Seminario otoño 2024. Sesión 5
EL arriesgado viaje del centro del mundo al multilateralismo
Sesión: 5, 10 de noviembre de 2024
Tema: 2014 Comienza la guerra en Ucrania
(Ponencia de José María García Goday)
La guerra en Ucrania se inicia en Febrero del 2014 con el golpe de Estado del Maidán, plaza céntrica de Kiev donde se concentraron durante tres meses manifestantes opositores al gobierno. Es importante precisar esta fecha y realmente fue un golpe de Estado pues se rompió el marco regulatorio y constitucional ucraniano. Además fue un golpe alentado y financiado por los Estados Unidos de América (EE.UU.) y la Unión Europea (U.E.). La renuncia del Presidente ucraniano Víctor Yanukovich tenía que ser ratificada por la Rada (Parlamento), pero los grupos que iniciaron el proceso impidieron la entrada de parlamentarios a quienes denominaban “prorrusos”. La imagen que se dio en el Parlamento, de matones con bates de béisbol entremezclados con los diputados, fue simbólica pero muy ilustrativa del proceso violento con el que se derribó al gobierno legal de Ucrania.
Entre 2014 y 2022 EE.UU. y Gran Bretaña principalmente intensificaron el acoso a Rusia con el objetivo de debilitarla, socavar su alianza con China y someter política y económicamente a Europa. El objetivo último de EE.UU. es China, ya que hoy en día es una potencia económica que disputa la hegemonía mundial y es posible que esté en el camino de sobrepasar tecnológicamente al llamado “Occidente colectivo”.
¿Qué importancia tiene Ucrania para Gran Bretaña y USA? Cuando se desintegró la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, los poderes occidentales prometieron que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no se expandiría hacia el Este después de la unificación de Alemania. Además de las declaraciones públicas de los dirigentes occidentales de esos años, en un memorándum de Febrero de 1990 se dejó constancia de la reunión que tuvo el Secretario de Estado de EE.UU., James Baker, con el Presidente de la URSS, Mijail Gorbachov y su Ministro de Asuntos Exteriores Eduard Shevernazde. Sin embargo, en 1999 se integraron la República Checa, Polonia y Hungría y en 2004 Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Letonia y Estonia. La incorporación de las Repúblicas bálticas supuso que la OTAN llegase a la fronteras rusas. Sin embargo, esos países son pequeños en extensión y tienen poca población, lo cual es totalmente diferente en el caso ucraniano, por lo que Rusia percibe la integración de Ucrania en la OTAN como una amenaza directa.
En 1904, recién iniciado el siglo XX, Halford John Mackinder (Presidente de la Sociedad Geográfica británica) postuló que quien controlara Eurasia dominaría el mundo y para ello había que evitar que Alemania y Rusia fueran países aliados. Esta doctrina fue la base de la política exterior británica durante la primera parte del siglo XX y EE.UU. la mantuvo con adaptaciones sucesivas en décadas posteriores. En la Primera Guerra Mundial Alemania y Rusia fueron enemigos. El Imperio británico percibió que Alemania amenazaba su hegemonía en Europa y consiguió que el Imperio Zarista ruso estuviese en el bando de Gran Bretaña y Francia. En la Segunda Guerra Mundial también se enfrentaron militarmente, pero se añadió un componente ideológico esencial: Rusia estaba integrada en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y estaba construyendo el socialismo, un modelo social y económico antagónico al capitalismo. El proyecto político de Adolf Hitler, principal dirigente del nacionalsocialismo alemán, incluía la expansión hacia el Este, el “espacio vital” para apoderarse de las inmensas tierras fértiles y los innumerables recursos de materias primas (petróleo, gas, minerales, etc) de la Unión Soviética.
