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El sueño del loco

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El miércoles y el jueves se reúne la OTAN. Mientras los pueblos de los países que la integran languidecen, este engendro militar se reúne en una sede que ha costado 1.021 millones de euros (1.200 millones de dólares). Están de estreno. Y tal vez de entierro.

Pese a toda la parafernalia la OTAN está más débil que nunca y asistiremos a un tira y afloja por gastar el 2% de los Productos Interiores Brutos de los diferentes países en temas militares. La clave de todo la tiene Trump. Como siga empeñado en el tema, la OTAN saltará por los aires. Pero no hay que adelantar acontecimientos porque la reunión se celebrará unos días antes de la que realmente importa: Trump-Putin.

Como se llegue a acuerdos entre ellos lo que adopte la OTAN va a ser irrelevante y este engendro, el único en el que hoy se aferra la hegemonía occidental -especialmente la europea-, va a quedar históricamente tocado. La disminución de las tensiones con Rusia no está en su médula espinal, todo lo contrario, por lo que si Trump decide que hay que dar el paso de reconciliarse con Rusia la OTAN y su parafernalia militarista va a quedar con el culo al aire. La OTAN, la moribunda Europa y el Pentágono son hoy la tríada que está cruzando los dedos para que la cumbre Trump-Putin sea un fracaso.

La OTAN lleva 24 años riéndose de Rusia, cuando el «progre» Bill Clinton decidió pasarse por el forro las promesas hechas a Gorbachov sobre la no ampliación al Este. Una genocida como Madeleine Albright, esa que justificó la muerte de medio millón de niños iraquíes en aras de la «democracia», fue quien dio cuerpo «intelectual» a la expansión hacia el Este. Esta genocida fue la que acuñó el concepto de «amenaza rusa» que sigue vigente hoy. Esto de los «valores democráticos» de Occidente, y de la OTAN, es tan grotesco que no merece ni una palabra.

Sólo un loco, y sólo cuando sueña, es capaz de aceptar semejante estupidez. Pero los locos son imprevisibles e impredecibles. La OTAN es un antro de locos, pero no en el concepto de Roland Laing cuando defendía a los locos argumentando que son aquellos que se niegan a cumplir las normas. Sin una introspección sobre cómo se ha llegado a este grado de paranoia es imposible hablar en serio de la OTAN, que está débil y en un callejón sin salida.

En 2017 la OTAN realizó 28 ejercicios militares, más de dos al mes. Y quien empujó para ello fueron los países europeos. Eso son miles de millones de euros, y de dólares, y eso es lo que pone de los pelos a Trump porque el 80% de toda la carga financiera y militar de la OTAN es de EEUU.

Los rusófobos (Polonia y los países bálticos, sobre todo) están presionando tanto a la OTAN como a EEUU. Hungría, Grecia, Italia y Bulgaria dicen que no, que hay que normalizar relaciones con Rusia. Alemania está entre la espada y la pared con el gasoducto Corriente del Norte 2. Francia también da una de cal y otra de arena… Es decir, ese zombi que es la UE vuelve a mostrar sus grietas. Apuntalar la «solidaridad euroatlántica» frente a la «amenaza rusa» es cada vez más difícil y se está volviendo cada vez algo más ilógico.

Y aquí aparece Trump, un tipo que no ve beneficio alguno en esta historia y que se siente utilizado cada vez más. El G-7 dio una buena muestra de ello. ¿Es Rusia un enemigo existencial? Esa es la gran pregunta que se resolverá en la reunión Trump-Putin y que puede hacer obsoleta a la OTAN. Porque la OTAN, que va de estupidez en estupidez como la que acaba de decir al felicitarse porque «cuatro países de la OTAN acaparan el mundial de fútbol» (sic), se ha quejado públicamente porque no ha sido tenida en cuenta para planificar esta reunión trascendental. Eso lo ha reconocido el coordinador de Merkel para los temas otánicos.

La plutocracia de Bruselas está nerviosa. Habla de que esa reunión Trump-Putin «puede descarrilar la OTAN». Los vasallos que no se rebelan por los aranceles, piden aún más a su señor. Pero el señor se está cabreando. La semana pasada dijo en un mitin que «somos los idiotas que estamos pagando por todo, (…) nos matan en el comercio».

¿Cumbre de la OTAN? Atenderla, sí, pero con la mirada puesta en lo importante: el 16 de julio y la reunión en Helsinki entre Trump y Putin.

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