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La unidad y el ejemplo del café. Farruco Sesto

Farruco Sesto
En el cafetín de Arquitectura, en la UCV, del cual fui asiduo usuario durante treinta y siete años, el servicio de café admitía todo tipo de solicitudes. Lo recuerdo como algo muy simpático. Negrito. Negro corto. Largo. Guayoyo. Guayoyo más bien aguarapao. Marrón. Marroncito. Marrón oscuro. Marrón Claro. Con leche. Con leche muy caliente. Frio. Tibio…Pequeño, grande, con o sin azúcar.
Si tuviera que escoger un ejemplo de variedad dentro de un tema, para utilizarlo en función de la orientación política de los gobiernos de América Latina en una conversación sobre la unidad, seguramente me decantaría por ese. A grandes rasgos, dos categorías. Con leche o sin ella. Pero la condición indispensable es que tenga algo de café. A partir de allí comienza el tema de las gradaciones y de las temperaturas. Más oscuro. Más claro. Frio. Tibio. Tibiecito.  Ustedes saben a lo que me refiero, porque la tibieza, justamente, es usual en estas latitudes, sobre todo en los llamados gobiernos progresistas.
Sin embargo, (¡Ah, sin embargo!) el tema de la unidad de nuestros países, y el esfuerzo por impulsarla, tal como lo planteó Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro, debe estar por encima de las consideraciones sobre las diferencias entre gobiernos.  Todas las variedades caben allí, en la construcción de esa unidad latinoamericana. La única condición es que haya café. Ustedes me entienden. Me refiero a ese punto mínimo de dignidad, que en este caso no es otra cosa que el autoreconocimiento como país con identidad latinoamericana y un cierto grado de soberanía. Más allá de la orientación económica o ideológica de los gobiernos. Porque los que de verdad importan son los pueblos, que conforman la sustancia de las naciones. A partir de allí, la construcción de la unidad es un imperativo. Hay que pensarlo así, concebirlo así y trabajarlo en ese sentido.
Fue impresionante el trabajo de Chávez por impulsar esa unidad continental. Fíjense como lo comenta él en su lenguaje tan cercano: “estábamos hablando precisamente de eso, de la unidad, la unidad entre nuestros países, la unidad dentro de la diversidad respetando los criterios de cada país, de cada gobierno, las particularidades sin meternos en las cosas del otro. Eso es como el vecindario pues, el buen vecino no tiene por qué meterse en las cosas internas de la familia de al lado, lo que pasa en la cocina, lo que pasa en el cuarto, lo que pasa en el baño ¡no! respetando nuestra diversidad. Ahora, si, eso es importante a nivel internacional, la unidad de nuestros países es vital para consolidar nuestra independencia plena y para siempre, de poderes coloniales, de poderes mundiales que pretenden siempre dominarnos, explotarnos, saquearnos como lo han hecho durante 500 años ¡ya basta de coloniaje! ¡libertad queremos! ¡Independencia queremos!”
(Publicado en  Mar de leva, Correo del Orinoco)

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