Canción de la rosa de papel
El Estado canalla (más conocido como España) está a la defensiva. O sea, la famosa «democracia consolidada» de la que tanto se ufanan y que en seis años ha crujido a un millón largo de personas (1.089.917 según el Ministerio del Interior) con la «ley mordaza» y, en muchas ocasiones, como consecuencia de manifestaciones, concentraciones, ocupaciones y demás. El encarcelamiento del rapero Pablo Hasel ha sido el detonante de un malestar que, a día de hoy, se ha extendido por 39 ciudades, grandes y no tanto, con enfrentamiento con la policía. No está nada mal, pero que nada mal.
Al hilo de ello, ya tenemos el consabido discurso sobre lo inaceptable de la violencia y todos, casi sin excepción, se han lanzado a criticar. Unidas Podemos está dando una de cal y otra de arena, acuciada por lo que supone estar dando cobertura a la represión y ver cómo se está ejerciendo. Pero lo que nadie dice es que es una violencia política, no es gratuita. Y sobre todo, que la movilización más importante está en Catalunya donde, por otra parte, fue detenido el rapero. Y cómo los sentimientos independentistas han sido, están siendo reprimidos con fuerza desde el 1 de octubre de 2017 y por eso se estalla con tanta contundencia y facilidad.
Y aquí volvemos a donde siempre: al principio, o sea, a la raíz. De ahí viene radical, precisamente, de ir a la raíz. Y la raíz es que la violencia la ejerció el Estado cuando detuvo al rapero por unas letras y unas canciones. Hasta que no ha sido evidente eso no se han movido ni el gobierno, que ampara a torturadores (su propio ministro de Interior), ni los partidos políticos. Y eso, con mucha cautela para que el costuraje neofranquista no se agriete aún más. Y por eso la gente estalla, porque ya está bien de inacción (como con la promesa de derogar la «ley mordaza», que es lo que está en el origen de todo).
No se puede decir «quédate en casa, que ya lo hago yo» cuando no es sabido ni cómo ni cuando se hace algo (de nuevo la «ley mordaza»). Así que se protesta. Y para que la protesta sea efectiva, no tiene que ser una procesión sino una acción. Es la evidencia de la desconfianza ciudadana con una «clase política» que tiene muy escasa credibilidad, que es inoperante con los de abajo y sumisa con los de arriba. Especialmente, en Catalunya.
Y como tras las elecciones catalanas del pasado domingo las fuerzas independentistas (o soberanistas, si se quiere) ganaron con mucho, se está dando un serio toque de atención hacia dónde se tiene que caminar y cómo se tiene que actuar con España. Porque aquí, el gobierno catalán actual ha actuado de mamporrero del gobierno central (no en vano ha sido la policia catalana la que ha detenido al rapero).
Está sorprendiendo la amplitud de la protesta y de la rapidez con que se ha generado. Y aquí habría querecordar a un poeta valenciano, Vicent Andrés Estellés, y su «Canción de la rosa de papel»:
Hubo interrogatorios;
nadie sabía nada.
Pero, como una consigna,
circula secretamente
de mano en mano, por todo el pueblo,
una rosa de papel.
Ya no es momento de aceptar nada, ya ha habido suficiente tiempo para cumplir alguna promesa. A nivel catalán y fuera de allí. La represión se agudiza y no solo allí (como en Linares o en Valencia, por ejemplo) y solo cabe una respuesta: la que se está dando. Y no se puede hablar de minorías, sino de una cierta complicidad social con los manifestantes. Sobre todo, en Catalunya. Cuando se reprime como se hace en el Estado canalla (o en Francia con los «chalecos amarillos») la respuesta no puede ser otra.
Esto no es nuevo. Muchos teóricos de la liberación social y política lo abordaron. Por ejemplo, Frantz Fanon, de quien ya os he puesto algunas cosas. Hace un año y medio escribí «la ira de Fanon» para abordar la situación en Ecuador y Bolivia y lo que estaban haciendo sus dirigencias, la Conaie en un caso y Evo Morales en otro. Habría que releer a gente como Fanon para entender qué está pasando. Cómo se pierde el miedo popular a ejercer la autodefensa y cómo es importante comprender que romper el discurso del monopolio de la violencia por parte del Estado es muy importante para que el Estado se guarde la ropa. Fanon dice, en «Los condenados de la tierra», que «la violencia de la calle libera mentalmente a los individuos respecto a la opresión».
Aquí estamos ahora. Dure lo que dure, la protesta está teniendo un éxito doble: el primero, a nivel internacional. La «democracia consolidada» no puede ocultar sus carencias. El segundo, porque obliga a todo el mundo a retratarse. Por eso Unidas Podemos está tratando de nadar y guardar la ropa, porque ya no cuela su sostenido discurso de sostén del sistema.
El uso popular de la fuerza siempre da resultados, aunque no se vean de manera inmediata. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, esto es lo mismo que está ocurriendo ahora mismo con Irán. No hace mucho os comenté que Irán había afirmado que el 21 de febrero retirará el permiso a los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica para visitar sus instalaciones si EEUU no levantaba las sanciones y los vasallos europeos (Gran Bretaña, Francia y Alemania) no cumplían sus compromisos. El 21 es pasado mañana y el nerviosismo occidental es tan patente que EEUU ha dicho que puede negociar y lo ha hecho con tres movimientos in extremis: aceptar la invitación de sus vasallos europeos para «discutir formas de reactivar el acuerdo nuclear con Irán», revocar las últimas medidas de Trump de imponer todas las sanciones de la ONU a Irán y levantar parte de las restricciones al movimiento de diplomáticos iraníes en Nueva York.
La moraleja es bien clara: quien no lucha, no gana. Os dejo con el poema, bellísimo y combativo.