Antecedentes históricos:
Ucrania significa, etimológicamente en ruso antiguo, “en el borde, en la periferia, en la frontera”. En el siglo XVIII, la Rusia zarista se expandió hasta el Mar Negro y la península de Crimea, fundando la ciudad de Odessa. Estos nuevos territorios del Este y el Sur de la actual Ucrania, arrebatados al Imperio Otomano, conformaron la provincia de Novorossiya (la Nueva Rusia). El centro y el occidente ucraniano han estado disputados durante siglos entre Rusia, Polonia, Lituania, Imperio Austro húngaro, incluso Suecia tuvo ambiciones territoriales en la zona central de Ucrania. Nunca se constituyó como Estado independiente y esas regiones estuvieron adscritas a diferentes potencias vecinas en diferentes periodos históricos. Un dato interesante es que en el Occidente ucraniano tiene influencia la Iglesia grecocatólica uniata, diferente a la Iglesia ortodoxa, dependiente del Patriarcado de Moscú, mayoritaria en Rusia.
Acontecimientos destacados:
- La Revolución Rusa Soviética de Octubre de 1917 (7 de noviembre según el actual calendario gregoriano), dirigida por Vladimir Ilich Lenin: supone el final del Imperio Zarista y el inicio de la construcción de una sociedad socialista. En 1918 varios países extranjeros intervinieron militarmente en apoyo de las fuerzas contrarrevolucionarias para derrocar a la Revolución. Durante la guerra civil, se implantó una efímera república independiente de Ucrania, que fue derrotada por el recién formado Ejército Rojo. Mediante el pacto de Brest-Litovsk en 1918, el gobierno de Lenin, para salir de la guerra mundial, cedió las partes occidentales de Bielorrusia y Ucrania, que pasaron a ser administradas por Polonia tras la derrota de Alemania en la guerra. En 1922 se constituyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los territorios centrales y orientales ucranianos formaron la República Socialista Soviética de Ucrania, pero Crimea quedó adscrita a la República Socialista Soviética Rusa.
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El nacionalismo ucraniano surgió a finales del siglo XIX pero se desarrolló a principios del XX, adquiriendo una estructura más organizada en los años 30 formándose la Organización de Nacionalistas Ucranianos (ONU) y el Ejército Insurgente Ucraniano que iniciaron acciones armadas en las regiones administradas por Polonia. Stepan Bandera fue uno de sus principales líderes e ideólogos. Una de las señas de identidad del nacionalismo ucraniano es su carácter visceralmente antirruso y anticomunista. Hay que resaltar que el actual régimen ucraniano considera a Stepan Bandera “héroe nacional”.
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Tratado de no agresión germano-soviético de Agosto de 1939: En el periodo entreguerras, la Alemania nacional-socialista estableció tratados de no agresión con casi todos los países colindantes (incluidas las Repúblicas bálticas y Polonia) e incluso firmó acuerdos de cooperación militar con Gran Bretaña y Francia. En ese contexto se firmó el pacto Ribbentrop-Molotov (ministros de Asuntos Exteriores de la Alemania nazi y la URSS) de no agresión germano-soviético, al que la propaganda occidental atribuye actualmente la responsabilidad del desencadenamiento de la 2ª Guerra Mundial.
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En Junio de 1941 la Alemania nazi con sus aliados invadieron la URSS, la denominada Operación Barbarroja, comenzando la Gran Guerra Patria que produjo más de 25 millones de muertos soviéticos. Los nacionalistas ucranianos fueron colaboracionistas de la maquinaria de guerra alemana y fundaron una República “independiente” en Kiev bajo control de la Alemania nazi. Participaron en atroces acciones de exterminio contra la población soviética, enfocándose especialmente en los comunistas, judíos y también en la minoría polaca ocasionando decenas de miles de víctimas. Tras la victoria del Ejército Rojo y la capitulación de la Alemania nazi en 1945, la parte occidental de Ucrania se incorporó a la Unión Soviética integrada en la República Socialista Soviética de Ucrania. Varios miles de nacionalistas ucranianos anticomunistas y colaboracionistas del III Reich se exiliaron en diferentes países occidentales, entre ellos Alemania y España, pero la mayoría se establecieron en EE.UU. y Canadá, donde se ocultó su participación activa en las masacres perpetradas por la Alemania nacionalsocialista. Precisamente los servicios secretos soviéticos dieron muerte en Munich a Stepan Bandera en 1959.
