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Muralla, marcha y memoria. El lince

La Gran Muralla china es la única construcción humana que se puede ver desde el espacio, a una distancia de 600 kilómetros de la Tierra. La Larga Marcha (también llamada Gran Marcha) ha pasado a la Historia, com mayúscula, porque el Ejército Rojo chino recorrió 12.500 kilómetros en un poco más de un año en medio de batallas (más de 600), cruces de ríos, pantanos y montañas que superaban los 4.000 metros de altura. A nadie debería extrañar que los chinos tengan, además, una gran memoria. Sobre todo, porque es un pueblo milenario.

Memoria es algo que no tiene Occidente, que reescribe la Historia o la oculta sin vergüenza alguna. Es lo que pasa con el nazismo. Memoria es algo que no tiene EEUU, porque no tiene Historia. Por eso cuando acontecen momentos históricos, Occidente no sabe qué hacer.

Al margen de Ucrania, o precisamente por Ucrania, el mundo se está reconfigurando a una velocidad pasmosa y Occidente está viéndolas venir. La culpa, o el mérito, la tiene Rusia, que nos ha metido a todos de un empujón en el nuevo mundo.

Al hilo de ello, esta semana han ocurrido varias cosas relevantes, y todas tienen como común denominador China.

La primera, es la certificación oficial por parte del FMI y de la ONU de que China está a punto de convertirse en «un país de altos ingresos», o lo que es lo mismo: el estandar de vida de China será igual al de Occidente. Las cifras oficiales establecen que se es un país de altos ingresos cuando el ingreso per cápita medio alcanza los 12.695 dólares anuales y China está en los 12.551 (os recuerdo que tiene casi 1.500 millones de habitantes) por lo que con un crecimiento estimado del 5’5% para este año (que seguirá siendo el más alto del mundo, pese a la pandemia, que aún sigue, y la crisis de Ucrania) es seguro que lo alcance y supere esa cifra. Pero esto no es solo una cifra, sino el indicativo por excelencia de dónde está el futuro si se tiene en cuenta que el año pasado China alcanzó el logro de erradicar la pobreza absoluta.

La segunda, el rapapolvo que el presidente chino dio a Biden ante el intento de este de presionar, por enésima vez, a los chinos para que condenen a Rusia. Biden, como es habitual en EEUU, cree que sigue siendo el gran matón al que todos tienen que hacer caso y ante el que agachar la cabeza. Y no es el caso de los chinos, que respondieron algo que tendría que hacer pensar: «China tiene un gobierno soberano que toma decisiones basadas en su interpretación de sus propios intereses». Claramente han tomado la decisión de que su alianza con los rusos es más importante y no van a capitular ante cualquier demanda estadounidense.

En esta conversación, los chinos hicieron algo que no suele hacer Occidente: recordar. Es decir, que tienen memoria. China dijo que históricamente EEUU ha hecho varias promesas que no se han cumplido, que ellos, los chinos, son «muy rigurosos» en cumplir con sus promesas y que no ven que la otra parte, o sea, EEUU, lo haga. El caso de Taiwán es evidente.

Los chinos son muy conscientes de que EEUU, Gran Bretaña y Australia están apoyando militarmente a Ucrania con la finalidad de derrotar y/o debilitar a Rusia. Es decir, el AUKUS está en acción. Esta es su gran prueba de fuego con la mirada en China. Y los chinos no olvidan que en 1971, cuando en virtud de la Resolución 2758 de la Asamblea General de la ONU se reconoció a la República Popular China como el único representante del pueblo chino en el organismo multinacional (de naciones) en detrimento de Taiwán, que entonces no se llamaba así, EEUU y Australia votaron en contra (Gran Bretaña lo hizo a favor). La memoria china es muy larga, como cuando respondieron a la OTAN recordando el bombardeo de su embajada en Yugoslavia.

Xi sacó a relucir la expansión de la OTAN en su última conversación con Biden (18 de marzo) como la causa del conflicto en Ucrania. Porque China cree firmemente que la expansión de la OTAN no se va a detener y se va a expandir a Asia, y eso es el origen del AUKUS. Y el precedente de la expulsión del SWIFT no se va a quedar ahí: se hizo con Irán, se ha hecho con Rusia y con toda probabilidad se hará con China. Pero China no es Rusia económicamente, además de que su sistema de transsacciones financieras está mucho más avanzado.

Ucrania es un espejo para China, que ve la misma tendencia de Ucrania en Taiwán (nazificación, venta de armas, promesas occidentales). China tiene claro que mucho rollo de «integridad territorial» en el tema de Ucrania pero EEUU nunca aceptará la reclamación China de que Taiwán es parte de China, por mucho que EEUU hable de atenerse al principio de «una sola China». De hecho, esta expresión cada vez aparece menos en los documentos y comentarios estadounidenses.

La tercera, los movimientos en los países árabes que demuestran la disminución de la influencia de EEUU (Occidente, en general) y que se ejemplifica con la visita del presidente sirio a los Emiratos Árabes Unidos. La bofetada es de las que hacen época. Era la guinda del pastel porque unos días antes tanto Arabia Saudita como los propios Emiratos se habían negado a aceptar las órdenes de EEUU de aumentar la producción de petróleo para bajar los precios y proporcionar suministros adicionales para permitir las sanciones occidentales a las exportaciones rusas de petróleo y gas. Sumad a eso el estrepitoso fracaso del bufón británico cuando fue a Arabia Saudita y transmitió veladas amenazas a los dos países si no se apegaban a la línea occidental sobre Ucrania, imponiendo sanciones económicas a Rusia o romper sus acuerdos de producción de petróleo con ella.

Y el runrún sobre que Arabia Saudita estudia con China fijar el precio en yuanes del comercio petrolero y que no hace más que crecer.

Supongo que sabéis que el gagá Biden ha dicho que «habrá un nuevo orden mundial y que tenemos que liderarlo» porque «ahora es el momento en que todo está cambiando». El empujón ruso ha puesto punto final al «orden mundial» surgido tras la desaparición de la URSS. Esto acaba de ser reconocido por EEUU. El «nuevo orden» que dice Biden es más de lo mismo del de antes, con el añadido de «orden basado en reglas». Su orden y sus reglas, como está quedando claro también.

Pero los tiempos del hegemonismo ya son historia. Un país pequeño, africano para más señas, acaba de demostrar qué se puede hacer con el neocolonialismo. En unos momentos en los que todo Occidente censura todo lo ruso, músicos, escritores y ajedrecistas incluidos, Mali se ha atrevido a devolver la pelota a su ex metrópoli, Francia. El gobierno maliense acaba de suspender la emisión en el país de cadenas de televisión francesas como France 24 y de radio como Radio France Internacional por cómo tratan la situación en el país africano. Macron ha montado en cólera y ha dicho que «es una decisión grave», que «es contraria a los valores del pueblo maliense» y cosas como la libertad de expresión y así. No hace mucho, las tropas francesas tuvieron que salir por patas del país; ahora son sus medios de propaganda. Mali es otro país que va por el buen camino, quitánsode de encima los restos coloniales del todo.

No me negaréis que no es simpático lo de Macron proveniendo del país de la «libertad, igualdad y fraternidad». Como buen occidental, otro que tampoco tiene memoria.

Para remate, el acuerdo nuclear de Irán está al caer. Las concesiones que ha tenido que hacer EEUU son muchas, entre otras lo de quitar a la Guardia Revolucionaria Islámica la etiqueta de «terrorista».

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