Perú y el golpismo conservador. Cristóbal León Campos
No lo querían desde el principio, algo que fue muy claro durante la campaña presidencial y que durante el más de año y medio que se mantuvo en el poder se observó mediante las mil y una formas en que buscaron bloquear las iniciativas de su Gobierno, provocando que Perú se sume a esa lista oscura y antidemocrática de golpes de Estado que en la región sur latinoamericana viene acumulando en este siglo XXI varios ejemplos.
Pedro Castillo, indígena y profesor, enfrentó a través de sus reformas (quizás muy tibias) la avanzada de la oligarquía burguesa peruana hasta que el pasado miércoles 7 de diciembre fue derrocado en una clara traición de muchos de sus allegados, entre ellos, la actual presidenta Dina Boluarte, de quien ahora los sectores más reaccionarios de Perú hacen uso de su imagen como mujer para exaltar el hecho de que sea la primer gobernante, pero esto no es más que una de las muchas simulaciones que rodean el Golpe de Estado conservador, pues se sabe que los sectores oligarcas y reaccionarios de toda América Latina (y el mundo) se caracterizan por su machismo y por su rechazo a los derechos de las mujeres (aborto, equidad e igualdad de género, etc.).
El golpe parlamentario que la oligarquía ha dado junto a sectores del Ejército, ha querido ser “justificado” con el conocido cinismo que expresa querer “defender” la democracia, ya que en los medios internacionales plegados al conservadurismo neofascista se menciona que Pedro Castillo pretendió violentar la democracia peruana al disolver el parlamento, pero se olvidan de al menos dos cosas: en primer plano, que la Constitución de esa nación, en su artículo 134, le otorga al Presidente tal facultad, y en segundo lugar, no señalan la campaña de agresión con expresiones clasistas y racistas que desde el proceso electoral afrontó el ahora depuesto gobernante y que la medida de disolución del parlamento era justamente una respuesta a esos ataques que pretendían sacarlo del poder, algo que lograron por el tercer aspecto en cuestión, siendo que la abierta traición de varios miembros de su Gobierno los condujo a preferir el oportunismo que la dignidad
Naturalmente, el escenario es sumamente complejo, ya que a lo mencionado se debe sumar la mano del imperialismo estadounidense que, conforme a su tradición, subvenciona a grupos neofascistas (no sólo en Perú) para accionar una avanzada en toda la región, y para aquellos que estarán levantando la ceja, basta hacerles ver la rapidez con que Washington señaló minutos después del golpe que ya no veía a Castillo como presidente peruano.
Ahora bien, Castillo frente a la campaña de agresión no logró articular una respuesta que reforzara a su Gobierno, cometiendo el mismo error de otros presidentes depuestos, pues prefirió ir accediendo a los anhelos conservadores al eliminar a ministros de su Gobierno incómodos a los oligarcas y no movilizó a las masas proletarias y populares que lo acompañaron durante el proceso electores, mismos que tenían centradas sus esperanzas en esas reformas que juzgamos como tibias. La cereza del pastel de una crónica de la debacle anunciada, fue la aceptación de Castillo de la presencia de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en el territorio peruano, él mismo escribió en Twitter al respecto, sin saber o negándose a sí mismo, que había dejado entrar al brazo ejecutor del conservadurismo latinoamericano. Queda ver ahora la reacción del pueblo peruano y su defensa de la verdadera democracia.