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Seminario de primavera 2025. Sesión 4

Política de bloques y multilateralismo

Sesión 4, 18 de mayo de 2025

Tema: Trump 2.0

Grabación en audio: https://go.ivoox.com/rf/147177198

(Ponencia presentada por Gueorgui, ingeniero aeronáutico, miembro del FAI; condensada por Gueorgui, Montse y Manuel Pardo y ampliada con los comentarios del debate)

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1. Relaciones internacionales

Examinando los primeros 100 días del segundo mandato de Trump, y reconociendo que es todavía muy pronto para analizar un mandato que apenas se está iniciando, sí parece obvio que la nueva administración estadounidense ha entrado en tromba implementando medidas a un ritmo vertiginoso, con un gran impacto en Estados Unidos y en el resto del mundo, y que algunas de ellas tienen reminiscencias del primer Trump a la vez que se presentan de un modo más desafiante y sin escrúpulos. Aquí el protagonismo lo tienen sin duda los aranceles, anunciados primero durante la campaña electoral y que, con idas y venidas, con tiras y aflojas, están ya siendo cuantificados y programados temporalmente. Los aranceles no eximen a los aliados occidentales de EE.UU. ni a los orientales como Japón o Corea del Sur. Tampoco a sus vecinos más próximos como es el caso de Canadá en su frontera norte o de Méjico en su frontera sur. Si bien esta política pretende ser un medio para recomponer la debilitada industria de EE.UU. y depender en menor medida de las importaciones extranjeras, su alcance real es mucho mayor por ser un arma claramente política con un destinatario principal que es China. El intento de desestabilizar a esta gran potencia económica de Oriente tuvo ya sus antecedentes en el primer mandato de Trump mediante provocaciones en Hong Kong, el mar de China meridional y Taiwán, e iniciando una guerra comercial de la que EE.UU. acabó desistiendo. En su segundo mandato, Trump no ha dudado en anunciar aranceles de hasta un 145% a productos chinos, a lo que China ha respondido con una serie de medidas económicas y comerciales contundentes:

  • Rechazo de aviones estadounidenses: varias aerolíneas chinas han cancelado pedidos de aviones Boeing, lo que ha afectado significativamente a esta empresa de EE.UU.
  • Aumento de aranceles: Pekín ha elevado los aranceles a productos estadounidenses hasta un 84%, en respuesta a los gravámenes impuestos por Trump.
  • Restricciones a importaciones: China ha suspendido la compra de ciertos productos agrícolas y tecnológicos de EE.UU., afectando sectores clave como la aviación y la electrónica.
  • Alianza comercial asiática: China, Japón y Corea del Sur han fortalecido su cooperación económica para contrarrestar el impacto de los aranceles estadounidenses.
  • Tierras raras: China ha anunciado restricciones a la exportación de tierras raras y metales clave. Las tierras raras comprenden un grupo de 17 elementos químicos, incluyendo el neodimio, el galio y el samario, que son fundamentales para la fabricación de dispositivos electrónicos, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y sistemas de defensa. Aunque su nombre sugiere escasez, en realidad existen en diversas partes del mundo, pero China ha desarrollado la infraestructura más eficiente para procesarlas y convertirlas en productos comercializables, manteniendo un dominio casi absoluto en las transacciones de estos elementos esenciales para la industria tecnológica moderna. Con un control cercano al 90% de la producción y exportación mundiales, esta ventaja comercial de China ha servido de herramienta geopolítica frente a potencias como EE.UU. Se calcula que la dependencia del suministro chino se mantendrá aproximadamente hasta 2030. Otros países están diversificando su acceso a estos materiales y acelerando proyectos de minería y tratamiento, pero su puesta en marcha no es inmediata: Japón, por ejemplo, ya ha invertido en tecnologías de reciclaje de tierras raras para reducir la dependencia de China. Por su parte, EE.UU. ha reactivado minas como Mountain Pass en California. Asimismo, investigaciones del MIT han desarrollado imanes eficientes sin tierras raras (neodimio), lo que podría disminuir la necesidad de estos materiales en el futuro.