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El 17 de marzo de 1991, cuando ya estaba en marcha el proceso de desintegración de la URSS, el gobierno soviético convocó un referéndum sobre la permanencia o no de la URSS como Estado. Con una alta participación (75,5%) el 76,43% de la población se pronunció a favor de mantener la URSS como “una renovada federación equitativa de Repúblicas soberanas”. En Ucrania el porcentaje de votos afirmativos fue similar salvo en algunas provincias (oblast) occidentales y en Kiev. Sin embargo, en diciembre de 1991 se disuelve la Unión Soviética y Ucrania aparece como estado “independiente”.
Ucrania “independiente”
-El nuevo estado ucraniano estableció que Crimea tuviese un estatuto especial con amplia autonomía. Es necesario recordar que Crimea se había incorporado a la Rusia zarista en el siglo XVIII y estuvo adscrita a la República Socialista Soviética Rusa cuando se conformó la URSS. En la época que Nikita Kruschov fue el máximo dirigente soviético pasó a formar parte de Ucrania.
- Desde 1991 hasta 2004 hubo un equilibrio entre las partes occidental y oriental del país. En el Oeste ucraniano parte de la población expresaba simpatías por las potencias occidentales y desde la década de los 90 se fomentó un nacionalismo ucraniano totalmente antirruso y anticomunista, con la aspiración de “integrarse en Europa”. En cambio, el Este de Ucrania era mayoritariamente prorruso, incluso gran parte de sus habitantes se consideraban rusos.
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En 2004 estalló la “revolución naranja”, que llevó al poder a Víctor Yushenko después de forzar una repetición de las elecciones presidenciales y se produjo un giro hacia Occidente, pero sin romper los equilibrios con Rusia. Con la llegada a la Presidencia de Víctor Yanukovich en 2010, Ucrania trató de fortalecer los lazos económicos y culturales con Rusia, al mismo tiempo que pretendió tener acuerdos comerciales preferenciales con la Unión Europea. El golpe de Estado del Maidán en el 2014 rompió totalmente ese equilibrio y se inició la persecución de todo lo ruso: se prohibió la lengua rusa en cualquier centro oficial, se cerraron medios de comunicación que no sostenían una posición antirrusa, se ilegalizó al Partido Comunista Ucraniano, que tenía una considerable implantación en el país, y comenzaron las detenciones y asesinatos de opositores. Esto provocó la rebelión en Crimea (que decidió su integración en la Federación Rusa tras un referéndum) y en las provincias orientales ucranianas (la Novorossiya, la Nueva Rusia, según la antigua administración zarista). En marzo de 2014 Crimea decidió integrarse en la Federación Rusa, después de que sus habitantes se pronunciasen de manera abrumadora en un referéndum donde se consultó a la población si estaban de acuerdo con la unión a Rusia. En Járkov y Odesa, las rebeliones fueron aplastadas por el ejército ucraniano, destacando la masacre de Odessa del 2 de Mayo de 2014, en la que bandas neonazis armadas asesinaron a más de 40 personas que protestaban contra el nuevo régimen de Kiev. No obstante, en el Donbass las milicias resistieron y se produjeron las declaraciones unilaterales de independencia de Donetsk y Lugansk, proclamándose las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Del 2014 al 2022 las Repúblicas Populares del Donbass se autogobernaron sometidas a un asedio constante de las tropas ucranianas. Para detener la guerra, se establecieron los acuerdos de Minsk en Septiembre de 2014 y Febrero de 2015, firmados por Ucrania, Rusia, Alemania, Francia y las repúblicas rebeldes, con el aval del Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia reconoció que el Donbass era territorio ucraniano, pero se tenía que conceder un amplio autogobierno a las repúblicas, lo cual nunca se cumplió. Años después, tanto el Presidente francés Francois Hollande como la Canciller alemana Ángela Merkel reconocieron que los acuerdos de Minsk fueron una simple estratagema para que Ucrania tuviera tiempo de rearmarse y prepararse para su asalto contra Rusia. EE.UU. y Gran Bretaña financiaron y entrenaron a las renovadas Fuerzas Armadas de Ucrania donde se incorporaron unidades claramente fascistas como los batallones Azov, Dnipro, Aidar, etc.
