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El juramento. Farruco Sesto

Es bien cierto que la literatura universal ofrece infinidad de narraciones que se desarrollan sobre la base de un juramento. A partir de allí se desencadenan todos los vientos de la trama, como algo a esperarse en consecuencia. Todo eso forma parte de nuestro acervo cultural, sin duda.

¿Y la presencia del tema del juramento en la historia de los boleros, explícita o implícitamente? “Tu juramento”, del Trio Matamoros, por ejemplo. O la siempre presente “Nuestro juramento”, del gran Julio Jaramillo. ¿Cuántas veces no las hemos entonado, con esa tristeza alegre de las canciones en grupo?

Es también cierto que estamos acostumbrados al uso común de la frase “juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad” en muchas de las películas con escenas de juicios, con su fiscal, su defensor, y sus testigos, tendiendo a verla, me parece, como una formalidad más, según la rutina.

¿Y cuántas veces nosotros mismos, sobre todo cuando aun éramos muchachos, no hacíamos uso de esa fórmula simple, “te lo juro”, para darle peso y contundencia a cualquier aseveración, por más banal que fuese?

De manera que la idea del juramento está allí como parte de nosotros, como cultura o como costumbre. Como algo que forma parte del decorado de la vida. Importante, pero no trascendente. Digo, hasta que llegó Chávez y nos enseñó a darle otra dimensión más allá.

Pues la verdad verdadera es que nosotros, y hago énfasis en mi caso personal, le pusimos atención al juramento, y aprendimos a considerarlo algo sagrado, solamente a partir del comandante Chávez. Como expresión de un compromiso de vida. Como valor de la palabra dada. Y mucho más en el ámbito de lo político, es decir, en lo referente a lo colectivo.

Ese anclaje al juramento de Bolivar, se hizo profundamente nuestro, en multitud de oportunidades, con el presidente Chávez, y también con el presidente Maduro. “Juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen….” ¡Cómo no recordarlo en estos días de tantas emociones!

De modo tal que, cuando el 10 de enero, el presidente electo Nicolás Maduro Moros haga juramento constitucional de su cargo como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, ante la Asamblea Nacional y, por consiguiente, ante todo el pueblo de Venezuela, todas y todos quienes estamos comprometidos con la patria, haremos nuestro juramento con él.

En mi caso, quiero aprovechar este espacio para anotar algunas de las cosas que están implícitas en mi juramento de ese día. Tiene que ver con un asunto de lealtades.

Lealtad a mí mismo, a quien soy, a un propósito de vida, que nadie como José Martí ha logrado expresar más poéticamente: “Con los pobres de la Tierra, quiero yo mi suerte echar”.

Lealtad a mis jefes y amigos, también maestros de vida, entre los cuales destaco a Alfredo Maneiro, a Aristóbulo Istúriz y a Hugo Chávez, mi querido comandante de los humildes.

Lealtad a mi entrañable Venezuela, a la que tanto debo, a la que tanto amo.

Lealtad al pueblo venezolano y a su proyecto histórico, la revolución bolivariana, representada en esta etapa por el Plan de la Patria y las 7 transformaciones.

Lealtad a mi partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela, nuestro glorioso PSUV y a sus militantes y líderes y lideresas, en todos los niveles de la organización.

Y por supuesto, lealtad a Nicolás Maduro, presidente de todos nosotros, con el mayor agradecimiento por haber sabido dirigirnos hasta este punto en donde estamos, manteniendo siempre la confianza en que nosotros venceremos.

(Publicado en Correo del Orinoco el 9 de enero de 2025)

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