Pero más allá de los aranceles de EE.UU. a China, la política estadounidense para desestabilizar este país y mantenerlo sometido a su hegemonía tiene puesto el foco en la isla de Taiwán. Así ha sido claramente durante la administración Biden que, abandonando cualquier tipo de ambigüedad estratégica, actuaba como si la política de One China [Una sola China], sostenida durante décadas anteriores, casi no existiese. En el caso de estos primeros 100 días del segundo mandato de Trump, la postura de EE.UU. parece recuperar una cierta ambigüedad estratégica y generar incertidumbre en la región, evitando comprometerse de forma explícita a defender la isla en el caso de que hubiese una intervención militar china para recuperar el control sobre ella. Trump ha sugerido incluso que Taiwán debería pagar a EE.UU. por su defensa, comparando la relación con un “seguro”. Sin embargo, en una actualización reciente de la página web del Departamento de Estado de EE.UU., se ha eliminado la frase siguiente: “nosotros no apoyamos la independencia de Taiwán”, lo que supone un cambio significativo en la política oficial estadounidense, y que ha sido interpretado por China como una “grave regresión” de la nueva administración Trump.

Relaciones con Rusia

Tras la interrupción de contactos oficiales ente EE.UU. y la Federación Rusa desde 2022, Trump ha iniciado conversaciones directas con Vladimir Putin y ha nombrado representantes para reanudar la relación bilateral entre ambos países. En cuanto al conflicto armado en Ucrania, no ha dudado en responsabilizar exclusivamente a Biden de su estallido, como si EE.UU. no hubiera tenido nada que ver con ello durante el primer mandato de Trump. Más aún, a modo de primus inter pares, Trump ha expresado su voluntad de ser el intermediario entre Kiev y Moscú para alcanzar un acuerdo de paz. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha declarado que Rusia está “lista” para negociar un acuerdo que ponga fin al conflicto, pero sin renunciar a ninguna de sus exigencias, más concretamente a las explicitadas en junio de 2024, durante el mandato de Biden. Mientras tanto, EE.UU. continúa suministrando armamento a Ucrania además de información táctica de ataque y defensa para su ejército con los medios disponibles sobre el terreno así como aéreos y satelitales.

Palestina

Lo que fue el apoyo incondicional a Israel durante la primera administración de Trump —reconociendo Jerusalén como capital en 2017 y patrocinando dos ataques masivos sobre la Franja de Gaza, uno en 2017 y otro en 2018— en concordancia con su política de desestabilización en Oriente Próximo —alimentando la guerra en Siria; ocupando parte de su territorio; saqueando el petróleo de ese país; asesinando de forma conjunta, mediante un ataque con dron en Bagdad, al general iraní Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Al Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, a Abu Mehdi Mohandes, jefe adjunto de la Movilización Popular de Irak, y a una docena de colaboradores—, no solo se está manteniendo en el segundo mandato de Trump sino que está alcanzando cotas inusitadas de barbarie al igual que ocurrió anteriormente durante la administración Biden. Se continúa con el apoyo político y militar de EE.UU. a Israel en su fase de genocidio en Gaza y de limpieza étnica en Cisjordania. En su recién estrenada presidencia, Trump desterró cualquier duda al respecto al expresar públicamente, sin empacho alguno, la idea de convertir la Franja de Gaza en la Costa Azul de Oriente Medio una vez despoblada y arrasada del todo. Por su parte, el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (HAMAS) ha responsabilizado directamente al gobierno de Trump por las matanzas perpetradas en la región, señalando que el apoyo estadounidense ha sido fundamental para la continuidad de los ataques israelíes.

Relaciones con la Unión Europea

Trump ha reintroducido aranceles al acero y aluminio, afectando exportaciones europeas por valor de 26.000 millones de euros. En respuesta, la UE ha impuesto contramedidas, incluyendo aranceles a productos estadounidenses como el whisky, el bourbon y las motocicletas Harley-Davidson, a lo que Trump ha reaccionado amenazando con un arancel del 200% al vino europeo si la UE no retira sus gravámenes sobre el whisky estadounidense. Asimismo, Trump ha mantenido una postura crítica hacia la UE, calificándola en varias ocasiones como un bloque que se aprovecha de EE.UU. en términos comerciales. Aparte de ello, ha amenazado con la aplicación de sanciones si los países de la UE no aumentan su gasto en defensa.

