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Nueva estrategia para la misma guerra. Declaración de la CECOB

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Nueva estrategia para la misma guerra.

Declaración de la CECOB

 

Recientemente, la administración de EEUU ha hecho pública su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, que, a la espera de ver cómo se va a implementar, muestra un giro radical con relación a los criterios sostenidos durante más de tres décadas: EEUU renuncia a ser la única potencia hegemónica y gendarme del mundo, en favor de un mundo multipolar en el que ya no puede imponerse por la fuerza en todos los escenarios, al encontrarse frente a competidores con capacidades de devastación equivalentes.

Su apuesta ahora parece inclinarse por una dominación económica y comercial, en la que caben los negocios con los rivales, siempre que sean beneficiosos para el «América First», y apoyados por una fuerza capaz de imponerse en todas partes, como último recurso. Pero primero, los negocios.

Ahora bien: en ese mundo multipolar emergente, el continente americano figura como coto cerrado en una actualización de la doctrina Moroe y que le autoriza, sin rubor, a desplegar la mayor fuerza militar ofensiva contra Venezuela, el mayor repositorio continental de combustibles y materiales estratégicos, además de representar una poderosa expresión de voluntad soberana frente al imperio.

Ello explica también las negociaciones con Rusia y el abandono a su suerte de una Unión Europea que había devenido en una pesada carga para EEUU. Después de haber conseguido romper toda posible colaboración entre Europa y Rusia (incluyendo la criminal provocación de la guerra de la OTAN contra Rusia), que podría haber representado una seria competencia a su dominio, ahora han decidido que es preferible tentar al rival con fabulosos negocios compartidos, para lo que es preciso salir del avispero de Ucrania.

Y una Europa que compró acríticamente el discurso belicista de su patrón, sin reparar en sus consecuencias en términos de desindustrialización e irrelevancia económica, propone ahora desde sus élites, sin debate público alguno, una especie de New Deal basado en la producción masiva de armamento para dopar a sus empresas de automoción y equipamiento, que han dejado de ser competitivas en el mercado mundial.

Naturalmente, esta deriva necesita el estímulo del miedo para lograr el consentimiento de la sociedad, de manera que se han desplegado todos los medios imaginables para la fabricación del consenso, contando con todos los recursos del complejo comunicacional. Así, parece aceptarse resignadamente la inversión de 800.000 millones de euros en armamento, más o menos decretada por la presidenta de la Comisión Europea sin control democrático alguno.

La cifra resulta aterradora si se compara con las cantidades que se están barajando para la reconstrucción de la franja de Gaza, en el pretendido «plan de paz» de Trump. Sólo una décima parte de esa cantidad sería requerida para reponer el 90% del patrimonio civil y habitacional de Gaza, arrasado en los dos años largos de genocidio sionista. Sin embargo, diez veces más serán empleados por la UE para fabricar máquinas de muerte y destrucción.

En este panorama, el estado español, bajo la dirección del «gobierno más progresista de la historia», se ha volcado con entusiasmo al esfuerzo de guerra con una aceleración exponencial de sus gastos militares, que ascienden ya en este año, según analistas independientes, a más de 60.000 millones de euros (bastante más que el tan cacareado 2% del PIB) y compromisos plurianuales que, por ahora, ascienden a más de 90.000.

Mientras tanto, prosigue el despliegue de tropas y fuerzas españolas en el entorno de Rusia, como pone de manifiesto el más reciente envío de otros 800 militares, con todo su equipamiento acorazado y mecanizado, como marco de la brigada multinacional de la OTAN estacionada en Eslovaquia que comanda un general español. Y que se suma a otros 850 desplegados en Lituania y un grupo táctico reforzado en Rumanía. Para no hablar de la aviación desplegada en Lituania y Rumanía y las fuerzas navales en el Mediterráneo y el Báltico, arrastrados por la OTAN.

Los acontecimientos se precipitan a toda velocidad, mientras la confusión y el desconcierto se extienden entre la empobrecida clase trabajadora y sectores populares, paralizados porque no acaban de comprender el papel de legitimación de la guerra que se le ha asignado a la socialdemocracia, supuesta valedora de sus intereses.

A diferencia de Francia o Italia, regidas por gobiernos explícitamente de derechas y en donde las manifestaciones de protesta contra los planes de guerra y los gastos militares crecen día a día, aquí parece reinar una paz social que solo está siendo aprovechada por la extrema derecha para instrumentalizar el descontento en su favor con los discursos de la antipolítica y contra la inmigración como chivo expiatorio. Y siempre, con la tolerancia del gobierno, a quien conviene agitar el fantasma de la extrema derecha como la única posible alternativa a su hegemonía.

Una habilidosa estrategia hipócrita que, movido por las grandes movilizaciones por Palestina, las únicas que has resultado verdaderamente masivas, aparenta sensibilidad hacia las víctimas del genocidio, mientras se limita a hacer declaraciones vacías de contenido y sin consecuencias reales en el apoyo occidental al sionismo.

Que no nos vengan ya con milongas sobre la necesidad de defenderse de Rusia o del derecho del estado sionista a defenderse de los palestinos; si hay alguien de quién de verdad hay que defenderse, es de los EEUU.

Solo el repliegue de todas las fuerzas españolas en el exterior, la salida de la OTAN y el cierre de las bases de EEUU en nuestro país puede garantizarnos la seguridad, manteniéndonos al margen de una guerra imperialista absurda, no deseada y de consecuencias inimaginables.

12 de diciembre de 2025

Coordinación Estatal Contra la OTAN y las Bases

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