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Sobre la intervención occidental en Afganistán y las perspectivas que se abren tras su retirada formal

En fechas recientes, el FAI sostuvo un prolongado debate alrededor de la aparente retirada de las fuerzas de EEUU de Afganistán.

En el documento anexo hemos recogido los aspectos fundamentales de nuestro análisis, del que sigue una síntesis:


Sobre la intervención occidental en Afganistán y las perspectivas que se abren tras su retirada formal.

Síntesis de los debates

  1. Antecedentes históricos y sociológicos

Se trata de un territorio con gran diversidad étnica, cuyo mosaico se superpone a los países limítrofes. Es eminentemente rural, de manera que prima una concepción arcaica de la vida, con una organización feudal muy conservadora, vinculada a la tierra y con un enorme sentido de independencia. Es una sociedad tribal, aunque debemos alejarnos de la caricatura que suele hacerse de un pueblo como incapaz de organizarse y en permanente conflicto de unos con otros.

Los vínculos tribales en Afganistán se extienden más allá de sus fronteras, en especial, hacia Paquistán, en donde la etnia Pastún es también mayoritaria, al igual que en Afganistán. Esta división es consecuencia de la partición que hiciera el Imperio Británico para proteger a la India del avance del Imperio Ruso (la línea Durand, que marcaría el límite de su colonia) y que se trasladaría a las fronteras de Paquistán tras su independencia y la partición de la India.

La alimentación del conflicto entre India y Paquistán y el respaldo constante de EEUU a este último han sido elementos esenciales de su geopolítica para Asia

  1. Guerra imperialista en Afganistán:

Pese a las características de su sociedad, en Afganistán fue posible organizar la convivencia según estándares del mundo desarrollado tras la Revolución de Saur, la primera revolución socialista en el mundo musulmán.

Sin embargo, EEUU deseaba implicar a la URSS en una guerra que le diera su revancha tras la derrota de Vietnam. Aparece el islam político radical como instrumento de dominación. El islam político sustituye la importancia de las luchas populares y las contradicciones globales del propio capitalismo, por una visión teológica del mundo. El Islam político se alinea con el campo del capitalismo dependiente y el imperialismo dominante. Defiende el principio del carácter sagrado de la propiedad y legitima la desigualdad y todas las exigencias de la reproducción capitalista.

Las condiciones de precarización, miseria y exacerbación de los conflictos tribales son el terreno propicio para la extensión de una visión milenarista del mundo. Una lluvia de dinero de las monarquías del Golfo permitiría desatar la feroz guerra tribal de los muyahidines contra el gobierno socialista, desde el territorio franco de Paquistán.

La ofensiva obligó al gobierno socialista afgano a pedir ayuda a la URSS, muy renuente a implicarse. Su intervención duró desde 1979 hasta 1988, ya exhausta por el colapso inducido por la presión occidental y encaminándose ya a su rendición al capitalismo. Durante todo este tiempo, la CIA impulsó enormemente el cultivo del opio para financiar la guerra.

También en este periodo aparece la figura de Bin Laden organizando a los mercenarios y surge Al Qaeda como la organización terrorista que prestaría grandes servicios al imperialismo para desestabilizar países de mayoría musulmana y gobiernos díscolos, en especial, tras el colapso del bloque socialista, utilizando todos los medios de comunicación para ensalzar a auténticos terroristas y mercenarios como luchadores por la libertad.

Tras la retirada soviética, EEUU se desentendió por un tiempo de los destinos del país, confiado en que la guerra abierta entre clanes terminaría de destruirlo. El gobierno socialista aguantaría hasta 1992, en que se constituyó un gobierno islamista interino y los señores de la guerra se repartieron el territorio, pero continuaron las luchas entre ellos.

En ese período hizo su aparición el movimiento de los talibanes, refugiados afganos en Pakistán, estudiantes en las madrasas paquistaníes de la versión más rigorista del islám wahabita impulsada por Arabia Saudí. Pese a su brutalidad, fueron vistos con cierta simpatía por el pueblo afgano, toda vez que prometían terminar con la corrupción y la inseguridad. EEUU ve la oportunidad de intervenir de nuevo, apoyando ahora a los talibanes para asegurarse un gobierno amigo.