Relaciones con la OTAN

Trump ha exigido que los países pertenecientes a esta alianza aumenten su gasto militar hasta el 5% del PIB, una cifra muy superior al compromiso actual del 2%, y ha amenazado con reducir el apoyo de EE.UU. si los países miembros no cumplen con sus obligaciones financieras. Esto ha generado incertidumbre sobre el futuro de la OTAN y ha obligado a los países europeos a considerar estrategias de defensa más autónomas.

Groenlandia

Trump ha expresado interés por anexionarse Groenlandia, territorio danés autónomo, lo que ha generado tensiones con Dinamarca y la comunidad internacional. Argumenta que esta isla es estratégicamente importante para la seguridad nacional de EE.UU. y ha señalado que su administración está explorando opciones para aumentar la presencia estadounidense en la región, incluyendo inversiones en infraestructura y cooperación militar. En respuesta a ello, el primer ministro de Groenlandia, Jens-Frederik Nielsen, ha rechazado tajantemente cualquier intento de anexión, afirmando que “Groenlandia no pertenece a nadie más” y que su futuro será decidido exclusivamente por sus habitantes. Dinamarca, por su parte, ha reforzado el compromiso con Groenlandia y ha iniciado conversaciones para modernizar su relación con el territorio autónomo. Sin cejar en su empeño, Trump ha amenazado con el uso de la fuerza militar para asegurar el control de Groenlandia. Mientras tanto, la Unión Europea y la OTAN guardan silencio o se limitan a emitir tímidos comentarios de desaprobación.

Impacto en España

En el caso de España, la base militar de Rota sigue siendo un punto estratégico clave para EE.UU. a pesar de las turbulencias en las relaciones con Europa. En contraste, la administración Trump ha mantenido buenas relaciones con Marruecos, lo que ha generado especulaciones sobre posibles cambios en la estrategia estadounidense en la región.

2. Trump y el Estado Profundo

Todo lo relacionado con el llamado Estado Profundo en EE.UU. está envuelto en un juego de sombras, por ello no resulta fácil de interpretar, al menos por ahora, la retirada de financiación y los recortes presupuestarios que la nueva administración Trump está planteando en los casos siguientes:

  • Departamento de Estado: reducción prevista de casi un 50% de su presupuesto, lo que supone cerrar misiones diplomáticas y eliminar la financiación de organizaciones internacionales como la ONU y la OTAN. Asimismo, se prevé reducir el presupuesto de los programas de cooperación internacional y de asistencia social en el interior del país y en el mundo.
  • National Endowment for Democracy (NED): Trump pretende que el Congreso retire la financiación de esta fundación en 2026.
  • U.S. Agency for International Development (USAID): el cierre de esta agencia ha sido una de las primeras medidas adoptadas por el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Como consecuencia de ello, cerca de 2.000 empleados han sido despedidos y otros miles más han sido puestos en baja administrativa.

Lo ocurrido con USAID y NED causa extrañeza por haber sido dos de las principales herramientas de injerencia e intervención en el mundo para EE.UU., usadas con frecuencia para impulsar y subvencionar grupos y movimientos sociales que desestabilizaban países y gobiernos según los intereses estadounidenses. Una justificación esgrimida ha sido que se estaban destinando fondos a programas ideológicos alejados de las políticas del Gobierno actual. Sin embargo, también podría ser que la nueva administración esté tratando de desmantelar las estructuras del Estado que obedecen a unos intereses oligárquicos distintos a los suyos. En este sentido, el objetivo consistiría en purgar y controlar el Estado Profundo en función de los intereses que Trump representa.

3. El trumpismo

¿En qué se parece Trump a EE.UU. y al revés? ¿Es una anomalía en la historia de EE.UU. o una evolución del propio sistema? Es necesario entender en qué momento se produce esta situación, hay que ir hacia las lógicas que están detrás.

