Protectorado. Farruco Sesto
Sentado en la terraza de un café, converso con un amigo de izquierda que ha vivido toda su vida en Galicia, pero que conoce bien Europa. La agradable luz de un sol de invierno, que va amarilleando cuanto toca con su posición inclinada, no impide que conversemos de política. O mejor dicho, de geopolítica. De hecho, es el tema central de nuestra conversación.
Hacemos un repaso al mundo, a las tensiones internacionales y conflictos que tienen lugar en los distintos escenarios, a América Latina, que mi amigo conoce más o menos bien y, por supuesto, nos concentramos finalmente en la postura rusa, que ve amenazada su seguridad, ante el agresivo cerco de la OTAN.
Ambos estamos de acuerdo en la incuestionable razón que tiene la Federación de Rusia para exigir que cese la amenaza real a su pueblo y a su propia existencia soberana.
Pero en la conversación vamos más allá. O, mejor dicho, yo voy más allá. Me desahogo en una crítica personal a la UE, que tanto daño nos ha hecho a los venezolanos, como a muchos otros pueblos y naciones del mundo. Y la cosa viene de lejos. Desde que aquellos desalmados imperios europeos invadían nuestras tierras, saqueaban nuestros bienes y sojuzgaban a nuestras gentes.
Y le digo a mi amigo que así son las vueltas de la historia con sus humores cambiantes y sus paradojas. Que, si no fuera por lo dramático, hasta sería divertido contemplar al deshilachado resto de aquel conjunto de imperios, convertido hoy en un protectorado de los EEUU.
¿En un protectorado? me pregunta mi amigo ¿cómo es eso?
Bueno, le digo. No tengas duda. Admítelo. Es así. Europa está sometida a lo que pudiéramos denominar con cierta ironía “Neocolonialismo del siglo XXI”, bajo la forma de un protectorado.
Es una evidencia de libro de texto. Porque en las cuestiones generales, como el tema militar, el factor financiero, el tono cultural predominante (me refiero al que fija la posición en el tablero) o las relaciones internacionales, la verdad es que el mando y el control los tiene el protector, que no es otro que el gobierno de los EEUU.
Y para ello cuenta con la colaboración y el sometimiento expreso de las élites “locales”, las de las instituciones europeas de gobierno, a las que delega el mando en la administración de los asuntos domésticos y sus políticas internas.
Desengáñate de cualquier idea contraria, le digo con vehemencia a mi amigo. La cruda realidad es que vives, mejor dicho, estamos viviendo, en un protectorado.
Él me mira en silencio, toma un sorbo de café sin azúcar, entorna algo los ojos e inclina un poco la cabeza hacia adelante. Yo presumo que asiente.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 10 de febrero de 2022)