Los crímenes visibles y los invisibles
Cometemos un error, otro: utilizar ciertas fechas, como la del 9 de agosto, para recalcar lo sabido, para hacer un excelente ejercicio de historia. Y poco más. Somos muy buenos haciendo ejercicios analíticos de Historia (con mayúscula), pero somos muy malos a la hora de establecer hipótesis sobre la situación actual que, por otra parte, también es historia (con minúscula).
El 9 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó la segunda bomba atómica contra una ciudad japonesa, Nagasaki. ¿Por qué esta fecha y no el 6 de agosto, cuando el precedente de Hiroshima, para recordar una monstruosidad? ¿La primera bomba era justificable y la segunda un horrendo crimen? Cuando se lanzó el llamamiento de recordar el 9 de agosto como el Día de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad alguien debió hacerse esta simple pregunta. Porque ni fue justificable la primera ni lo fue la segunda y las dos tenían una finalidad que iba más allá de un conflicto bélico: aunque en los dos casos el objeto fue Japón, el sujeto era la Unión Soviética.
El materialismo dialéctico dice que el objeto existe independientemente del sujeto, aunque también que hay una conexión y acción recíproca entre ambos, y que el objeto es la base de la acción. En el caso de las bombas atómicas Japón fue la víctima porque era el débil y había que enseñar los dientes al fuerte, al país que había implantado su bandera en el Reichstag nazi en Berlín y había derrotado al fascismo. Ya desde mucho antes de la rendición nazi EEUU había puesto en marcha la “guerra fría” contra la URSS y había que demostrar que podía ser caliente. Entonces la URSS no tenía la bomba atómica, pero no tardó mucho en conseguirla (1949). Y EEUU se encontró que sus bombas no habían servido más que para hacer de Japón un protectorado, además de reafirmar el vasallaje de Europa.
Han pasado los años y la URSS ha desaparecido (aunque no sus bombas) pero el parámetro de EEUU se ha mantenido inalterable: atreverse con los débiles y no con los fuertes. Porque hoy EEUU se encuentra ante una realidad a la que cuesta acostumbrarse: ha perdido el poderío militar. Esta simple premisa debería servir para remover muchos análisis anclados en el pasado y comenzar a establecer nuevos parámetros de actuación.
Se puede argumentar que EEUU tiene bombas atómicas, cierto. Pero eso no es determinante porque no es el único y cualquier uso o amenaza de uso sería respondida de inmediato por parte de aquellos países que también tienen armamento nuclear. Supongo que no hará falta mencionar el caso de Corea del Norte para ejemplificarlo. Ni el hecho de que Rusia ha modernizado su estrategia de defensa, contrarrestando a EEUU y sus disposición a utilizar armamento atómico “táctico” y “a pequeña escala”, haciendo un anuncio espectacular: “Rusia se reserva el derecho a usar su arma nuclear en respuesta a un ataque nuclear u otra arma de destrucción masiva, llevada a cabo en su contra y/o sus aliados, así como en caso de un asalto masivo con armas convencionales que ponga en peligro la existencia misma del Estado” (2 de junio de 2020). Merece la pena que os paréis un momento a releer e párrafo y a ver que dice “en su contra y/o sus aliados”. Cuáles son no se especifica, pero no hace falta ser muy hábil para recordar que Rusia y China tienen una alianza estratégica que cada vez se refuerza más, los dos países que están horadando la hegemonía de EEUU a nivel geopolítico.
Rusia, sobre todo, y China están no solo a la par de EEUU en armamento sino muy por encima. EEUU puede tener mucho de todo, pero de peor calidad que rusos y chinos. Es una cuestión de cantidad y de calidad. Algo parecido a lo que ocurrió en la URSS cuando fue invadida por los nazis en 1941: la superioridad nazi se establecía en la calidad de sus armas, sobre todo los tanques, aunque la URSS estaba o a la par o tenía muchas más existencias (en el caso de los tanques casi duplicaba a Alemania). Pero fue esa superioridad técnica la que hizo posible que los nazis se adentrasen hasta 600 km en territorio soviético solo en un mes de invasión.
El arrojo del pueblo soviético fue determinante para parar la ofensiva nazi en un primer momento y derrotarla después (febrero de 1943, con Stalingrado como máximo ejemplo), pero a nivel armamentístico solo con la aparición del tanque T-34 fue cuando realmente se logró doblar el espinazo nazi tras la batalla de Kursk (julio de 1943). Porque ese tanque superaba y destrozaba al tanque Panzer nazi, hasta entonces el señor del campo de batalla, como si fuese de papel.