Globalización

Tras el estancamiento de los desarrollos económico-industriales del llamado ‘Primer Mundo’ durante las últimas fases de la Guerra Fría, gran parte de los procesos de extracción de materias primas y transformación en productos de consumo fueron trasladados a regiones con costes de mano de obra inferiores, es decir, con niveles de explotación más intensos. Se trataba de reducir costes y de extraer más beneficios. Sin embargo, esta globalización implicó que se produjeran enormes desarrollos industriales en países emergentes en detrimento de los países desarrollados. La nueva competencia global dio como resultado el traslado de plusvalías al llamado ‘Tercer Mundo’ y la reducción de rentabilidad en las metrópolis occidentales, lo que disparó procesos de inversión especulativa y de financiarización. En paralelo al retroceso social que tuvo lugar, algunos grupos oligárquicos resultaron enormemente beneficiados, los “globalistas», mientras otros fueron claramente perjudicados: en general, todos los relacionados con los negocios nacionales. Los eslóganes trumpistas de America First [EE.UU. Primero] y Make America Great Again (MAGA) [Hacer EE.UU. Grande Otra Vez] buscan el apoyo de estos grupos económicos nacionales y de las masas empobrecidas por las políticas globalistas. Sin embargo, bajo esta aparente discontinuidad, subsiste el neoliberalismo en boga desde décadas anteriores con su afán de reducir el poder estatal frente al de las grandes corporaciones y de aligerar las cargas fiscales para las empresas. Trump sigue este curso y pretende hacerlo además a grandes pasos. Si el Estado del Bienestar construido en los países occidentales tras la Segunda Guerra Mundial fue debilitado con el proceso de deslocalización industrial, las políticas de Trump, más allá de su retórica populista prometiendo la creación de puestos de trabajo, lo está terminando de destruir en EE.UU. y en el resto de los países occidentales, lo que aventura un probable regreso a las condiciones de explotación previas a la Primera Guerra Mundial.

Identidad nacional y chovinismo

Las identidades nacionales aparecen superpuestas en diferentes territorios, países y Estados en todo el mundo. Son el resultado de una infinidad de desplazamientos migratorios, conquistas, colonizaciones, anexiones y procesos tanto de confluencia como de independencia. Las identidades nacionales se caracterizan por sus rasgos identitarios culturales, lingüísticos, religiosos, también raciales…, y por su autopercepción de comunidad con intereses propios. La dinámica histórica ha generado entidades políticas, los Estados, que muy rara vez agrupan poblaciones con identidades nacionales homogéneas. Esto solo ocurre en países muy pequeños y constituye una excepción en el mundo, porque lo normal es que diferentes comunidades con identidades culturales específicas convivan en los mismos territorios y compartan instituciones políticas. También puede darse el caso de poblaciones que, teniendo una identidad nacional común, se hayan dispersado por territorios diversos abarcando varios países con instituciones políticas diferentes (los procesos migratorios han resultado en la extensión de ciertas comunidades a diferentes territorios o países). O que determinadas poblaciones con identidades culturales específicas se hayan constituido en hegemónicas dentro de un país o territorio por múltiples motivos que incluyen conquistas, anexiones o simples agrupaciones políticas a conveniencia de las élites dominantes en cada momento. El hecho de que, en un determinado Estado, una comunidad concreta pueda resultar hegemónica no necesariamente implica un proceso de imposición cultural, aunque en ocasiones así lo sea o lo haya sido. En cambio, sí puede suponer una amenaza de desaparición para la lengua y las costumbres de determinadas comunidades. En casos extremos, esa hegemonía puede implicar el sometimiento de unos pueblos por otros llegando al exterminio físico, como la entidad colonial sionista de Israel pretende llevar a cabo en Palestina. Asimismo, en determinadas naciones, son comunes comportamientos supremacistas en base a determinadas características, económico-sociales, raciales o culturales, que justifican el sometimiento o la marginación de otros pueblos. Decir también que las identidades nacionales y culturales existentes hoy en el mundo, todas ellas, son el resultado de procesos de aglutinación y hegemonía de otras anteriores, aunque en la actualidad estén en proceso de recesión. La colonización europea del mundo, especialmente en los siglos XIX y XX, ha generado situaciones convulsas en todos los continentes, pero en territorios como el europeo, el asiático, el africano o el americano, las diferentes comunidades nacionales y culturales se mezclan y superponen con una estructura realmente fractal. Esta complejidad común en todos los países del mundo desata procesos de secesión y de concentración y reforzamiento. Resulta relativamente fácil alentar a determinadas comunidades nacionales en recesión de un país a que constituyan movimientos independentistas o a que, en base a determinadas justificaciones históricas, reales o construidas, traten de expulsar a otras comunidades de otros territorios. Resulta también fácil aglutinar y cohesionar a un país contra otro mediante discursos chovinistas, supremacistas y victimistas. Sobre el innegable derecho a subsistir culturalmente y a gestionar los asuntos que, como comunidad, conciernen a los pueblos, tenemos un enorme repertorio de herramientas para desestabilizar y devastar países. Ejemplos muy nítidos aparecen con la desintegración de la URSS y de Yugoslavia, pero también con la devastación de Libia y Siria. Uno de los resultados de estos procesos es la apropiación de ciertos países por minorías nacionales tóxicas, muy agresivas que traspasan ampliamente la línea del fascismo. Esto puede verse nítidamente en Kosovo, Polonia, y las repúblicas bálticas, pero también con más resistencia interior en Georgia o Moldavia. El trumpismo se encuentra actualmente en un proceso de exaltación nacional estadounidense con sus eslóganes de America First y Make America Great Again que obedecen, por una parte, a un proceso meramente demagógico para crear una masa social que apoye los programas políticos que se proponen ejecutar y, por otra, a un programa económico de reconstrucción de las capacidades económicas primarias y secundarias en EE.UU., más allá de la acumulación de capital llevada a cabo con las capacidades terciarias que ha caracterizado el periodo del globalismo fracasado para dicho país. Esto no significa que el trumpismo renuncie a sus ambiciones de hegemonía global en el mundo, aunque la vea amenazada, sino que está transitando desde lo que ellos consideran un ejercicio de poder blando, por brutal que nos haya parecido, a uno duro, por el que no renuncian al empleo directo de la fuerza. Esto ayudaría a comprender el freno puesto a las organizaciones de injerencia y desestabilización internacional como USAID y la NED, y la apuesta por reforzar las capacidades militares de EE.UU.

