Venezuela otra vez asediada. Cristóbal León Campos
El triunfo electoral de Nicolás Maduro, reelecto el pasado 28 de julio, ha mostrado que una mayoría de la población venezolana continúa apoyando el proyecto bolivariano iniciado por Hugo Chávez y que despertara a principios de este siglo XXI una ola de gobiernos progresistas y, en el caso de Venezuela, diera lugar a lo que se llamara Socialismo del siglo XXI por el propio comandante Chávez; pero también, desde ese mismo tiempo, el país sudamericano se ha visto amenazado y acosado de forma abierta y violenta por parte del imperialismo de los Estados Unidos y el Reino Unido, así como por países europeos y propios de la región latinoamericana que según su gobierno se acerca o alejan.
La reciente victoria de Maduro en el proceso electoral, triunfo ya reconocido por el Consejo Nacional Electoral (CNE), abre una nueva etapa del proceso bolivariano, pero también nuevos capítulos de un acoso injerencista que ya no teme en ser descarado e incitar a la invasión militar de los Estados Unidos, como es el caso de la opositora María Corina Machado, quien tiempo atrás se atrevió a pedir una intervención bélica sin importarle la autodeterminación de Venezuela ni los daños que traería una acción como la mencionada, y que ahora mismo Machado sigue instigando a la violencia a través de la subvención económica a grupos de choque que se hacen pasar por oposición política; esto, junto a su títere Edmundo González, quien fue el candidato de la oposición y que resulta, como repetición histórica, que los Estados Unidos -sí, el Imperio que propicia esta desestabilización política social- dice que lo ha reconocido como presidente venezolano, tal y como hiciera con Juan Guaidó, quien por cierto reapareció mediante un video grabado en Miami hablando de “democracia y libertad” –y sí, desde Miami, centro de operaciones de grupos terroristas como la mafia contrarrevolucionaria cubana-; y es que lo de Guaidó no sirve más que para demostrar que lo que ahora se vive ya ha acontecido: la oposición neofascista venezolana reactiva sus operaciones con guarimbas y ataques mediáticos en todo el mundo para tratar de derrocar a Maduro y a la Revolución Bolivariana.
Es por demás significativo el asedio mediático y político que se realiza ahora contra Venezuela -viéndose empapados en este charco de lodo algunos sectores de la izquierda mareada por la desinformación- cuya finalidad no es otra que “justificar” las agresiones al interior de la nación latinoamericana, pero sobre todo intentar lograr un consenso internacional que pudiera apoyar acciones de intervención bélicas de forma abierta, y es que no debe olvidarse que desde hace años Venezuela –como Cuba- es asediada con bloqueos económicos, sanciones e incluso el robo de la riqueza nacional como hiciera el Reino Unido, y estas medidas de violencia económica que suman más de 900 y según están dirigidas contra Maduro, en realidad impactan a la economía del pueblo venezolano, siendo ese el interés real, pues al afectar al pueblo se intenta que se oponga al gobierno –y sí, otra vez tal y como han hecho con Cuba-, nada nuevo bajo el sol. El interés de los Estados Unidos, el Reino Unido y demás naciones de Occidente no es otro que los recursos de petróleo y la ubicación geoestratégica de Venezuela, no les importa en nada la democracia ni el bienestar del pueblo; si no, véanse los planes de gobierno reales de María Corina Machado y Edmundo González, revísese su plan de acciones de desarticulación de las conquistas históricas del proceso bolivariano iniciado por el comandante Chávez, entre las que se encuentra la privatización de la industria petrolera; además, no olvidemos que Edmundo González es un comprobado agente de la CIA con participación directa en las masacres realizadas en El Salvador durante las últimas décadas del siglo XX; es decir, no estamos frente a políticos de oposición, sino ante agentes genocidas del neofascismo global –y sí, suena exagerado, pero no lo es-.
Ahora bien, más claro ni el agua en calma: el papel desarticulador de personeros como Javier Milei o el propio Gabriel Boric y otros personajes de la escena internacional, muestran el entramado que ha diseñado el imperialismo en la región, y aunque ya se ha ensayado sin tanto éxito, no puede obviarse ese avance conservador y neofascista en el mundo, pero en particular en América Latina, y no es menor este asunto, pues cada vez es más violenta la contradicción que se enfrenta en los procesos progresistas al topar con el muro y los límites del capitalismo, así como al enfrentarse a los sectores ultraconservadores que al interior de las naciones siguen operado como a nivel regional. Venezuela es ahora acosada en un nuevo ensayo de intervención al igual que los golpes de Estado en países como Bolivia, siendo que en Venezuela no han fructificado por la fidelidad del Ejército Bolivariano, mismo que en este nuevo contexto ya ha jurado su respaldo a Maduro, pero no es difícil imaginar qué pasaría si un día esa lealtad se rompe.
El grito de “fraude” de la posición que jura haber alcanzado una cantidad ridícula de votos, ya lo hemos visto en países como México en el pasado proceso electoral; aunque acá la oposición se ve disuelta por su pobre cohesión, en Venezuela, antes de las elecciones, ya se había montado una serie de simulaciones de preocupación por la “democracia”, como fue el show que sin mayor alcance quisieron montar gente antidemocrática como Vicente Fox o Marko Cortés, dos reaccionarios de ultranza que en México sólo han servido para violentar al pueblo. Y no se olvide que todos los candidatos venezolanos a la presidencia, incluido Maduro, firmaron un acuerdo de respeto a los resultados, pero ojo, el único que no firmo dicho acuerdo fue justamente Edmundo González, ¿será eso una casualidad? Junto a estos personajes, uno mayor, Luis Almagro, al interior de la Organización de Estados Americanos (OEA) –sí, ese organismo tan feo manipulado por los Estados Unidos- ha denostado el proceso electoral y se ha convertido, otra vez, en un agente golpista como lo fue en 2019 durante el violento golpe de Estado en Bolivia, y es que ahora intentó en una reunión de “emergencia” lograr un “acuerdo” regional para intervenir en Venezuela, algo que no alcanzó en la votación, pero que no dejará de intentar. De igual forma, es de observarse que fueron países como Argentina, Uruguay, Paraguay, Perú, Ecuador, Panamá y Costa Rica, los que apoyaron esta reunión y se han puesto de lado del imperialismo. Además, la OEA ha mostrado su inclinación por la oposición venezolana apoyando la idea de “fraude”, siendo que en todo caso su papel debiera ser neutral y conciliador, pero no es ese el juego de Almagro, quien ya se sabe que es un subordinado total al Imperio estadounidense.
No se ve pronto el fin del asedio injerencista contra Venezuela, pero será sin duda nuevamente derrotado. Por ello, el proyecto de Revolución Bolivariana debe retomar con mayor fuerza sus principios fundacionales que dieron lugar a los avances sociales y económicos para el pueblo con las misiones bolivarianas y muchos otros, mismos que lo sostienen aún en las urnas. Las crisis económicas vividas en el pasado y que hoy van quedando atrás, son lecciones de fortaleza del pueblo, pero también de la inhumana política de agresión que no escatima en daños y ni estrategias. Este nuevo proceso golpista contra Venezuela debe servir igual para dejar en claro la necesidad de fortalecer los lazos latinoamericanos entre naciones, esa ha sido la fuerza que ha dado lugar a procesos como el bolivariano, pero que si se desatan las alianzas también podría ser la mayor debilidad en un contexto global de guerra y de reorganización económica a nivel geopolítico.