Chile, otra vez la esperanza. Cristóbal León Campos
El reciente triunfo de Gabriel Boric en la elección presidencial de Chile levanta una nueva llama de esperanza para el pueblo de la nación suramericana, que ha sido vilipendiado durante los años crueles de la dictadura pinochetista y por las políticas devastadoras del neoliberalismo, siendo justamente este país el laboratorio de las medidas económicas más extremas administradas desde Washington, cuyos efectos repercutieron en la vida de millones de seres humanos en el mundo y, especialmente, en América Latina.
La derrota de la derecha neofascista y pro-dictadura en Chile es un golpe directo al reacomodo de fuerzas conservadoras que hemos observado en los últimos tiempos a lo largo del mundo. Además, es sin duda una sacudida directa a los intereses del imperialismo estadounidense, habiendo sido el mayor impulsor del Golpe de Estado que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende, e impuso la cruel dictadura de Augusto Pinochet en 1973. En la primera vuelta de la elección, el resultado preliminar anunciaba ventaja para el candidato de la ultraderecha, pero ahora la victoria de Boric hace resurgir a la izquierda con la participación decidida y mayoritaria del pueblo, la clase trabajadora y los sectores populares, que desde octubre de 2019 han venido resistiendo con protestas, manifestaciones y una dura lucha por cambiar su realidad, que, entre otras cosas, ha dado lugar al proceso constituyente que se encarga de la redacción de una nueva Carta Magna.
El primer discurso del presidente recién electo deja entrever algunos temas prioritarios de su próximo gobierno, todos elementos y sectores sociales excluidos durante décadas; por ejemplo, Boric se expresó sobre el papel vanguardista de las mujeres chilenas: “quiero agradecer a las mujeres de nuestra patria, que se organizaron para defender los derechos que tanto les ha costado alcanzar […] El derecho a voto, el derecho a decidir sobre su propio cuerpo […] Cuenten con nosotros, ustedes serán protagonistas de nuestro gobierno”.
Asimismo, consciente del complejo panorama que se tiene enfrente, de los retos inmediatos si en verdad se desea transformar a la sociedad chilena, mencionó que: “los tiempos que vienen no van a ser fáciles, debemos hacer frente a las consecuencias sociales, económicas y sanitarias de la peor pandemia que ha vivido nuestro país en más de un siglo, y también a los motivos de un estallido social que siguen aún presentes y vigentes”. Sin olvidar, el nuevo gobierno tendrá que saber cumplir las demandas sociales de las que el mismo presidente electo ha formado parte por su militancia, pero enfrentará el desafío de saber concretar todo aquello por lo que han luchado.
La constituyente es uno de los caminos fundamentales para el nuevo Chile, y también, uno de los procesos más relevantes para toda Nuestra América, por su significado y por ser una muestra de que es posible, sí así lo concretan, transformar las realidades desde una serie de acuerdos fundamentados en el reclamo social-popular. Ante ello, Gabriel Boric ha dicho: “Defenderemos el proceso constituyente, que es motivo de orgullo mundial. Es la primera vez que escribimos una Constitución de forma democrática. Cuidemos este proceso para que sea una Carta Magna fruto del acuerdo y no de la imposición”.
No tengo duda de que la mayoría de los pueblos latinoamericanos celebramos el triunfo del pueblo chileno y deseamos que la esperanza se haga realidad.