Seminario otoño 2024. Sesión 4
EL arriesgado viaje del centro del mundo al multilateralismo»
Sesión: 4, 3 de noviembre de 2024.
Tema: 2008-2019 Nueva Crisis: Colapso del neoliberalismo.
(Ponencia de Joaquín García Arranz)
El Neoliberalismo surge de la crisis del capitalismo del Estado keynesiano que permitió la reconstrucción de Occidente tras la llamada II GM y la competición con la influencia soviética. Implicó la deconstrucción de los “estados de bienestar” con una propuesta que en los 80 se concreta en el Consenso de Washington. Sus propuestas y prácticas han dejado huella durante estos años: reducción del estado, supremacía de la racionalidad del mercado, apuesta por los individuos frente a la idea de sociedad, apertura comercial, liberalización financiera, privatización económica, externalización de fronteras, caída de las rentas del trabajo, desigualdad, libre movilidad de capitales pero no de personas, se antepone el control de la deuda del estado y la inflación al progreso social, seguridad jurídica para los derechos de propiedad…
El neoliberalismo aportó un par de décadas de respiro a la decreciente tasa de ganancia de un capitalismo decadente en Occidente, pero tras ese tiempo se encaminó hacia una crisis estructural y multidimensional que nos habla de un cambio de fase del capitalismo.
Desde sus inicios, la implantación de las propuestas neoliberales conlleva como parte de su ADN la generación y acentuación de las dinámicas de desigualdad, segregando a los colectivos más desfavorecidos y negando abiertamente la existencia de una realidad social para reducir todo a una suma de individualidades. Esta dinámica ha tenido su punto álgido en las crisis cíclicas que seguimos viviendo y que en este siglo podríamos identificar como la de las “.com” en el 2002; la de 2008 de las hipotecas subprime; y la de finales de 2018, que quedó ocultada por la aparición de la COVID 19.
El neoliberalismo en sus crisis no ha sido capaz de resolver en ningún momento la génesis profunda de las mismas; muy al contrario, las ha ido tapando en una estrategia de “patada adelante”. Privatizaciones, deslocalización industrial, mercantilización de todos los aspectos de la vida, desregulación financiera, creación masiva de derivados financieros, emisión sin precedentes de moneda, son algunas de las estrategias de respuesta empleadas para contener el declive del capitalismo de su tiempo, con escaso éxito a medida que transcurre el tiempo. Además durante la era neoliberal las guerras han sido parte del guión encarnado especialmente en los neocon estadounidenses: Afganistán (2001-21), Irak (2003-11 y sigue contra el EI), Somalia (2007-21); Libia (2011); Siria (2014-sigue), toques en Mozambique (contra EI y Al-Qaeda en Cabo delgado), en Uganda, en Yemen (hutíes Oper. Guardián de la Prosperidad).
Tanto el recurso a la violencia como la estrategia de la patada adelante han tenido sus correspondientes puntos de apoyo para intentar mantener un nivel de credibilidad ya perdida: la seguridad y la fascinación tecnológica.
La seguridad es utilizada como instrumento de sometimiento hacia los adeptos y de castigo hacia quienes disienten de su orden neoliberal basado en reglas. La anglosfera ha tenido derecho de veto sobre las grandes instituciones internacionales nacidas en Breton Woods, ha mantenido al dólar como moneda de cambio y refugio, ha controlado las Bolsas internacionales de materias primas, ha dispuesto de la maquinaria de guerra más potente, ha saltado por encima derecho internacional humanitario, ha multiplicado las sanciones que han supuesto un duro castigo para los pueblos, ha prolongado por décadas los bloqueos, ha olvidado que se desarrolla en un planeta con recursos finitos… y siempre ha proclamado la existencia de un enemigo externo del que había que protegerse porque sus propias políticas habían roto todos los límites que el capitalismo se había autoimpuesto para mantener su estabilidad. La libertad en Occidente se ha convertido en moneda de cambio por la seguridad.
La fascinación tecnológica es el fenómeno que aprovechan para generar una sensación de caminar por una senda de “progreso” que permitirá remontar la situación decadente basándose en su anunciada 4ª Revolución Industrial en la que van a converger múltiples ramas del saber y la tecnología, pero con dos problemas que afrontar: el tiempo corre en contra de Occidente y una revolución industrial no se implanta de un día para otro; y que esa revolución va a tener otros protagonistas; aunque todavía EE.UU lidere sectores como el de los chips o algunos aspectos aeroespaciales, China es la gran potencia que lidera ya el desarrollo tecnológico.
En medio de esta encrucijada, a finales de 2018 una nueva crisis se implanta con indicadores económicos generalizados a la baja y países como Alemania en la puerta de la recesión cuando la COVID-19 hizo su entrada en escena. Se agravaban todos los problemas y se sumaban otros nuevos que ponían de manifiesto las grandes debilidades de las políticas implantadas con anterioridad: ruptura de las cadenas de suministros, debilidad de un tejido industrial incapaz de producir mascarillas, peleas entre socios al mejor postor por los respiradores, economías de servicios que habían abandonado al sector primario… Pero el virus contiene una propiedad muy apreciada por las élites del capital: encubre la existencia de la nueva crisis que el FMI calificaba de estructural.