Ahora se está en una situación algo parecida: Rusia tiene armas hipersónicas que convierten en papel cualquier tipo de arma estadounidense. Y China está modernizando a velocidades impensables su talón de Aquiles, la marina. Así es como hay que interpretar las provocaciones de EEUU en el Mar del Sur de China, porque sabe que cuando China se termine de poner a la par en este aspecto EEUU será historia militar. No en vano EEUU, sus agencias y sus institutos militares, llevan años haciendo ejercicios virtuales, “juegos de guerra”, en los que de forma invariable siempre sale perdedor cuando se enfrenta a Rusia y a China, juntos o por separado.
Nuevos conceptos
Por lo tanto, a la hora de hablar de guerras hay que partir de nuevos conceptos. Para EEUU hoy la guerra clásica es el último instrumento y solo en aquellos lugares y contra aquellos países donde tiene superioridad absoluta. Y, aún así, hay que establecer muchos matices (pongamos a Afganistán como ejemplo). Si hay que hacer caso a esos “juegos de guerra” (que se han hecho al menos dos años, en 2018 y 2019) se puede hacer desde dos suposiciones: o que sean reales, es decir, que hay una preocupación seria por la pérdida de poder militar y no solo con las dos potencias que están desplazando hegemónicamente a EEUU, o que sea una puesta en escena para lograr más fondos y reforzar el complejo militar-industrial.
En cualquier caso solo queda una evidencia: nos podemos ir olvidando de las guerras clásicas y comenzar a teorizar que la única arma eficaz que puede esgrimir hoy día EEUU -al igual que hizo en 1945 con las bombas atómicas- para enseñar los dientes a los fuertes es su poder económico. En el caso de Rusia, las sanciones tras el referéndum de autodeterminación de Crimea y la anexión posterior a Rusia tras el mismo. En el caso de China, con los aranceles y la prohibición contra Huawei. Y eso, como en el caso de la URSS y su bomba atómica, es también cuestión de tiempo. De muy poco tiempo porque el proceso de desdolarización de la economía mundial es imparable.
EEUU ha perdido su poder militar, su poder cultural y su poder político. Solo le queda su poder económico porque sigue controlando la economía mundial a través del dólar. No hay que olvidar que dos de las últimas guerras de EEUU contra los débiles (Irak y Libia) están basadas en el intento de estos países de realizar transacciones financieras fuera del dólar. Y es aquí donde hay que incluir la agresión contra Venezuela o Irán, dos de los países más activos en sus intentos de desdolarizar su economía, especialmente el último.
Si se asume esta constatación (y no es fácil desmontar viejos prejuicios) se verá que hoy asistimos no a guerras clásicas de EEUU contra otros países y pueblos sino a guerras híbridas, a una combinación de sanciones y “revoluciones de color” que van de la mano para lograr objetivos que no se pueden lograr militarmente o, si esta afirmación parece demasiado atrevida, que tienen unos costos humanos (propios) inasumibles (el efecto Vietnam, que aún pesa en la sociedad estadounidense).
La lista, como con la de países agredidos de forma clásica, en la que se ha puesto en marcha esta guerra híbrida es larga y viene de lejos, desde 1950, aunque fue tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 cuando se comenzaron a extender las sanciones, los bloqueos y los embargos como instrumentos de presión contra pueblos y naciones que buscan su propio camino con costos muchas veces muy superiores a las guerras clásicas en cuanto a víctimas. Son los crímenes olvidados de EEUU y a los que no se da la importancia debida porque no tienen la visibilización de los crímenes clásicos de un bombardeo o una invasión.
Estamos así en una situación en la que son ya alrededor de 6.500 las sanciones que EEUU ha impuesto a individuos, empresas y países bajo una vasta gama de excusas como “terrorismo, comercio internacional de narcóticos, proliferación de armas de destrucción masiva y amenazas a la seguridad nacional, política exterior y a la economía de EEUU”.
Supongo que no hace falta señalar la importancia que da EEUU a la economía y que se refleja expresamente (de nuevo Irak y Libia como ejemplos) en los motivos para impulsar las guerras híbridas. Y supongo que no hace falta recordar la importancia de Venezuela o Irán y sus reservas energéticas y las campañas contra estos países.
