Diálogo con el enemigo. Farruco Sesto
Hay una serie de palabras que, según el sentido con que se usen, ponen en evidencia las formas que adquiere la política. Entre ellas: debate, acuerdo, confrontación, negación, condición, disposición, diálogo. Y así.
Hay otras, a su vez, que son reveladoras de los factores que participan en esa ecuación de la política. Como, por ejemplo: amigo, aliado o adversario. Y también enemigo.
Ahora, en estos tiempos en que las formas de la política en Venezuela, están marcadas en buena parte por el diálogo, vale la pena reflexionar un poco sobre ello.
Particularmente para señalar que, en nuestro caso, el diálogo que se estima oportuno no tiene lugar con el amigo, y ni siquiera con el adversario, sino sobre todo y fundamentalmente con el enemigo.
Yo lo entiendo así, a efectos prácticos, más allá de las definiciones del diccionario. Amigo es aquel que te quiere y con el cual compartes lealtad y amor. Adversario, o antagonista, o rival, o contrario, es aquel con el que se compite en función de un objetivo igual o parecido. ¡Ah, pero enemigo…! Enemigo es aquel que te odia y te intenta destruir. En nuestro caso, destruir lo que nosotros representamos y el futuro posible que promovemos. Destruir el sentido de nuestro trabajo. E incluso, la esencia de nuestro ser.
Por eso insisto y quiero destacar, que, en nuestro caso, el diálogo está teniendo lugar con el enemigo. Aquel que tiene por objetivo principal sacarnos de la escena. Eliminarnos.
Lo que pasa es que, hasta ahora, no pudo lograrlo. Habiéndolo intentado por todas las vías posibles, no ha sido capaz de destruirnos. Y por eso, no por por ninguna otra razón, las circunstancias, particularmente aquellas de carácter geopolítico, lo han ido conduciendo hasta aquí, hasta el punto de tener que aceptar el diálogo como un trámite inevitable.
Pero, atención, el enemigo o, mejor dicho, esa conjunción de enemigos internos y externos, oligarcas apátridas unos e imperialistas los otros, con los que se buscan acuerdos operacionales, no va a parar en ningún caso de buscar nuestra aniquilación.
¡Ah! ¿Y entonces? Bueno, no importa. Nosotros tenemos la sabiduría infinita de un pueblo curtido en siglos de resistencia. Yo tengo fe en nuestros dirigentes. Creo en lo que ellos hacen y en la manera en que lo hacen. Quiero decir que los apoyo a plenitud. ¿Es la hora del diálogo? Pues dialoguemos. Que por nosotros no sea. Sabiendo que nuestra palabra es sagrada, pero no así la del enemigo.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 15 de diciembre de 2022)