Chile, una decisión histórica. Cristóbal León Campos
Hoy el pueblo chileno acudirá a las urnas para finalizar un largo e histórico proceso que puede remitirse a varias décadas atrás, y que, en los últimos tiempos, sobre todo desde los primeros años del siglo XXI, se ha acrecentado por su intensidad y trascendencia. La voz de millones de hombres y mujeres se plasmará para afirmar con un SÍ o desdeñar con un NO la propuesta de la nueva Constitución.
La constituyente, su existencia y proceso que culmina este domingo, al menos en su parte reciente y preparativa de la que podría ser elegida como la nueva Carta Magna, es resultado indiscutible de ese proceso largo que se originó con el fin de la dictadura de Augusto Pinochet -cuya Constitución promulgada en 1980 sigue vigente, representado un grillete que ha servido para mantener inamovible una serie de estructuras sociales, económicas y políticas arcaicas y antidemocráticas, estructuras a las cuales se ha enfrentado el pueblo chileno en los últimos años-, y que con la rebelión de octubre de 2019, mostró a millones de seres humanos en las calles manifestándose y resistiendo la represión del entonces presidente Sebastián Piñera. Hoy, ese mar de gentes, de proletarios, estudiantes e integrantes de los sectores populares tiene la oportunidad-responsabilidad de sufragar para determinar el fin de uno de los últimos resabios de la inhumana dictadura.
Este proceso constituyente no ha estado exento de contradicciones, tanto al interior de quienes integraron la convención como representantes de los diversos sectores del pueblo, como por el inicio de un nuevo gobierno encabezado por Gabriel Boric, señalado como parte de una “nueva ola de progresismo”, aunque en los hechos y desde su comienzo, muchas de sus formas se han alejado de las alianzas de la izquierda continental y han puesto en duda sus alcances reformadores. Además, en las semanas previas, se han incrementado los conflictos con las comunidades Mapuches, siendo un sector social de su importancia y cuya actividad política de resistencia ha marcado también las últimas décadas.
La nueva Carta Magna tiene en su interior una serie de reformas que propician el camino legal para la restauración de muchos de los derechos elementales humanos violentados por las insanas décadas del neoliberalismo chileno, sectores como las mujeres, los propios pueblos originarios y la clase trabajadora pueden verse beneficiados por la implementación de la nueva Constitución, por ello, se presentaron una serie de conflictos internos en la constituyente, ya que los grupos conservadores buscaron bloquear o invalidad reformas plasmadas a favor de los sectores sociales mencionados, esto, sin que olvidemos que la ejecución de las reformas propuestas en el documento constitucional a elegir, no evaden factores contradictorios por la lógica del capitalismo, que serían reformulados, pero no eliminados en su totalidad. Los conflictos con la comunidad Mapuche tienen su origen profundo en esas contradicciones, pues la lógica comunitaria de los pueblos originales es por naturaleza contraria en su totalidad a la voracidad acumulativa del capitalismo.
El pueblo chileno tiene una oportunidad histórica de reformular varias estructuras de su sociedad, algo que esperamos ocurra y de lugar a grandes transformaciones sociales, económicas y políticas, toda nuestra América espera ver una “hermosa plaza liberada” cargada de justicia y dignidad popular.