Inmigración

La devastación imperialista de ciertos países en fase de desarrollo genera una presión migratoria imparable hacia los países desarrollados. Millones de personas tratan de llegar a EE.UU. y a Europa buscando una vida mejor. Los sectores más despiadados en la explotación económica de las personas favorecen la inmigración ilegal a través de bandas mafiosas que trasladan masas ingentes de personas con riesgos enormes para su vida al cruzar fronteras y mares en condiciones muy precarias, pagando por ello precios descomunales que hipotecan su existencia si sobreviven al viaje. Pero esto solo es la presión económica sobre los países en desarrollo; además está la presión de las guerras imperialistas: Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, Ucrania… han sido países desestabilizados primero e intervenidos y devastados después por Occidente, por los países miembros de la OTAN básicamente. También Centroamérica y otros países de América Latina como Venezuela, Ecuador, Perú o Colombia sufren o han sufrido procesos similares junto con multitud de países de África o de Asia occidental. En cuanto a los países cuyos gobiernos resistieron un tiempo, la presión del aislamiento, los embargos, las sanciones y la propaganda desarrollaron una acción corrosiva con el propósito de ir descomponiendo sus sociedades. En la campaña de descrédito ha participado, a veces con entusiasmo, la llamada izquierda woke de los países desarrollados, con campañas activas de acogimiento de refugiados procedentes, en una gran mayoría, de los sectores de la ‘Oposición’ apoyada por Occidente (legiones de guarimberos, corta-cabezas del ISIS o mercenarios en retirada). Tanto la inmigración económica como esta inmigración ‘política’ generan grandes distorsiones en las sociedades que reciben a los inmigrantes. En primer lugar, trabajan en condiciones inaceptables para los trabajadores locales, algunos en condiciones de auténtica esclavitud, y esto presiona a la baja las condiciones de vida para los habitantes del país. Además, se generan bolsas de miseria y marginación que pueden contribuir al aumento de la delincuencia y el consiguiente rechazo social. También puede darse el caso de que los inmigrantes sean favorecidos con subvenciones y condiciones de vida que los habitantes del país no disfrutan, criminalizando de paso a los gobiernos de los países de procedencia. Esto es muy nítido en los casos de Venezuela o Ucrania. Esas masas de población acceden en los países desarrollados a los servicios públicos de salud, educación o vivienda, saturando o simplemente haciéndolos insostenibles. Esto genera no pocas dificultades y tensiones en la sociedad que son aprovechadas de forma oportunista en el caso del trumpismo. En cuanto a la izquierda woke, no analiza las causas profundas de estas tensiones migratorias ni admite sus consecuencias. En su papanatismo, presiona para que se acojan indefinidamente a inmigrantes y refugiados. Además, establece principios sagrados a este respecto y anatemiza cualquier intento de análisis y, sobre todo, de visibilización de las causas profundas, que son el saqueo de los países en desarrollo y su devastación con guerras para, bien reemplazar sus gobiernos por otros afines a las condiciones de sometimiento y explotación, bien como escarmiento y amenaza para cualquier país que pretenda resistir.