¿Cuántas víctimas ha causado esta guerra invisible? Imposible de cuantificar. Al igual que EEUU utilizó “el factor 100” en Vietnam (multiplicar por 100 si los muertos son del enemigo, dividir por 100 si los muertos son propios), hoy no vemos una cuantificación de los muertos causados por EEUU (ni por sus vasallos, como la OTAN) pero sí los que causan quienes se enfrentan a ellos. El caso más claro es Irak, donde EEUU afirmó oficialmente que no estaba en el país “para contar muertos” tras la guerra de invasión y ocupación neocolonial de 2003 aunque la propia ONU afirmó, sotto voce, (y aquí también hay que aplicar el “factor 100”) que el bloqueo impuesto al país antes de la guerra que derrocó a Saddam Husein causó al menos un millón de muertos, especialmente niños menores de cinco años. Una cifra que el cinismo de EEUU asumió sin problemas porque fue la entonces Secretaria de Estado, Madeleine Albright, quien dijo sin ruborizarse que “el precio ha valido la pena” en un gesto de sinceridad inaudito.
Un millón de muertos como consecuencia del embargo contra Irak son muchas más víctimas que las que provocó la bomba de Nagasaki que da nombre al día de recordar a las víctimas de los crímenes estadounidenses. Un millón de muertos, al menos, en un solo país y mucho antes de disparar un tiro. Y, sin embargo, son muertos invisibles.
Esta es la diferencia entre lo visible, todas las Nagasakis, y lo invisible, todas las víctimas causadas por los embargos, bloqueos y sanciones. Unos son crímenes conocidos, otros crímenes desconocidos por no decir olvidados. Sin embargo, los segundos son mucho más crueles que los primeros, si es que hay grados de crueldad. Y mucho más numerosos en cuanto a víctimas.
Por no hacer la lista muy larga, y desde 1960 que se impuso el bloqueo a Cuba, los países a los que se han impuesto sanciones, bloqueos o embargos son Nicaragua (1980), Irán (1984), Irak (1990), Sudán (1997), Afganistán (2000), Serbia (2001), Zimbabwe (2003), Liberia (2004), Siria (2004), Bielorrusia (2006), Congo (2006), Líbano (2007), Corea del Norte (2008), Somalia (2010), Libia (2011), Costa de Marfil (2011), Yemen (2012), Sudán del Sur (2013), Rusia (2014), Donestk y Luganks (2014), República Centroafricana (2015), Venezuela (2015) y Burundi (2015). A Myanmar se impusieron en 2012 y se levantaron en 2016 al lograr el objetivo de cambio de gobierno, lo mismo que con Liberia y antes con Afganistán. En el caso de Irak las sanciones principales se mantuvieron hasta 2015, aunque aún sufre sanciones secundarias como consecuencia de su relación con Irán. En todos los demás casos son sanciones que siguen vigentes y se van incrementando cada vez, como ocurre con Corea del Norte, Nicaragua (marzo de 2020) o Siria (la “Ley César” contra este país se ha aprobado en julio de 2020). Y, sin ser específicamente sanciones, hay que incluir la guerra por los aranceles que en 2018 desató EEUU contra China.
Es muy significativo que en alguno de estos países las sanciones se han impuesto tras significativos reveses militares (Somalia y Líbano, en este país tras la derrota de Israel ante Hizbulá), mientras que en otros se han impuesto buscando el cambio de gobierno (Siria, Corea del Norte, Yemen, Bielorrusia o Rusia, por ejemplo), sin lograrlo, aunque sí ha habido algún resultado en Zimbabwe y en Sudán pero sin conseguir el objetivo del todo. Y ahora vemos lo que está ocurriendo con Venezuela.
EEUU ha logrado que la ONU se involucre en algunas de estas sanciones, embargos y bloqueos (Irak, Irán, Corea del Norte) pero no en la mayoría, que son unilaterales y, por lo tanto, ilegales según el derecho internacional en tanto que afectan a otros países. De nuevo hay que recordar los casos de Venezuela e Irán, con la presión para que no se compre el petróleo venezolano y no se comercie con el país persa como más significativos ejemplos.
Pero ¿a quién le importa el derecho internacional? No desde luego a EEUU ni a sus vasallos, especialmente los europeos. Porque el papel de estos en los casos de Irán o de Venezuela es algo que se debería estudiar en cualquier curso de derecho público.
Los embargos, los bloqueos y las sanciones económicas pueden tomar muchas formas, desde la congelación de activos a las restricciones y prohibiciones comerciales y de capital. El proceso comienza al margen de cualquier instrumento democrático, puesto que –en el caso de EEUU- depende únicamente del presidente que lo inicia emitiendo una Orden Ejecutiva que luego se limita a sancionar el Congreso y el Senado. En la Unión Europea, más preocupada por la imagen “democrática” que EEUU, a las sanciones se las llama “medidas restrictivas” y son consideradas un instrumento esencial de la política exterior y de seguridad común (PESC) y se reconoce que se imponen para producir un cambio en la política o conducta de aquellos países a quienes van dirigidas “con vistas a fomentar los objetivos de la PESC”. Las impone el Consejo Europeo y este caso es reseñable en tanto que la UE se vincula en su política exterior, de hecho y de derecho, con la OTAN y la OTAN no es más que un instrumento en manos de EEUU.
