Juan Guaidó o el delirante ‘juego de rol’ de Occidente para derrocar a Nicolás Maduro. Luis Gonzalo Segura
Quizás ya lo olvidaron, pero, en enero de 2019, como si fuera la investidura de un presidente tras unas elecciones generales, Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela. Una declaración que no habría tenido más valor que la del desequilibrado de turno que afirma ser Napoleón de no ser porque unos minutos después, Estados Unidos, el autoproclamado legislador del orden internacional, reconoció a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela —Donald Trump fue el artífice de tal honor—. Comenzaba en ese momento una de las operaciones más kafkianas, extravagantes, esperpénticas —y fracasadas— de la historia para derrocar un gobierno: el denominado Gobierno interino de Venezuela.
Así, en ese momento, hace ahora casi cuatro años, tras no reconocer el resultado de las elecciones generales de 2018 en las que Nicolás Maduro se convirtió en presidente, Juan Guaidó interpretó el artículo 233 de la Constitución como le vino en gana y se convirtió en presidente de un gobierno interino. Tras ello, consiguió congelar los fondos venezolanos en el exterior —Estados Unidos, Reino Unido, Suiza o Portugal— y ser recibido con honores por el presidente de Estados Unidos —luego llegaría las denuncias por opacidad, prácticas corruptas y falta de transparencia, pero para qué hablar de ello—.
EE.UU., el impulsor del ‘juego de rol’
Después de décadas de intentos de derrocar los gobiernos chavistas de Venezuela, dado que la realidad era demasiado dura de afrontar, Occidente decidió optar por una inédita operación: un delirante juego de rol. Como cuando la CIA apostó por controlar la mente; como cuando un niño pequeño se inventa todo un mundo imaginario en el que acontece todo aquello que desea y puede ser lo que le plazca en cada momento; o como cuando unos amigos se reúnen y deciden jugar al rol y creer por unos momentos que son aquello que les hubiera gustado ser.
De esta manera, Estados Unidos impulsó este delirante juego de rol en el que todo pasaba por convencerse y convencer a todos los demás de que las cosas eran tal y como ellos decidieran y no como en realidad son. Si lo pensamos, es el ‘metaverso’ de Zuckerberg hecho realidad.
En un primer momento, se repartieron las cartas que permitían crear representantes en organizaciones internacionales como la ONU o la OEA, presidentes de empresas estatales o instituciones venezolanas o embajadores. ‘Oye, ¡me ha tocado ser el presidente del Banco Central de Venezuela’; ‘¡Y a mí me ha tocado presidir el Tribunal Supremo de Justicia!’; ‘¡Pues yo quería ser embajador en Londres y me ha tocado ser embajador en México!’…
Una vez creado este mundo paralelo e irreal, llegó la hora de convencer al mundo sobre la existencia de esta entelequia. Así, en mitad del delirio occidental, España llegó a dar un ultimátum a Nicolás Maduro para celebrar elecciones, pero no unas elecciones cualquiera, sino unas elecciones en las que los venezolanos deberían elegir presidente al candidato que Estados Unidos desease. Es decir, unas elecciones que no fueran ganadas por Nicolás Maduro o de lo contrario se celebrarían de nuevo las elecciones. Como el día de la Marmota.
Pero no solo fueron Estados Unidos, pues tras ellos medio mundo —Occidental— se unió al que, quizás, haya sido el mayor juego de rol de la historia de la humanidad: Colombia, Brasil, Ecuador o Perú apoyaron el Gobierno del rol de Guaidó —hoy ya no lo hacen—. Además, el Parlamento de la Unión Europea o el inefable Josep Borrell, que se retrató cuando afirmó que el genocidio indio solo fue «matar a cuatro indios», también les reconoció. Gran parte del planeta daba por buena la invención de Estados Unidos.