Sin embargo, el gobierno de los talibanes resultó reacio a las condiciones de EEUU; tras el derribo de las Torres Gemelas y con el pretexto de que los talibanes no quisieron entregar a Bin Laden, supuesto inductor del supuesto atentado, los EEUU invadieron Afganistán en octubre de 2001 en una operación que estaba ya planificada y en lo que la propaganda vendería como el primer hito de su “guerra global contra el terror”.

En su invasión, serían apoyados por señores de la guerra agrupados en la Alianza del Norte, que vendrían a constituir el gobierno títere tras el desalojo de los talibanes. La OTAN participaría en la invasión a partir de 2003, en su primera operación como alianza militar fuera del espacio euroatlántico.

  1. Consecuencias de la ocupación

En los 20 años de ocupación, la realidad sobre el terreno ha sido la de un control relativo sobre las ciudades y un poder muy difuso en las áreas rurales, disputado siempre con las distintas fuerzas de la insurgencia; unos elevadísimos niveles de corrupción; el mantenimiento de las precarias condiciones de vida y limitaciones de derechos (pese a la propaganda occidental sobre el efecto de la invasión en los derechos de las mujeres) y una extensión nunca vista del cultivo del opio como primera fuente de financiación de la propia ocupación.

  1. La aparente retirada

Nos falta perspectiva para considerar la retirada de EEUU y sus aliados de Afganistán como una derrota del imperialismo o se trata, simplemente, de una reordenación de sus fuerzas.

Sabemos de la vigorosa expansión de la influencia China en toda Eurasia y más, si bien, las características de su expansión difieren radicalmente del modelo imperialista occidental, basado en la imposición por la violencia de sus intereses y en la explotación de territorios, sino que busca siempre alcanzar acuerdos entre dos partes en las que ambas salgan beneficiadas.

Esto está dando lugar a un juego de alianzas cambiantes: Pakistán, tradicional e incondicional aliado de EEUU en la zona, está virando hacia China a través de acuerdos comerciales; India, tradicional aliado de la antigua URSS en tiempos de su rivalidad con China, se encuentra hoy entregado a los EEUU en su politica anti China; y el nuevo gobierno de Afganistán parece también aproximarse a China, que ve con preocupación el fermento del terrorismo islamista en la provincia de Xinjiang.

Para China, es esencial el acceso al Golfo Pérsico por tierra; el tránsito discurre necesariamente por Afganistán. También para Rusia es fundamental un Afganistán estable a las puertas de las naciones de mayorías musulmanas de su órbita.

También la caotización de Afganistán impide el acceso de India al petróleo y gas del Caspio, frenando su desarrollo. India es hoy rival de China y en ese aspecto, EEUU trata de exacerbar la relación conflictiva entre los dos países, pero no por eso favorece el desarrollo de India. Afganistán es un obstáculo aún mayor para el desarrollo de India que de China.

De ahí el esfuerzo de EEUU, un imperio en decadencia, por caotizar el territorio para crearle problemas a sus rivales. Así se pueden entender los acuerdos con sus antiguos enemigos, los talibanes, para entregarles el gobierno. Las rivalidades tribales alimentadas durante decenios, junto con un ingente arsenal abandonado prácticamente intacto, suponen será el caldo de cultivo para una continuada desestabilización en el ámbito de las potencias emergentes (Rusia, China, Irán, India).

Resulta revelador la práctica coincidencia del abandono de Afganistán para volcarse hacia el cerco naval a China, como su gran competidor último, tras la alianza creada por las principales potencias anglosajonas para el despliegue de submarinos nucleares, conocida como AUKUS.

El abandono de Afganistán pues, hay que contemplarlo en este contexto: el imperio en decadencia, cada vez más tensionadas sus fuerzas, abandona un territorio lejano y difícil, habiendo preparado las condiciones para la inestabilidad y el caos en el flanco débil de China, que impida su radicalmente diferente modelo de expansión, para concentrar sus esfuerzos en el cerco marítimo a esta potencia emergente.

La intervención de EEUU y sus aliados en Afganistán pone en evidencia la constante del imperialismo de intentar frustrar cualquier expresión de soberanía para lograr sus objetivos económicos. Se trata de no permitir que las regiones del mundo se desvinculen de la acumulación capitalista. Las intervenciones imperialistas se convierten así en una fábrica de estados fallidos.

(Descargar síntesis en PDF)

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