La fiesta geopolítica de Estados Unidos que pagará Europa. Luis Gonzalo Segura
La ‘cena geopolítica de los idiotas’ con la que Estados Unidos, el alma de la fiesta, y su amigo, Europa, pretendían humillar a Rusia, y aprovecharse de ella, terminó en desastre. En guerra. Y, aunque están por ver las consecuencias de este desaguisado, lo que es seguro es que la fiesta acabó de mala manera.
Fue hace treinta años cuando Rusia, en sus momentos más bajos, fue invitada a un gran evento por el popular Estados Unidos, que tan espabilado como acostumbra, pensó que el mejor sitio para celebrar el convite sería la casa de Europa, ese amigo falto de autoestima que va allá donde lo hace el líder y hace cuanto este quiere. Aunque termine pagando los platos rotos, como en esta ocasión.
Antes de acudir a la cena, a Rusia le prometieron que sería una noche de hermandad y, como vive en el mismo edificio que Europa, pensó que sería fantástico mejorar la relación con su vecino y establecer una amistad sincera con Estados Unidos. Incluso pensó, a raíz de las incontables promesas que recibió, que podría formar una asociación con Europa, al fin y al cabo, son los dos propietarios más poderosos del edificio y Estados Unidos vive en otro barrio.
Por ello, la creación de una asociación paneuropea fue la ilusión con la que Rusia acudió al festín. Sin embargo, de lo que realmente se trataba era de una cena de los idiotas, en la que Rusia era el idiota. Y Europa, el pardillo, que ni siquiera atisbaba las intenciones de Estados Unidos y que, además, ponía la casa, la cena y la cama, porque Estados Unidos duerme en el apartamento de Europa siempre que le place, aun cuando después desprecia a Europa a su conveniencia.
Como, por aquel entonces, Rusia tenía debilidad por el alcohol, acudió con unas copas de más. A lo Yeltsin, ya saben. Por ello, en la primera parte de la cena, hasta el año 2004, no solo se rieron de ella, sino que Estados Unidos, mientras Europa se desternillaba jocosa, le fue hurtando esto y aquello. Para cuando Rusia recuperó algo del sentido y comenzó a encontrarse mejor, física y mentalmente, ya era tarde, pues tan solo conservaba una camiseta interior, los calzoncillos y los calcetines (Bielorrusia, Ucrania y Georgia). Pero, aun así, ni siquiera pidió a Estados Unidos y Europa que le devolvieran lo hurtado, sino que no continuaran riéndose de ella y que no le quitaran lo que le quedaba, pues le sería imposible regresar de esa guisa a su casa.
Sin embargo, Estados Unidos, alma de las fiestas y líder universitario, no estaba por la labor, mientras que Europa, ahora algo asustada por las consecuencias, dado que el ambiente se estaba enrareciendo y aquello estaba ocurriendo en su casa y con un vecino, intentó tibiamente calmar la situación, pero para ello debería echar de su casa a Estados Unidos y convertirse en un ente con voz propia. Y eso era demasiado para alguien tan tóxicamente dependiente.
Rusia, se puso seria, y comenzó a elevar el tono. Quería que la trataran con respeto, que no hubiera más fiestas para idiotas en las que volviera a ser el centro de las burlas. No quería más humillaciones. Y, además, exigió que no se les ocurriera a Estados Unidos o a Europa arrebatarle los calzoncillos, la camiseta interior o los calcetines. De lo contrario, respondería con dureza.
Estados Unidos y Europa replicaron con un delirio en términos geopolíticos: los calzoncillos (Ucrania), la camiseta interior (Bielorrusia) y los calcetines (Georgia) tienen voluntad propia y pueden decidir con quien quieren estar… y si quieren estar con nosotros [Estados Unidos y Europa], Rusia debe aceptarlo.
Rusia no daba crédito a esta broma de muy mal gusto, delirante por completo en términos geopolíticos, y aseveró que, si intentaban quitarle lo que le quedaba de ropa, respondería con contundencia. Aun así, Estados Unidos, y Europa ahora ya forzada, comenzaron a quitarle la camiseta interior, los calzoncillos y los calcetines, mientras se reían de Rusia con acusaciones de intransigente por no permitirlo. Aquello era un insulto de tal magnitud que Rusia amenazó con cortar los suministros a Europa. Como respuesta, Estados Unidos y Europa amenazaron con mobbing a escala planetaria a Rusia en caso de no dejar desnudarse por completo. No obstante, Estados Unidos y Europa formaban parte de la pandilla más guay de los alredores.
Rusia no se amilanó: no solo elevó el tono, sino que consiguió retener Bielorrusia y Georgia y sujetó bien fuerte con las manos Ucrania. A Estados Unidos y a Europa le importan muy poco el destino de Bielorrusia, Ucrania y Georgia, y, llegado el caso, no tendrán problemas en tirarlas a la basura, pues de lo que se trata es de humillar a Rusia, de someterla. De acosarla hasta que acepte el papel que Estados Unidos le designe. Incluso, llegado el caso, no tienen inconvenientes en incorporar a Rusia a la pandilla, siempre que haga lo que quieren, se deje someter a las humillaciones y desprecios que sean necesarios o permita que la usen tal y como el líder pretende. Es decir, lo mismo que hace Estados Unidos desde hace décadas con Europa.
La situación se tensó tanto que finalmente Rusia usó la fuerza y recuperó toda su ropa interior y parte de la dignidad perdida. Y, aunque en un estado deplorable, ahora nadie es capaz de saber hasta qué punto las relaciones entre Europa y Rusia podrán mejorar. Resulta también impredecible si a raíz de lo sucedido ambas vivirán un enfrentamiento constante en su propio edificio, algo que produciría unas consecuencias que nadie sabe muy bien cómo puede terminar. Pues el objetivo de Estados Unidos es que Rusia se someta y, para ello, es capaz de presionar a esta hasta desestabilizarla. Pero desestabilizar a un vecino que tiene un arsenal en su casa es, se mire como se mire, una muy mala idea.
Pero eso a Estados Unidos le da igual, porque antes de la cena, Europa estaba pensando en que ya no quería una relación tóxica con Estados Unidos, sino una amistad normal, y Rusia, tras el disgusto, ya no tiene en la cabeza ayudar a China, uno de sus mejores amigos y el mayor enemigo de Estados Unidos, sino en volver a casa y pensar en lo sucedido. Y aunque pensara en ayudar a China, ahora su gran preocupación es Europa.
Así pues, el más beneficiado del enfrentamiento y la enemistad entre Europa y Rusia es Estados Unidos: Rusia no podrá ayudar a China o no lo hará en las mismas condiciones, al menos hasta que no se arregle con Europa, de lo que ya se encargará Estados Unidos que no suceda. Y, Europa, por su parte, se encuentra, de nuevo, sumida en sus peores temores y en plena recaída psicológica, por lo que no podrá abandonar la tóxica relación que mantiene con Estados Unidos, que ha vuelto a su casa a dormir tranquilamente mientras Europa y Rusia no saben muy bien cómo terminará todo (las bolsas europeas se han desplomado, el barril de petróleo supera los 100 dólares y el gas se ha disparado. Y solo es el comienzo).
(Publicado en el blog del autor, el 24 de febrero de 2022)