Protección del medio ambiente natural y cambio climático

Es una verdad objetiva que el despilfarro que provoca la economía capitalista amenaza seriamente el medio ambiente, generando destrucción de los espacios naturales y destrucción de especies, lo que resulta en una pérdida irreparable del patrimonio genético de la vida en la Tierra. Enormes cantidades de alimentos acaban en el vertedero mientras el 11% de la población mundial sufre desnutrición. Una masa enorme de la población dispone de alimentos que apenas permiten su mera supervivencia mientras que un 26% padece sobrepeso, también debido a una alimentación inadecuada. Son bien conocidas las prácticas comerciales de obsolescencia programada y la presión consumista para renovar y desechar productos aun en condiciones de utilidad. Todo eso mantiene la máquina capitalista en marcha galopando de una crisis de superproducción a otra que obliga periódicamente a destruir bienes e instalaciones industriales para controlar los mercados. El problema es el capitalismo, pero nos hacen creer de un modo religioso que el problema se limita a las emisiones de CO2 que impulsan el cambio climático a pesar de que si algo se ha mantenido constante en el clima de la Tierra desde edades geológicas es que cambia constantemente. Mientras convencen a la gente de que es su actitud individual y su forma de consumo lo que puede “salvar al planeta”, orquestan un nuevo ciclo de inversión y acumulación capitalista a través de un nuevo ciclo económico basado en la economía verde. La religión en que han convertido la consciencia ecologista de la sociedad, distrayendo a la población de las verdaderas consecuencias del despilfarro capitalista, resulta extremadamente fácil de ridiculizar. El trumpismo construye una parte de su discurso demagógico negando el cambio climático o el calentamiento global y con ello criticando las medidas y subvenciones que favorecen a los sectores económicos que se benefician de esta transformación tecnológica e industrial, sin dejar de ofrecer por ello más consumismo y despilfarro, y beneficiando de paso a determinados sectores industriales que sí son una verdadera amenaza para el medio natural y humano.

Feminismo e identidad de género

La lucha de las mujeres por alcanzar un desarrollo social y humano pleno equivalente al de los hombres se extiende con intensidad en el último siglo y medio. El nivel de progreso es muy variable en diferentes países y sociedades tanto en el plano formal, de derechos y obligaciones, como en el plano factual comportamental, donde persisten numerosos atavismos que lo limitan. Este desarrollo social y humano se encuentra inevitablemente limitado al menos por las condiciones de clase derivadas de la sociedad capitalista. El movimiento feminista, o una parte de él, se ha visto empujado desde hace algunas décadas a una deriva hacia planteamientos victimistas y supremacistas, androfóbicos en el límite, y sobre todo hacia la llamada identidad de género como manifestación social opuesta a la rigidez del sexo biológico. Todos ellos eliminan o tergiversan los componentes de clase en la lucha de las mujeres y atomizan la sociedad buscando enfrentamientos entre hombres y mujeres, entre heterosexuales y homosexuales. En su visión más simplificada, trasladan la idea de la electividad social de la identidad de género al “derecho de elección de sexo” y tratan de normalizar procesos sociales infames como la mutilación de menores confundidos con la liquidez del género/sexo o la comercialización del sexo y la prostitución bajo planteamientos de libertad individual frente a la explotación y sometimiento de las personas que estas prácticas necesariamente implican.

Nada que criticar a la lucha de las mujeres por su emancipación, en cada país y sociedad, ni al derecho de cada persona a sostener las relaciones afectivo-sexuales que le parezcan más convenientes bajo premisas de respeto mutuo y derecho tanto a la intimidad como al no avergonzamiento. Sin embargo, la izquierda woke ha adoptado plenamente los planteamientos líquidos sobre identidad de género, elección de sexo biológico y prostitución, creando de nuevo preceptos religiosos que permiten ejercer verdaderos procesos de anatemización y persecución ideológica. El conflicto social que acarrean es, una vez más, un filón demagógico para el descrédito de la izquierda y son una parte importante del discurso trumpista.

