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Por qué se convoca una jornada de lucha y una huelga general en solidaridad con Gaza. José Luis Carretero

Más de 40.000 civiles palestinas y palestinos han sido asesinados en Gaza, entre los que había cerca de 20.000 niñas y niños. Las personas desaparecidas bajo los escombros o mutiladas son incontables. Su número se desconoce y, quizás, no se sabrá nunca. Las enfermedades provocadas por el hacinamiento y la falta de recursos sanitarios básicos, los abortos, los traumas psicológicos de la población infantil y la brutal expansión del número de huérfanas y huérfanos, están provocando una quiebra social sin precedentes entre la población palestina.

Las universidades y escuelas gazatíes han sido borradas del mapa por los bombardeos indiscriminados, dejando a la población sin posibilidad de recrear su propia cultura. Los asesinatos de las fuerzas de ocupación se han centrado en el profesorado y el personal sanitario, para provocar el colapso del conjunto de la sociedad. Se han asaltado los hospitales y se ha dejado a las personas enfermas morir sin asistencia médica. El hambre y las enfermedades han sido utilizados como arma de guerra, así como el desplazamiento forzado de la población y el uso de matanzas indiscriminadas para provocar el más absoluto terror.

La estrategia israelí, sin embargo, ha llegado a un callejón sin salida. La idea de provocar “conmoción y pavor” con una demostración de violencia extrema y desproporcionada, para implementar una limpieza étnica que permitiera retomar el control de Gaza tras el éxodo forzado de la población palestina a Egipto, ha fracasado. La resistencia palestina continúa combatiendo entre los escombros, ejecutando una persistente guerrilla urbana entre los edificios destruidos con el apoyo masivo de una población sometida a la devastación provocada por el enemigo.

Israel ya no sabe que hacer. Su estrategia era provocar el terror entre la población gazatí para forzar su huida, pero, un año después, ya no tiene ninguna posibilidad de alcanzar algo parecido a una “victoria” que le permita alcanzar sus objetivos. Sin un acuerdo de alto el fuego no recuperará a los rehenes con vida y la idea de hacer desaparecer a Hamas de la ecuación política palestina por la vía de implementar matanzas contra la población civil ha demostrado ser una estupidez criminal. El gobierno israelí ha impulsado la unidad estratégica de todas las milicias gazatís, al margen de su ideología política o religiosa, y la activación de las fuerzas solidarias con Palestina en todo Oriente Próximo.

Israel tiene ahora un procedimiento abierto por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia y destacados miembros de su gobierno han sido colocados en busca y captura por el Tribunal Penal Internacional. El intento de los gobiernos occidentales de silenciar la oposición al crimen de masas cometido sobre la población civil de Gaza, generando una ventana temporal que permitiera al gobierno israelí llevar a cabo la limpieza étnica programada, ha fracasado también. La mayoría de los gobiernos del Sur Global han mostrado una abierta simpatía con el pueblo palestino y han desenmascarado públicamente la estrategia de “dejar hacer” de Occidente. La prohibición y represión de las protestas en lugares como el Reino Unido o Alemania, junto a las acusaciones de “antisemitismo” contra los grupos activistas (algunos de ellos, de hecho, de confesión judía), no han podido detener las muestras de solidaridad de la juventud y la clase trabajadora con la población de Gaza y su resistencia a las masacres.

Gaza es el parteaguas ético de nuestra generación. La “solución final” que Netanyahu quiere implementar en Gaza sólo puede ser respondida, por toda persona de buena voluntad y con una fibra moral y humana suficiente, con una absoluta condena y con una solidaridad activa y firme con el pueblo palestino.

Gaza es el futuro que nos espera: la guerra global contra el Sur y las “naciones oscuras” por parte del Occidente. Gaza es el escenario de un genocidio colonial que prefigura las relaciones internacionales futuras entre los aliados de un Imperio en decadencia y las naciones emergentes y los pueblos sometidos del Sur. Si no lo impedimos, Gaza será uno de los primeros actos de un gran drama global que multiplicará la destrucción, la muerte y las masacres durante el próximo siglo.

Occidente se rearma para evitar su pérdida de hegemonía y da plena libertad para masacrar a sus aliados más estrechos. Nuestro país multiplica su gasto militar mientras deja que se degraden los servicios públicos como la educación o la sanidad. Nos están preparando para la guerra, y el silencio sobre Gaza es la vacuna contra toda resistencia a su proyecto suicida.

No quieren que veamos Gaza, porque no quieren que veamos lo que viene: el colapso de los servicios públicos, la militarización de la sociedad, el apartheid racial y religioso, el desangrado de la juventud obrera en las trincheras y la esclavitud laboral.

No vamos a hacer las guerras de los ricos. No vamos a asistir impávidos a un genocidio televisado. No vamos a morir entre el fango y la sangre por la Coca Cola y los fondos de inversión. No vamos a dejar que nuestros servicios públicos y nuestros derechos civiles y laborales sean transmutados en bombas sobre Gaza, o sobre cualquier otro sitio que hayan decidido los milmillonarios y sus marionetas políticas.

Queremos poder mirar mañana a los ojos de los seres humanos que amamos, y decirles que hicimos cuanto pudimos por frenar el genocidio.

Gaza es el filo ético de nuestra generación. Cerrar los ojos a Gaza es cerrarlos a un mundo que merezca la pena vivir.

Por eso el próximo 27 de septiembre estaremos en la jornada de lucha convocada y participaremos en la huelga general que vamos a convocar.

(Publicado en Kaos en la Red, el 9 de septiembre de 2024)

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