- ¿Cómo reaccionó Rusia al golpe de Estado del 2014? Rusia reaccionó con extrema prudencia ante el golpe de Estado del Maidán. Sólo apoyó la integración de Crimea en la Federación Rusa contando con el respaldo masivo de la población expresado en el referéndum de Marzo de 2014. Es significativo señalar que en Crimea había una base naval rusa desde la época soviética, la cual era estratégica para Rusia porque habilitaba el acceso de la flota rusa al Mar Negro. Sin embargo, no intervino directamente en el Donbass por varios factores. La élite gubernamental rusa priorizaba mantener los acuerdos económicos y comerciales con Occidente, especialmente con la Unión Europea, destacando los convenios con Alemania para el suministro de petróleo y gas. No hay que olvidar que Rusia es un país capitalista, aunque conserve un importante sector estatal de la economía y no haya seguido, principalmente en los últimos años, los postulados y dogmas del neoliberalismo implantado en el Occidente colectivo. Probablemente también pensaban que si se aplicaban los acuerdos de Minsk, la autonomía de las repúblicas del Donbass permitiría vetar operaciones contra Rusia en el futuro, como el ingreso en la OTAN, lo que le otorgaba cierta seguridad. Es posible que también considerasen que Rusia no estaba preparada para resistir las sanciones económicas provenientes de Occidente, aunque hubiese sido más fácil derrotar militarmente al Ejército ucraniano, que entonces era débil y estaba desestructurado.
Entre 2014 y 2022 los sucesivos gobiernos ucranianos incrementaron la hostilidad hacia Rusia y la población rusófona ucraniana, declararon de manera reiterada que Ucrania debía abandonar la neutralidad y unirse a la OTAN, al mismo tiempo que proclamaban que era necesario recuperar militarmente el Donbass. En 2021, ante la evidencia de que el gobierno del Presidente ucraniano Vladimir Zelenski no iba a cumplir los acuerdos de Minsk, Rusia lanzó propuestas de seguridad compartida a la UE y la OTAN que fueron despreciadas. En Febrero de 2022, Rusia reconoció la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk (el Donbass), iniciando el 24 de Febrero de 2022 la Operación Militar Especial con los objetivos de desnazificar y desmilitarizar Ucrania.
–La política exterior de Rusia desde la disolución de la Unión Soviética siempre ha sido muy pragmática. Ya la URSS, en el periodo de liderazgo de Leónidas Brezhnev, priorizaba las relaciones con la UE orientadas a la cooperación, adoptando el principio ideológico de la “coexistencia pacífica” con los Estados capitalistas. Fomentaba los acuerdos económicos y comerciales con los países europeos y quiso establecer estables relaciones políticas con Francia valorando positivamente la decisión del Presidente Charles de Gaulle de no pertenecer a la estructura militar de la OTAN.
Posteriormente, durante la perestroika, el máximo dirigente soviético Mijail Gorbachov hablaría cándidamente de una “Europa unida de Vladivostok a Lisboa”, no dependiente de EE.UU.
Después de la disolución de la URSS, la Rusia de Yeltsin giró hacia Occidente y particularmente hacia EE.UU., pero su periodo fue caótico y se caracterizó por la destrucción económica, política, cultural y social de Rusia, pudiendo definirse como un auténtico saqueo del país.
Vladimir Putin alcanzó la Presidencia de la Federación Rusia a principios de este siglo y estabilizó el país después del caos y la descomposición de la década anterior. Emprendió de manera pragmática acuerdos y relaciones con la UE, EE.UU. y China. La élite política y económica de Rusia ha estado oscilando entre profundizar las relaciones económicas y políticas con la Unión Europea y EE.UU. o con China.
