El juego de las diferencias
Dicen por ahí que el deporte es un juego. Y como ahora están los Juegos Olímpicos y es fin de semana, cuando la gente sale a pasear, saca la bici y esas cosas, es apropiado hablar de ello. Del juego de las diferencias.
Érase una vez un país en el que la gente se enorgullecía de tres cosas: enseñanza, sanidad… y deporte. Ese país es agredido desde hace más de 60 años, cada vez más y cada vez tiene más dificultades, pero hay algo en lo que no falla: el compromiso. En ese país el deporte no está pensado como negocio, sino como una forma de ayuda a mantener la salud de la población, además de como juego.
En ese país, desde el primer momento en el que una panda de desarrapados derrocó al aliado de EEUU, se estimuló la práctica masiva del deporte y la educación física, al tiempo que se hizo gratuito el acceso a todo tipo de espectáculo deportivo. Ello se incardinaba como una de las misiones principales del trabajo comunitario, el propiciar el protagonismo de la comunidad y, así, encontrar en ella sus propios agentes de transformación, potenciar sus auténticos valores para contribuir a su enriquecimiento y rechazar las actitudes pasivas y consumistas. Esto no quiere decir que se lograse al cien por cien, pero desde luego se dio un gran impulso porque así fuera.
En medio de la profesionalización, la comercialización, el robo de talentos y todo eso a que estamos acostumbrados en Occidente, ese país fue luchando contra viento y marea incluso en los momentos más difíciles, cuando no llegaban los instrumentos deportivos necesarios y desaparecían los países con quienes tenía convenios deportivos. Hubo algunos deportistas que desertaron (el brillo del oro), otros que salieron en virtud de convenios con clubes de otros países y otros que se mantuvieron.
Ayer hubo un enfrentamiento entre el desertor y el que se mantuvo. Fue en los Juegos Olímpicos y en boxeo. El primero había abandonado ese país en 2016 y en 2020 el gobierno español, «el más progresista de la historia» (sic) le condedió la nacionalidad exprés, o sea, por la vía rápida y sin cumplir todos los requisitos legales -a través de un real decreto- porque era considerado una «baza segura» para medalla olímpica. Como dice la Federación Española de Boxeo sin ningún rubor, los trámites se hicieron «porque pensamos que sería una buena baza». Y ahí comenzó todo.
El desertor hizo lo que tenía que hacer: ganarse la confianza de quien le pagaba, y bien. Pero nunca ha abandonado el resquemor, ni el odio porque una de las razones para abandonar ese país era que estaba «harto» de que la federación de boxeo de ese país no apostase por él. Porque resulta que el que se mantenía en ese país competía en su misma categoría y le superaba siempre y le cerraba el paso. Y el destino ha querido que el desertor y el que se mantenía, ese mismo que le «cerraba el paso», se enfrentasen en los Juegos Olímpicos.
Y el desertor, ahora nacionalizado español por la vía rápida (dudo que lo lean, pero si alguien lo hace y llega a España en situación irregular ya sabe lo que tiene que hacer para conseguir la nacionalidad exprés) hizo lo que tenía que hacer: arremeter contra el que se mantenía. El desertor dijo al saber qué rival le deparaba el destino que «la pelea tiene connotaciones políticas».
El desertor, desertó de Cuba. El que se mantiene, se mantiene en Cuba. El desertor dijo antes del combate que «el pueblo cubano tiene que seguir luchando y tomar su libertad» y que si ganaba gritaría «Patria o vida». Y como hacen todos los desertores, dijo la bravuconada de «van a rodar cabezas».
El que se mantiene no contestó al desertor. Los medios de propaganda de la burguesía española dejaron entrever que era un síntoma de debilidad, no en vano se creen sus propias tonterías. Tanto que, cuando el desertor perdió, echaron la culpa a los árbitros y dijeron, como el desertor, que había sido una decisión política.
El nombre del desertor, hoy español, no importa. El nombre del que se mantiene en Cuba se ha hecho un poco más grande: Julio César La Cruz. Porque nada más terminar el combate calló al desertor (y a quienes le han estado jaleando) de esta manera:
Como es fin de semana, si queréis entreteneros, buscad las diferencias en este juego (o deporte). Igual las encontráis.
(Publicado en el blog del autor, el 31 de julio de 2021)