El progresismo y nosotros. Farruco Sesto
Nosotros no somos progresistas, sino revolucionarios. Hay una diferencia sustancial. A partir de esa afirmación sin matices, vale la pena reflexionar un poco sobre nuestra relación con eso que llaman progresismo.
En principio, lo vemos encarnado en algunos intelectuales y círculos académicos, organizaciones políticas y, desde luego, en unos cuantos gobiernos. Entre estos últimos, mientras los hay que han demostrado cierto respeto por quienes somos, hay otros que lo que han mostrado es hostilidad. De manera que el tema se las trae, por las ambigüedades con las que se viste.
Lo primero, entonces, es advertir que ese calificativo pertenece al género de aquellos que, en el tratamiento mediático de la política, adquieren un significado distinto dependiendo de quien lo use y en que contexto. Por lo cual, el abanico de los progresismos es muy cambiante y difícil de clasificar.
Por lo general, y esto es una observación personal, pienso que, por más que antepongamos una vocación unitaria a cualquier recelo, siempre tendremos dificultades en trabajar con los progresismos que, históricamente, hayan ido moviéndose desde la izquierda hacia la derecha, es decir, desde el trabajo hacia el capital. Y, por el contrario, cuando el progresismo se haya venido aproximando, por así decirlo, desde la derecha hacia la izquierda, que también se ha visto, hay muchas más posibilidades de encontrar espacios de coincidencia. Creo que saber diferenciar la naturaleza de ambas trayectorias, puede ser decisivo a la hora de establecer alianzas.
Alianzas para las cuales debe tenerse claro que el progresismo no solo representa intereses diferentes a los nuestros, sino que esa tibieza esencial que lo caracteriza, cuando se difunde en el seno del pueblo, puede debilitar nuestros planes y estorbar la marcha. E incluso puede servir al enemigo. Tal vez a eso aludía Chávez cuando recordaba refiriéndose a una canción de Alí Primera: “no te dejes engañar cuando te hablen de progreso, porque tú te quedas flaco y ellos aumentan de peso. El progresismo, esa es la trampa del capitalismo, exactamente el discurso tramposo del capitalismo”
Dicho esto, yo pienso que, pese a todo, debemos aprender a convivir con los progresismos. Porque estarán presentes por mucho tiempo todavía en los escenarios donde nos movemos, tanto nacionales como internacionales. Y la mejor manera de hacerlo, a mi juicio, es teniéndolos cerca y trabajar con ellos con franqueza. Pero sin ninguna pizca de ingenuidad. A partir del conocimiento de quienes son ellos y quienes somos nosotros.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 24 de noviembre de 2022)