No hay más que ver la lista de países sancionados, embargados y bloqueados por la UE, muy similar a la de EEUU: China (1989), Serbia (1994), Sudán (1994), Myanmar (1996), Afganistán (1999), Zimbabwe (2002), Congo (2003), Transnistria (2003), Bielorrusia (2004), Guinea (2009), Bosnia-Herzegovina (2011), Egipto (2011), Guinea Bissau (2011), Irán (2011), Libia (2011), Siria (2011), Sudán del Sur (2014), Rusia (2014), Burundi (2015), Venezuela (2015), Corea del Norte (2016), Haití (2019) y Nicaragua (2019). En algunos de estos casos las sanciones han decaído como en China, que se impusieron por Tiananmen (aunque están a punto de reintroducirse por Hong Kong), o Myanmar cuando se produjo el cambio de gobierno; en otros se establecen únicamente como prohibición de venta de armas (el caso de Egipto) y en otros se renuevan automáticamente o se incrementan con nuevas excusas (Siria como exponente y siguiendo a EEUU). No obstante hay que hacer una apreciación: en el caso de la prohibición de ventas de armas se utiliza la categoría de “uso doble”, por lo que se aplica a la prohibición de cloro (imprescindible para la purificación del agua) o los fertilizantes.
Todo esto pasa desapercibido cuando sus efectos son tan notables como las dificultades en atención médica, en saneamientos, en vivienda, en infraestructuras, en desarrollo industrial… El caso más conocido es, desde luego, el de Cuba, que ha cuantificado el costo del bloqueo estadounidense en casi un billón de dólares desde 1960 hasta la actualidad con consecuencias directas e indirectas sobre el desarrollo y bienestar de la población, desde la salud y la alimentación hasta las dificultades para la adquisición de materias primas o equipos médicos. O para modernizar sectores estratégicos como la minería, o la energía.
Más devastador que las bombas
Son los crímenes invisibles y olvidados que estrangulan proyectos políticos y sociales y se convierten en arma devastadora, más que las bombas atómicas, y que afectan a muchísimas más personas. ¿Hablamos de crímenes contra la humanidad? Bien, hablemos, sobre todo, de estos.
Son más crueles y eficaces que las guerras clásicas, aunque menos visibles. Sin embargo, y al igual que ocurrió en la Unión Soviética tras la invasión nazi, tanto EEUU como sus vasallos europeos que imponen las sanciones, los embargos y los bloqueos no cuentan con la resistencia de los pueblos. De hecho, se puede afirmar que tras la crisis del capitalismo occidental que se inició en 2008 –y con él comenzó el declive geopolítico de Occidente y de EEUU en particular- las sanciones, los embargos y los bloqueos se han convertido en un arma de doble filo puesto que el factor clave de su efectividad es el tamaño y la capacidad del país que las recibe para hacerlas frente. Cuba muestra cómo resistir durante 60 años frente a este tipo de agresiones. Corea del Norte, Irán o Venezuela pueden dar también testimonio.
Como se puede apreciar en las listas, seguro que someras, de los países sancionados, embargados o bloqueados en su práctica totalidad son países débiles. Aunque están incluidos Rusia y China, tanto EEUU como la UE siguen el patrón clásico. Por eso hay que empezar a analizar la realidad geopolítica desde otro punto de vista: hoy la guerra significa mucho más que una lucha militar. De hecho, el aspecto militar es secundario y hoy por hoy no es para nada deseado por Occidente, consciente de su inferioridad cualitativa frente a geopotencias como China y Rusia.
EEUU y la UE, con la OTAN como pegamento, van a acelerar su preparación para una guerra clásica, desde luego, aún sabiendo que podría terminar en un conflicto nuclear, pero son conscientes de su debilidad cualitativa y por eso están acentuando la presión económica y diplomática sobre estos países, y otros, que minan cada día que pasa su hegemonía. Nuestro deber en estos momentos es más centrar los esfuerzos en denunciar las sanciones, los embargos y los bloqueos como crímenes de guerra y visibilizar sus efectos que en hacer ejercicios de Historia. Es un esfuerzo mayor, pero es más primordial.