En mitad de la hipnosis colectiva mundial, llegó la ‘Operación Gedeón’, la cual demuestra hasta qué punto se les fue de las manos el juego y se perdió el contacto con la realidad. Porque pensar que unos pocos militares y mercenarios podrían entrar en Venezuela para derrocar el gobierno de Nicolás Maduro fue casi tan delirante como cuando Juan Guaidó, altavoz en mano, llamó a los altos mandos militares venezolanos a unirse a él y dar un golpe de Estado. No sé, llámenme raro, pero en las dictaduras —pienso en Pinochet o Videla, por ejemplo—, los disidentes no caminan altavoz en mano por las calles pidiendo golpes de Estado. Y si lo hacen duran muy poco.
El juego acaba mal
El final del juego no ha sido el esperado por Occidente, por lo que las noticias al respecto en los medios de comunicación han disminuido en número y han sido condenadas a la marginalidad. Sin embargo, la realidad es inapelable, pues hace solo unos días tres de las cuatro fuerzas políticas que han sido conocidas como el ‘G4’, como si de una gran organización transnacional se tratara, pretendían votar contra Juan Guaidó, el otrora jefe de la Asamblea Nacional y ahora flamante presidente interino. Resulta que ya no quieren al presidente elegido en el juego de rol, ahora quieren a otro u otros —visto que no hace falta ganar las elecciones y basta con conseguir que unos cuantos amigotes y Estados Unidos te apoyen…—.
De fondo, como suele ser habitual, existe una lucha de poder para liderar a la oposición venezolana a la que Guaidó ha querido poner fin, junto a Leopoldo López y su partido, con un golpe de los suyos. Esto es: un golpe de Estado dentro del golpe de Estado del juego de rol. Un ‘no va más’ que va camino de transformarse de desiderátum en non plus ultra. Porque el asunto no pinta bien, aunque, la verdad, siempre pareció que el juego de rol no solo tenía pocas posibilidades de convertirse en realidad, sino que estaba muy mal diseñado.
En total, 72 de los 104 exdiputados que apoyaron a Guaidó en su aventura golpista de 2019 han apoyado ahora la eliminación del gobierno interino y la formación de comités. Lo que hace cuatro años era la esencia de la democracia, el Gobierno Interino, resulta que ya no les parece democrático a estos exdiputados que, hoy en día, ya no son nada ni nadie, pero que siguen votando y discutiendo como si gozaran de un mandato popular eterno. Total, en un juego puedes ser lo que quieras ser y estos individuos se dedican a realizar videoconferencias como si fueran asambleas parlamentarias. Como los que juegan al Call of Duty y creen que el asunto es de verdad. Puesto a delirar, mejor crear un gobierno de comités que uno interino, ¿qué será lo siguiente?
En este surrealista contexto, veintitrés de los exdiputados piensan que la eliminación del Gobierno Interino permitiría el reconocimiento internacional del Gobierno de Nicolás Maduro. Una muestra de gran valor sobre la pérdida de realidad del grupo, pues en la actualidad, la mayoría de los que apoyaron el gobierno interino han retirado su apoyo: de la Unión Europea a Chile, Perú, Colombia o Brasil.
Así, el escenario para el que te has disfrazado de soldado medieval se ha caído, te han matado al Call of Duty, pero sigues jugando. Porque ni siquiera les despierta de la ficción que los recientes sondeos demuestren que el 56,8 % de los venezolanos se mostró partidario de eliminar por completo el gobierno interino y sólo el 15 % se mostró partidario de la persistencia de este órgano, aunque sin Juan Guaidó como presidente. Ellos perseveran, total pueden comenzar la partida de nuevo.
Pero los tiempos cambian y las necesidades de petróleo también, así que, en los últimos meses, Estados Unidos no solo ha rebajado la presión sobre el Gobierno de Nicolás Maduro, sino que ha negociado directamente con él, ha reducido las sanciones, ha liberado presos y ha dado el visto bueno a la reactivación de Chevron en Venezuela, así como a diversas operaciones petroleras europeas. Game Over, ¿o eso era en los videojuegos y este juego de rol es interminable?
(Publicado en Russia Today, el 5 de enero de 2023)