Contra-ideología

Podría decirse que en el trumpismo hay más elementos contra-ideológicos que ideológicos. Se ve más una crítica y un ataque a otras ideologías, incluso con exageraciones y distorsiones, lo que hace muy difícil extraer un conjunto de ideas ordenado. En cambio, sí se aprecia un conjunto ordenado de ideas en la ideología woke: es una ideología de laboratorio diseñada por los poderes globalistas como una herramienta entrista en los medios de comunicación, en los partidos políticos y en las organizaciones que persigue dividir y atomizar la sociedad con la destrucción de los movimientos de izquierda, y dar vía libre al poder de las corporaciones frente al Estado. Ahí Trump ha encontrado un buen filón para construir un discurso demagógico a su favor. La campaña de propaganda woke impulsada por las fundaciones de Soros, Gates o Buffet y asumidas por la socialdemocracia y la izquierda reformista, pero también por la derecha moderada y los partidos ecologistas, no solo ha desacreditado el discurso de la izquierda transformadora en el mundo, sino que provoca un profundo rechazo en la población que es utilizado por la extrema derecha. Comúnmente los planteamientos woke son calificados de “comunistas” y son exagerados y distorsionados hasta el ridículo por Trump y por personajes afines en el mundo. El planteamiento provocador y disruptivo de Trump es mimetizado, incluso exagerado, por personajes como Milei en Argentina, pero también por Meloni en Italia, Abascal en España o Marine Le Pen en Francia. En distinta medida, utilizan el rechazo a la inmigración, a las campañas de naturalización del cambio de sexo, o al discurso simplista e interesado del calentamiento global para generar indignación y movilizar a su electorado. Los poderes globalistas tratan de desacreditar tanto a Trump como a dirigentes de otros países que se enfrentan a sus intereses estableciendo equivalencias ideológicas. La propaganda globalista, la socialdemócrata en particular, trata de asociarlo con Vladimir Putin, o con Viktor Orbán, o con Robert Fico, y con líderes de la extrema derecha como Giorgia Meloni o Marine Le Pen, incluso con Santiago Abascal o Javier Milei, simplemente porque todos rechazan los planteamientos de la escuela woke patrocinada por las fundaciones de Soros y Gates, entre otros, y asimiladas por la progresía occidental institucionalizada. Pero, desde luego, no todo discurso de rechazo a los planteamientos woke significa que haya un alineamiento con la extrema derecha. Otros dirigentes critican profundamente, desde planteamientos, conservadores o no, el discurso woke y alertan de su efecto en la sociedad y su influencia en las decisiones políticas que toman muchos gobiernos. El hecho de que Xi Jing Ping, Vladimir Putin o Robert Fico rechacen estos planteamientos, o de que Orban haya expulsado a las organizaciones de Soros de Hungría, no significa que compartan los planteamientos histriónicos de extrema derecha de los anteriores. Estos dirigentes no siguen dócilmente desde sus gobiernos las directrices guerreristas procedentes de las fuerzas hegemónicas del imperialismo sino que las critican. No acatan, o simplemente bloquean, muchas de las decisiones en el seno de la UE, la OTAN, o de sus propios países. No puede decirse lo mismo de la derecha liberal, la socialdemocracia, los verdes o la izquierda institucional, que colaboran plenamente con la campaña rusofóbica y la escalación permanente de la guerra en Ucrania, con la criminalización de China o con la devastación de Siria, por poner algunos ejemplos.

En definitiva, los planteamientos simplistas del trumpismo deben ser reemplazados por una crítica sería y profunda de los planteamientos woke, devolviendo a su justo lugar la defensa de las identidades nacionales, la preservación del medio ambiente natural, la lucha de las mujeres, de los homosexuales, y, sobre todo, visibilizando las raíces profundas de estos problemas, que no son otras que las dinámicas sociales que imponen el capitalismo y el imperialismo en el mundo.

Referencias:

Lidia Falcón y otras, “Democracia Woke

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