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Los regímenes totalitarios continúan oprimiendo a las personas libres. El lince

¿China? ¿Rusia? ¿Irán? ¿Cuba? ¿Venezuela? ¿Nicaragua?… Los regímenes totalitarios que amenazan al jardín occidental, con sus valores, continúan oprimiendo a las personas libres. Es sabido, por lo que hay que luchar contra ellos con todos los instrumentos a disposición de las democracias, «ya sean políticos, económicos o militares», como recoge el punto 8 del Acuerdo entre la OTAN y la UE.

¿Cuál es el problema? Pues que los regímenes totalitarios que continúan oprimiendo a las personas libres son los del propio jardín occidental. Con sus valores democráticos y todo.

Por si hubiese duda alguna de que toda la propaganda de Occidente no es más que humo, lo que está ocurriendo en Lutzerath (Alemania) es de risa si no fuese trágico. Pero claro, teniendo como referente a los fanáticos Los Verdes, rusófobos, atlantistas y fieles sostenedores de los neonazis ucranianos, esos que no tienen reparos en reconocer que seguirán apoyando al país 404, antes conocido como Ucrania, «no importa lo que piensen mis votantes«, el recorrido «democrático» es muy corto, si es que se puede hablar de eso. Y ahora Los Verdes lo han vuelto a hacer y están reabriendo una mina de carbón a pesar de lo que piensan sus votantes, a quienes están dando palos, utilizando caballos y tanquetas de agua entre otras cosas.

Incluso han detenido a la chavalita que se había convertido en el icono de la luna de miel entre el capitalismo occidental y el ambientalismo, Greta Thunberg. El ecologismo (?), como el progresismo (?) siempre deseoso de ser aceptado por la burguesía y entrar en palacio, ha declarado la guerra a su propia base electoral. Lo que me sigue sorprendiendo es que alguien pierda un segundo de su tiempo pensando si vota mientras contempla con tranquilidad lo que pasa desde su sillón.

Estamos acostumbrados. Y es que no hay nada como ver a los regímenes totalitarios oprimiendo a las personas libres. ¡Huy, perdón, que estoy hablando de las democracias consolidadas, de las democracias plenas, del jardín occidental que se tiene que defender de las agresiones de la selva!

Como Rusia está dando para el pelo al muy democrático Occidente, y como el más democrático Occidente sancionó a Rusia y está sufriendo sus propias sanciones, la ecuación energética del zombi europeo cambió drásticamente, sobre todo en Alemania. De modo que los muy democráticos gobiernos, con los Verdes y los progres en varios de ellos, han decidido hacerse marxistas (versión Groucho) y decir aquello de «tengo unos principios, pero si no te gustan tengo otros» y van a reabrir la mina de Lutzerath y otras.

Pero resulta que esta, en concreto, es de lignito, muy contaminante, y a cielo abierto. Es decir, que no es de galerías subterráneas sino que se va expandiendo. En la actualidad, la mina tiene 48 kilómetros cuadrados y su ampliación va a terminar con siete pueblos que la circundan. Todo por derrotar a Rusia, por supuesto.

Imagino a los de Greenpeace mordiéndose las uñas viendo cómo un régimen autoritario oprime a las personas libres por protestar. Ya estoy viendo su campaña de protesta. Imagino a toda esa pléyade de incautos e incautas, esa que se cree que el ecologismo y la progresía son en realidad ecologistas y progres, viendo cómo saltan por los aires décadas de discurso sobre eso de que hay que participar en las instituciones, que los movimientos sociales tienen que tener «representación política». Viendo, en definitiva, cómo el consenso «democrático», el consenso electoral, salta por los aires.

Ya en octubre el canciller alemán anunció la reapertura de centrales eléctricas alimentadas con lignito y se pudo ver al presidente del partido «ecologista» y ministro de Economía, firmar el acuerdo con el gigante energético RWE.

Luzerath se había hecho famoso cuando, hace unos años, varios movimientos ecologistas se instalaron en pueblos abandonados construyendo casas en los árboles, sistemas fotovoltaicos, centros comunitarios y repoblando un pueblo fantasma para demostrar que una sociedad basada en la justicia climática y la solidaridad es posible. Vuelvo a decir que no, que en Occidente eso no es posible y que, como Catón el Viejo, solo destruyendo a Occidente se puede salvar a la humanidad.

Estoy deseando ver cómo el capitalismo occidental, ahora que su chica les está saliendo rana, busca desesperadamente otra referencia, a ser posible mujer, con la que volver a los encuentros paternalistas donde los referentes del capitalismo occidental, en su agonía, ponen su mejor sonrisa al hablar de su interés por «los temas medioambientales».

Y estoy deseando ver si de una puñetera vez los movimientos ecologistas asumen una caracterización anticapitalista, puesto que ahora no la tienen (y soy muy generoso calificándolos de ecologistas y no de ambientalistas).

(Publicado en el blog del autor, el 16 de enero de 2023)

 

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