La COVID 19 abre un paréntesis en las tesis neoliberales para dejar todo el peso de la situación en las espaldas del denostado Estado, permitiéndoles repetir recetas ya ensayadas y fracasadas en 2008, salvando a los demasiado grandes para caer, e inyectado más moneda en el sistema, lo que anticipaba una crisis de inflación que golpearía a todo Occidente y que empobrecería a buena parte de sus clases medias, además de castigar aún más a los ya empobrecidos.
En este contexto, el capital internacional en Davos propone una nueva respuesta: el Gran Reset, concretado en un nuevo “capitalismo de partes interesadas». En esta propuesta se critica al capitalismo preexistente a la COVID que se basaba sólo en la rentabilidad de los accionistas, y se afirma que el nuevo capitalismo debe velar por todas las partes interesadas y hasta entonces olvidadas: consumidores, empleados, inversores, suministradores, y comunidades donde se implantan las corporaciones. Y con esta nueva propuesta se reafirma el liderazgo de las grandes corporaciones que son las que han de hacer posible esa 4ª revolución industrial. Una propuesta de escasa credibilidad ya que era poner al zorro a cuidar el gallinero.
El estado debilitado va a desempeñar un nuevo papel mientras sigue desangrándose por la colaboración público-privada: mantener a una parte importante de la sociedad en una supervivencia de mínimos que acentúe su dependencia y conserve el orden social, al tiempo que legitima aquellas políticas e intervenciones necesarias para sostener el orden neoliberal basado en reglas.
En unas condiciones en las que se extiende la desigualdad, la precariedad, en las que los jóvenes no ven perspectivas de futuro y en las que no se hace posible la cohesión social; unidas a una dinámica cultural posmoderna que enaltece la emoción frente a la razón desembocando en la postverdad, a una falta de conciencia política que facilita la instrumentalización, a una izquierda que ha perdido su identidad, a un desarrollo de las redes sociales en las que los youtubers sustituyen a los intelectuales, y a una dinámica de polarización alimentada desde los medios y la propaganda; en este contexto, la extrema derecha ha dado la batalla por rentabilizar el descontento y la está ganando, de modo que extiende progresivamente su peso en las instituciones nacionales e internacionales, siendo la UE un ejemplo palpable de este hecho, como pusieron de manifiesto las últimas elecciones al Parlamento europeo.
Sin embargo, las resistencias no han dejado de estar ahí, pagando un precio cada vez más alto por su disidencia: Cuba, Venezuela, Palestina, Nicaragua, Sáhara… Unas luchas que perduran y que en algunos casos verán pasar ante sí los restos del neoliberalismo que les oprimió. Junto a esto hay que apuntar la emergencia de movimientos de rechazo del neoliberalismo en las sociedades que han sido centro de sus políticas. Movimientos sociales críticos, sindicatos no pactistas, y algunas organizaciones de base, han pretendido ir más allá de la lucha por nuevos derechos, arriesgando y dando la batalla para que además de ensanchar derechos estos se hagan efectivos; todo ello a pesar de esa estrategia de fragmentación y desviación de las luchas en las que el neoliberalismo supo mostrar sus habilidades desde sus principios, fomentando las sectas en América Latina, sustituyendo mediante ONGs la militancia por el voluntariado, al tiempo que privatizaba el papel asistencial del estado.
Las contradicciones internas del neoliberalismo no explican por sí solas su posición de debilidad, las resistencias juegan un papel muy importante. En el camino hacia un mundo multipolar, organizaciones de países como los BRICS+, sin abandonar el marco del capitalismo, han establecido un juego de contrapesos de poder que hacen que la hegemonía de décadas de neoliberalismo se haya debilitado ante una realidad constituida, con proyectos y dinámicas que rechazan la unipolaridad. Países que, por cierto, saben lo que es tener que levantarse desde el subdesarrollo y que han sufrido en sus propias carnes las políticas neoliberales.
La credibilidad del neoliberalismo se ha agotado, su concepción de la democracia en la que la apatía ciudadana era necesaria para facilitar la gobernabilidad, y en la que el sentido democrático lo tenían los mercados que votaban todos los días en ese gran escaparate del crecimiento sin fin que son las bolsas, toca a su fin. No sabemos cómo va acabar esta fase del capitalismo, ni qué precio va a poner la anglosfera a su pérdida de hegemonía, pero sí sabemos que vamos hacia un mundo multipolar en el que el internacionalismo es imprescindible para superar la dinámica de la guerra mundo en que nos encontramos, y para combatir el globalismo neoliberal sin caer en soberanismos nacionalistas replegados sobre sus propios intereses.
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(Acceso a la presentación de la ponencia, aquí)