la basura, después vinieron varias crisis, la del pan, la de los bancos y el sistema financiero. El objetivo es acrecentar las dificultades económicas y al mismo tiempo acrecentar los problemas de toda índole en plena pandemia del coronavirus que afecta a la humanidad. Es el momento oportuno. Líbano acosado por la pandemia y el enorme bloqueo y conspiraciones contra todo el sistema financiero de esa nación. El imperialismo, el sionismo y sus secuaces saudíes cambian los hombres, pero no sus métodos.
Viene a la mente la Revolución de los Cedros del 2005, el asesinato del ministro libanés Rafik Hariri, del cual desde un inicio se intentó acusar a Hezbollah, a pesar de que las pruebas presentadas acusaban a Israel. El fin fue desencadenar una guerra civil que pudiera destruir o debilitar a esta organización de resistencia. En aquel momento los asesinos de Hariri provocaron la instalación de un gobierno anti-sirio con buenas relaciones con Estados Unidos y la retirada de las tropas sirias en el país, disminuyendo así la capacidad defensiva del Líbano y debilitando la influencia Siria y la posición del Hezbollah. Meses después, Israel invadía el Líbano con el objetivo declarado de terminar de una vez con la guerrilla Libanesa.
No es casual entonces que, al producirse la explosión, precisamente, estuviera sesionando el tribunal internacional que juzga ese asesinato. Un tribunal, sin embargo, que ha sido acusado de estar politizado y contar con consejeros de la CIA y de Israel que buscan culpar a Hezbollah, que desde un punto de vista ético debió haber sido modificado y que no ha considerado las pruebas concretas que involucran a Israel.
La propaganda alrededor de estos hechos no puede estar más clara. La prensa allegada a los poderes saudíes y occidentales viene plantando hace rato a través de múltiples formas la idea de que la causa de los problemas de El Líbano está en el poder y en el manejo de Hezbollah en el gobierno. Algo que no sólo no tiene nada que ver con la verdad, sino que también olvida que la participación de ese partido en el gobierno no ha sido impuesta, fue decidida por la población libanesa en elecciones democráticas y libres. El problema real es que el poder militar de Hezbollah rompió el mito de invencibilidad de Israel, y eso no pueden perdonarlo.
De lo que se trata, entonces, en realidad, es de crear un ambiente de convulsión. Una agitación que, coincidiendo con las agresiones de carácter económico, cree un estado de tensión que permita desequilibrar la sociedad libanesa, a la vez que echar la culpa de ello a Hezbollah. En otras palabras, intentar esconder que la verdadera causa de lo que está pasando hoy en el Líbano está en las conspiraciones y agresiones de lo que pudiera llamarse la triada del terror en Medio Oriente. O sea, en la alianza existente entre Estados Unidos, la entidad sionista y las monarquías feudales con Arabia Saudita a la cabeza. Triada que mantiene vivas las diferencias creadas y fomentadas desde las épocas de los colonizadores franceses e ingleses, que aplicaron a la perfección la máxima de “divide y vencerás”.
Y si decimos “de lo que está pasando hoy” es porque, si se va un poco más atrás en la historia, la causa más profunda de que Líbano esté como está es de Francia que, cuando tuvo ese territorio como un Mandato en 1923 lo fracturó haciendo prevalecer la división confesional a partir de que los cristianos constituían en el Mutasarrifato del Monte Líbano la mayoría de la población, por lo que aislaron esa región y, adicionándole Trípoli como grupo administrativo independiente y Beirut como capital, forman el Gran Líbano, segregando todo este territorio de la vasta provincia de Siria de la cual formaba parte. En esta última, a su vez, crean dos pequeños “estados” – musulmanes, uno druso y otro alauita, y luego los agregan todos, uniéndolos por un lazo federal que sería Francia, convirtiendo así las comunidades confesionales en formaciones de poder político, lo que modificó el tipo de relaciones de poder que se generaba no solo entre ellas, sino en su interior. Luego del Mandato, Líbano es reconocido en 1943 convirtiéndose en políticamente independientes desde un punto de vista formal. En el Líbano hay 18 comunidades religiosas reconocidas oficialmente. El jefe del Estado siempre es un cristiano maronita; el primer ministro, un musulmán suní, y el presidente del Parlamento, un chií, y la religión también determina, a menudo, la identificación social y política.
