El avance de Ómicron. Cristóbal León Campos
La nueva variante del Covid-19 avanza, amenazando con generar un incremento masivo de contagios y muertes de forma masiva en el mundo; Ómicron ha despertado la vigilancia global de la pandemia que parecía haberse adormecido tras los victoriosos discursos de mandatarios y empresarios, la realidad es que la afectación sigue y no se avizora realmente un cambio sustancial para el primer semestre de 2022.
El golpe a la economía proletaria-popular justificado por los capitalistas como un “efecto secundario” del SARS-CoV-2, apenas y comienza a revelar su rostro real; la inflación galopante anunciada como algo “normal”, es realmente otro de los resultados de las economías desplanificadas que apuestan a la ganancia desmedida sin importar el daño a la calidad de vida de los millones de trabajadores y trabajadoras del mundo; la especulación financiera y el arrogante postulado de la compra-venta transnacional que significa la violación de las soberanías nacionales, no dan tregua a la agudización de la crisis consabida desde años atrás, el daño comienza a repercutir de forma mayor y ante la cercanía de cuesta de enero, es difícil esperar un mejor panorama para la economía de la clase trabajadora.
El surgimiento de Ómicron es también una muestra de la desigualdad planetaria, pues su matriz pareciera ubicar en países africanos con una aguda pobreza y marginación, lo que muestra que los daños reales a la economía global del Covid-19, tiene su razón en la propia esencia del sistema, y además de forma muy irónica. Aún hay países cuyos procesos de vacunación van sumamente retrasados, los mismos que se ubican en la parte baja de las estadísticas de desarrollo y que están ligados a condiciones de coloniaje y dependencia por alguna de las potencias mundiales o por la injerencia del imperialismo estadunidense; pero a pesar de que sin duda estos países resienten de forma muy violenta los estragos de la pandemia, es de notarse de igual forma que es en los epicentros del poder económico, cultural y social de occidente donde los daños han hecho colapsar la imagen de países “desarrollados” y de la propia civilización auto reconocida como hegemónica.
Para Latinoamérica y el Caribe la amenaza de Ómicron aparece en un contexto de profundas contradicciones y en medio de procesos políticos de suma importancia: países como Venezuela, Nicaragua, Chile y Honduras, han vivido elecciones presidenciales o intermedias, quedando la balanza un poco más inclinada hacia los proyectos populares, aunque en el caso chileno es de llamar la atención el viraje hacia el candidato ultraconservador, olvidándose en apariencia las protestas que desde octubre 2019 sacudieron a esa nación, al igual que el avance de la Constituyente, resultado de las reivindicaciones sociales de los movimientos en lucha. Ha sido en Brasil donde se ha detectado el primer caso de la nueva variante de Covid-19 en un país latinoamericano, y ahora, se ha confirmado un primer contagio en México, país en el que se han incrementado los ataques conservadores al Gobierno Federal y las caravanas migratorias desde Centroamérica, poniendo en la encrucijada la imagen, pero también el rostro, de aquello que dice buscar la transformación de esta nación.
No hay salida fácil de la crisis que ya vivimos y que se extenderá sin importar los anuncios de los poderosos y/o los pronósticos de los economistas sistémicos; la realidad es que bajo el sistema actual, la precarización aumentará y la clase trabajadora deberá tomar conciencia de sí misma para salir de este panorama desalentador que pronto podría agudizarse por el avance de la variante Ómicron.