Es necesario recordar el discurso de Vladimir Putin en Múnich el 10 de Febrero de 2007 durante la Conferencia de Seguridad Europea donde alertó sobre la expansión de la OTAN y señaló cómo consideraba la seguridad de Rusia, las “líneas rojas de Rusia”. Putin ha mantenido una posición de respeto al derecho internacional y ha hecho propuestas de seguridad siguiendo el concepto de “seguridad colectiva”, esto es, un país no puede garantizar su seguridad en detrimento de la seguridad de otros. Los países occidentales, en cambio, empezaron la tarea de dinamitar el derecho internacional con sus intervenciones en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, etc. y han desdeñado todas las propuestas rusas. Se puede denominar Occidente colectivo a EE.UU, Canadá, la Unión Europea, Australia y también parcialmente Japón y Corea del Sur, aunque estos últimos países geográficamente no estén situados en Occidente. Estados Unidos mantiene la supremacía en el Occidente colectivo y marca las normas del “orden basado en reglas” donde el derecho internacional es un instrumento de dominación como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, imponiendo normas a los demás que no están dispuestos a cumplir. Al mismo tiempo ha habido muchas iniciativas para intentar neutralizar y debilitar a Rusia a través de las “revoluciones de colores” en países postsoviéticos según el modelo descrito por Gene Sharp en su libro “De la dictadura a la democracia”. Se pueden citar como ejemplos la “Revolución de las rosas” de Georgia en 2003, la ya mencionada “Revolución naranja” de Ucrania en 2004, en la propia Rusia en 2011, sin olvidar la situación de las Repúblicas bálticas, donde la población considerada rusa por las autoridades no tiene derecho a la nacionalidad, solamente a un permiso de residencia y no puede tener representación política ni pertenecer a la fuerzas de seguridad, incluso determinados estudios universitarios están vedados para los “residentes rusos”. Por descontado, en los países bálticos están prohibidos los partidos o asociaciones que se declaren comunistas o simplemente cuestionen el dogma oficial de que la Unión Soviética fue una potencia “ocupante”.
Así, de diferentes formas, el Occidente colectivo ha manifestado que es necesaria la “derrota estratégica” de Rusia, incluso con la posibilidad de fragmentar este inmenso país para poder acceder con más facilidad a sus abundantes recursos naturales, para aislar y cercar posteriormente a China. En la guerra de Ucrania las grandes corporaciones y fondos de inversión occidentales ya están repartiéndose las riquezas y recursos de Ucrania.
Asimismo es relevante considerar que en los últimos años Rusia ha desarrollado la tecnología militar de los misiles hipersónicos y parece que lleva la delantera con respecto a EE.UU. y la OTAN. Igualmente empezó a establecer mecanismos para contrarrestar las sanciones económicas occidentales y ha impulsado la disminución de la utilización del dólar estadounidense como moneda de comercio internacional. Tampoco se debe olvidar que Rusia apoyó militarmente desde el año 2015 al legítimo gobierno sirio recientemente derrocado del Presidente Bashar al Assad, en virtud de los acuerdos ruso-sirios vigentes en esos momentos.
Las relaciones con China atravesaron diferentes vicisitudes en el pasado. Con la proclamación de la República Popular China en 1949 y la Guerra Fría en marcha, la URSS fue un estrecho aliado de China, basándose principalmente en postulados ideológicos. Estas relaciones se deterioraron a finales de los años 50 y en la siguiente década, llegando China a acusar a la URSS de estado “revisionista” y “socialimperialista”. Cuando Deng Xiao Ping en los años 80 asumió el liderazgo de la República Popular China introdujo importantes reformas económicas y se normalizaron las relaciones con la Unión Soviética. Los gobiernos del Presidente V. Putin fueron incrementando progresivamente los acuerdos comerciales y políticos con China. Desde 2022 se intensifica esta relación en todos los ámbitos y el Presidente chino Xi Jinping da un gran impulso a la asociación estratégica con Rusia. Al mismo tiempo se van rompiendo las relaciones económicas con el Occidente colectivo y hasta ahora Rusia ha resistido las sanciones económicas occidentales, que se están volviendo contra los países “sancionadores”.
Rusia se orienta de manera decidida a la construcción de un mundo multipolar que rompa la unipolaridad hegemónica ejercida por EE.UU. desde 1991 a raíz de la desaparición de la Unión Soviética. Rusia es miembro fundador de los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), pertenece a la Organización de Cooperación de Shanghai, de la Nueva Ruta de la Franja y la Seda (impulsada por China), etc. y está estableciendo acuerdos de cooperación con el “Sur global”, incluyendo especiales relaciones con América Latina, principalmente con Venezuela y Cuba, con la que tuvo una alianza política y económica durante la época soviética. También está implementando estrechos vínculos con algunos países africanos del Sahel (Malí, Níger, Burkina Faso). Uno de los objetivos de los BRICS es desdolarizar los intercambios comerciales utilizando las monedas nacionales de cada país.