Por eso resulta muy curioso, por decirlo de alguna forma, que unas horas después del que se considera el peor desastre en la historia de este país, aterrizara allí el presidente francés, Emmanuel Macron, siendo el primer jefe de Estado que visita El Líbano en largo tiempo. Y, de inmediato, dice querer organizar la ayuda internacional, y afirma, con un guión bien preestablecido, que Líbano está afectado por una grave crisis política y económica, y «seguirá hundiéndose» si no hay reformas.
No puede asombrarnos tampoco que de su propio país surjan voces que le recuerden que Líbano no es ya una colonia francesa, a la que puede dictar normas. A pesar de lo cual el presidente de Francia se atreve públicamente y se toma la libertad de condicionar la ayuda “humanitaria“ y a dar sugerencias que suenan a órdenes de cambios en el gobierno que representan un atropello deliberado a la autonomía de El Líbano y a las mínimas normas de no injerencia en los asuntos internos de otro país. Al punto que los medios franceses han informado que Macron —quien, según muchos analistas, todavía considera a El Líbano una colonia de su país— en su reunión de ayer en Beirut, no descartó la posibilidad de imponer sanciones contra algunos funcionarios libaneses, en el caso de que ellos no implementen las reformas sobre la lucha contra la corrupción.
Todo esto, sin duda, es muy aclaratorio y es válido entonces suponer que las “reformas” son condiciones que incluyen modificaciones sustanciales en el gobierno que incluyan la salida de inmediato de los partidarios de Hezbollah. Y, además, el control de las milicias armadas. En otras palabras, el desarme de esta organización de resistencia a la ocupación de tierras del Líbano, Siria y Palestina. Organización que ha infligido grandes derrotas militares al ejercito sionista.
Esto no sólo pone de manifiesto las ocultas intenciones, sino que muestra claramente que se busca dar un golpe de gracia.
El escenario posible en ese caso podría ser el siguiente: Esta claro que todo lo anterior, sin lugar a duda, busca provocar estallidos sociales. El gobierno, que ha sido elegido democráticamente, no puede por decreto dejar fuera a un partido mayoritario (Hezbollah), el cual, a su vez, obviamente, no va a aceptar mansamente una expulsión decidida en Tel Aviv en contra de la voluntad popular. No es probable tampoco que los libaneses, que eligieron a Hezbollah acepten que sus representantes sean apartados de la vida política. Menos aún si se tiene en cuenta que Líbano se encuentra en constante peligro como país. Peligro que procede de la entidad sionista y de los terroristas formados por Estados Unidos e Israel con la colaboración de las inteligencias de Turquía, Francia y Reino Unido, y financiadas por la monarquía feudal saudita, todas las cuales han hecho gala del desprecio a la vida asesinando tanto a cristianos como a musulmanes chiitas y sunnitas.
En este escenario las “reformas” que exige Francia serán rechazadas, y esto lo saben bien los americanos y los sionistas, lo saben desde el inicio.
Pero con este rechazo, y ante la desesperación de los libaneses, quedará todo listo para un estallido social. Estallido que rápidamente, y es casi seguro que esa es su pretensión, será desviado a una guerra civil.
Llevar a vías de hecho estos planes, sin embargo, no les será tan fácil, considerando que la dirigencia de la resistencia libanesa ya se habrá percatado y no se dejará manipular, además de que cuenta con el apoyo de la mayoría del pueblo libanés y estas provocaciones podrían actuar como un bumerang si se descubre a los colaboradores y se desenmascara esta conspiración. Sólo hay que darse cuenta quién gana con todo esto
Para encontrar a los culpables debemos aplicar la sabiduría milenaria que dice que “Se presume culpable a quien se beneficia del delito”. Y aquí el mayor beneficiado es la entidad sionista y sus tradicionales súbditos y aliados, los americanos y Francia.
De modo que los que piensan que este atentado estuvo planificado con anterioridad y que la mano de Israel y Arabia Saudita, y quizás también la CIA, está presente detrás de este horrible y despiadado acto, puede que no estén lejos de la realidad. Quizás la diferencia esté en que hayan sido los árabes reaccionarios los que, como siempre, hayan hecho el trabajo sucio.
Cabe ahora que el Líbano investigue, no los franceses, por supuesto, quienes fueron sus colaboradores, y esperar que la población de El Líbano no caiga en esta trampa mortal.