A propósito de la guerra. Farruco Sesto
Siendo un hombre de paz, como lo soy, me veo obligado a escribir sobre la guerra.
Me refiero a la guerra en su manifestación como conflicto armado. Porque sobre el otro tipo de guerra, como la que estamos viviendo en Venezuela, también cruel, también perturbadora de la vida, también destructora y causante de infinitas víctimas, eso no parece importarle demasiado al mundo “civilizado” de Occidente, que es quien nos agrede.
En fin, aquí van algunas reflexiones personales sobre la guerra. En principio, para declarar que no me siento identificado con el lema NO A LA GUERRA. Lo considero hipócrita, parcializado y oportunista, en este caso invocado contra una guerra cuya génesis comenzó mucho antes y no necesariamente por voluntad del pueblo ruso. En todo caso, me sentiría más a gusto, y hasta lo suscribiría, si el lema en cuestión se expresara en plural: NO A LAS GUERRAS. Así al menos estaría apuntando, y perdóneseme la metáfora, con el arma de la paz en todas direcciones, aunque fuera simbólicamente y con un cierto grado de inocencia.
Y hablo ex profeso de inocencia, porque ni siquiera lo considero realista. Pues aparte de que las guerras siempre nos son impuestas por los poderes dominantes, hay algunas que, incluso, parecen ser inevitables para la construcción de la paz y la justicia y tenemos que saber afrontarlas hacia la victoria siempre. Como las guerras defensivas a las que tenemos que acudir para derrotar al invasor (léase Vietnam o Síria). O como las guerras de independencia y emancipación (léase Angola). O como aquellas generadas por un golpe fascista (léase España). O como, en general, todas las guerras de los pueblos que insurgen contra la opresión cuando demostradamente es la única vía que el poder opresor les deja.
Ahora bien (estos artículos siempre me quedan cortos en el espacio asignado) lo que yo quiero decir es, sobre todo, que las guerras de hoy siempre forman parte del capitalismo. Son intrínsecas a ese sistema. Surgen en él, o viven de él, como el gusano en la guayaba. No conocemos otras.
Yo nací en el 43 en plena guerra europea, también llamada mundial. Y eso es lo que he visto, o de lo que he sabido, aquí y allá. Las guerras son intrínsecas al capital, a su control, a su desarrollo, a sus contradicciones, a su lógica, a su economía, a sus ambiciones de dominación, a sus perspectivas geopolíticas, a su visión del mundo.
El socialismo, de por sí, no produce guerras. No está en su naturaleza. Se pueden citar algunos encontronazos relámpago como los de Vietnam-Camboya y China-Vietnam en 1978 y 1979 pero que cualitativa y cuantitativamente carecen de significación en la escala planetaria. La guerra, y una vez más hay que decirlo, es un producto genuino de la cultura del capital. En el capitalismo, la guerra corre por sus venas. Acudamos a la memoria histórica para comprobarlo.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 17 de marzo de 2022)