Son destacables los acuerdos de Rusia con Irán y con Corea del Norte. Con la República Popular Democrática de Corea ha firmado un acuerdo de asistencia militar, renovando y actualizando el tratado de asociación y amistad del periodo soviético. Con la República Islámica de Irán (históricamente anticomunista), las relaciones económicas y de colaboración militar van aumentando y acaba de firmar un Tratado de asociación estratégica. Irán ha ingresado en los BRICS y en estos momentos en los que se está produciendo el genocidio palestino, es la única potencia regional que puede contener al ente sionista de Israel.
Estamos por tanto en una fase de transición desde el mundo unipolar al mundo multipolar. Rusia considera que está en una guerra de desgaste, donde se está enfrentando a la OTAN en su conjunto. En el plano militar de la guerra de Ucrania va llevando la iniciativa, pero necesita consolidar las relaciones económicas, comerciales y políticas con las nuevas potencias emergentes para conseguir la construcción del nuevo mundo multipolar.
Entonces, la pregunta que hay que formular es: ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar EE.UU. y la OTAN contra Rusia?
Para intentar vislumbrar posibles escenarios es fundamental valorar que el Occidente colectivo liderado por EE.UU. ve amenazada su hegemonía planetaria. Rusia se ha transformado en un enemigo en estos momentos, pero la República Popular China es el principal objetivo en el horizonte. En este enfrentamiento la guerra psicológica adquiere gran importancia y la propaganda tiene un papel fundamental, no sólo la censura para que no llegue a la población occidental una visión crítica sobre la guerra, sino para construir un discurso antirruso, estimulando la rusofobia.
A nivel interno el Presidente Putin tiene que hacer un difícil equilibrio entre todos los poderes que actúan ahora en Rusia. Además de los militares necesita el apoyo del pueblo ruso por lo que trata de mantener una situación de normalidad en la vida cotidiana de la población, que no se vea afectada por las sanciones económicas occidentales. En sus intervenciones públicas, como el discurso que pronunció el pasado Noviembre en el club de Valdai ha reiterado que está dispuesto a establecer negociaciones para finalizar la guerra de Ucrania, pero se debe garantizar la seguridad de Rusia y es esencial que se consiga la desnazificación y desmilitarización de Ucrania, además de garantizar los derechos de la población rusófona ucraniana y el reconocimiento de la incorporación a la Federación Rusa de los territorios ucranianos que lo decidieron mediante referéndum en los últimos años.
Es fundamental tener en cuenta que la guerra de Ucrania hay que englobarla en el concepto “guerra-mundo” y es un eslabón más, aunque muy importante. Por ejemplo, ¿qué va a hacer EE.UU. en América Latina, África, Asia? Todo parece indicar que va intensificar la recolonización de Ámerica Latina a tenor de los nombramientos y declaraciones del Presidente Donald Trump. También es crucial señalar que la guerra ha perjudicado a la mayoría de los países europeos, especialmente a Alemania, pero no a las grandes corporaciones y al complejo militar-industrial estadounidense. También parece muy probable que Trump quiera pasar el coste de la guerra ucraniana a Europa, tanto en términos humanos como económicos y materiales. Simultáneamente en Europa se está produciendo un auge del neofascismo coincidiendo con una gran debilidad del movimiento comunista, por lo que el escenario en el continente europeo es muy diferente al de los años 30 del siglo pasado. Este neofascismo consiste en la implantación de un pensamiento único, sin fisuras, aunque adopte un sistema político pluripartidista y se celebren periódicamente elecciones parlamentarias. Sin embargo todas las agrupaciones y partidos políticos que aspiren a gobernar deben acatar las normas esenciales de organización social, política y económica del sistema y las voces disidentes serán en un primer momento silenciadas y seguidamente perseguidas y reprimidas. El analista ucraniano Oleg Yasinsky ha definido este escenario como la “ucranización de Europa”.
Por último, el mundo multipolar está surgiendo y los BRICS suponen un contrapeso a la hegemonía occidental, donde los países que conforman la asociación intentan establecer relaciones recíprocas, de respeto y en beneficio mutuo, en la cooperación y el equilibrio, a pesar de las contradicciones políticas, económicas y sociales existentes entre ellos, por lo que el orden mundial está en plena transición.
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