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Carta abierta a un militar boliviano

Hermano boliviano que vistes uniforme, hoy quisiera decirte algunas cosas y preguntarte otras, pues en nuestra historia reciente, en últimos 60 o 70 años, han sucedido eventos que me han confundido. Me han hecho dudar sobre quiénes son mis verdaderos compatriotas y mis verdaderos enemigos. Sé que a ti también te confundieron, te hablaron de preservar los valores occidentales, de resguardar el acervo cristiano de nuestros pueblos y que debías combatir al comunismo ateo de la manera que fuese. Incluso asesinando a otros hombres iguales que tú. A otros bolivianos, tal vez, también cristianos  como tú. Te dijeron que eras un guardián de la moral y que debías defender la patria de los enemigos que nos acechaban.

Y para que fueses un soldado eficaz, un buen guardián de cosas que –en realidad– desconocías, tal vez te llevaron a Panamá o a Fort Benning en el Estado de Georgia, y te dieron clases en un aula de la Escuela de las Américas para enseñarte a torturar y a secuestrar, diciéndote que eras un elegido, un futuro líder de tu nación. O te entrenaron comandos estadounidenses, los mismos que sobornaban a tus generales para venderles armas, tanques y aviones. Te confundieron de mil maneras, obligándote a cometer actos crueles. Te hicieron creer que la sangre de tu pueblo debía ser derramada para resguardar la libertad y que la tortura y los fusilamientos clandestinos eran la parte ingrata pero necesaria de esa libertad.

Sin embargo, quizás nunca te dijeron que en realidad estabas trabajando para el bienestar de otras sociedades lejanas. Que tu fe ciega de soldado confundido, de oficial comprometido con la maquinaria bélica importada desde el Norte, era en realidad una tarea inhumana y contraria a la salud de tu propio pueblo. Nunca te dijeron que estaban trabajando para tu propia ruina.

Lo que seguramente nunca te contaron, fue que aquellas sociedades ricas que te enseñaron a matar y torturar en nombre de Occidente, necesitaban tu litio, el gas de tus entrañas bolivianas, la plata de tus cerros. Aquellas sociedades ricas que enviaban a sus entrenadores rubios, jamás te dijeron que sus ejércitos estaban bien equipados, que sus soldados y oficiales viven en casas cómodas, comen con abundancia todos los días y sus hijos van a escuelas sin carencias materiales. Nunca te dijeron que Bolivia debe permanecer como un país subdesarrollado, precisamente, para que aquellos que te usan para matar en su nombre, puedan desarrollarse y ser más poderosos.

Mientras tus cuarteles, tu uniforme, tu salario de soldado, siempre fueron pobres, ellos disfrutaron de una vida plena que tú les facilitaste. ¿Y cómo lo hiciste? Simplemente ayudándolos a combatir los procesos históricos soberanos que ahora vuelves a aplastar. Te dijeron que Evo Morales, los indígenas, los bolivianos que aman su tierra descolonizada, son el enemigo y hay que someterlos, liquidarlos y hasta desaparecerlos. Nuestros verdaderos enemigos históricos te dijeron que tu enemigo es el obrero, el campesino, el que lucha por otra Bolivia posible. Y que el trabajo sucio de combatirlos debías hacerlo tú, porque eras el elegido por Dios o por la Historia. Pero… ¡Despierta, soldado boliviano! En realidad lo que te están pidiendo es que allanes el camino  de las empresas extranjeras. Que quites de en medio a los que defienden tu litio, tu gas, tus riquezas bolivianas. Tu vida digna. El pan de tus hijos. La educación de tu pueblo.

Sé que te confundieron de mil maneras inteligentes y muy difíciles de sortear. Te hablaron de la patria pero jamás te dijeron que la patria son las gentes, la felicidad y la realización de tu propia sociedad.

En este siglo XXI, mira a tu alrededor… ¿Qué ves? Yo te lo diré: ves una Bolivia que por fin pudo curar las viejas huellas del saqueo que nutrió el desarrollo de otras naciones. De ese Primer Mundo que te mira a ti con desprecio aunque te muestre su falaz sonrisa. Donde hubo abandono, puedes ver que florecieron hermosos medios de transporte, escuelas brillantes y barrios felices y satisfechos. No lleves allí otra vez la muerte y la destrucción que con tantas ansias esperan en el Norte.

¿Sabes algo, soldado boliviano? Si hoy quisieras viajar a esos países ricos que te obligan a matar y a obedecer órdenes aberrantes, es muy probable que no te dejen pasar por su aduana. Que consideren que tu pertenencia boliviana y tu piel cobriza –tan digna y hermosa– les molesta. Tal vez te traten como a un perro sin derechos ni dignidad… ¿No has leído los diarios últimamente? ¿No viste en televisión cómo a personas como tú las encierran en jaulas porque no pertenecen al mundo rico que no desea ser molestado? Ellos viven bien, comen mejor, y sus hijos son felices gracias a los muertos que producen en todo el mundo, incluidos los inocentes que hoy yacen por doquier en tu amada Bolivia. Por eso cuando te hablen de patria, no olvides que la patria somos todos. Es tu gente, el pueblo que te dio la vida. La patria es la riqueza de tu nación ubérrima que debe servir a tu bienestar y al de tus hijos, y no a una empresa estadounidense o europea que viene quitarte lo que te corresponde por legítimo derecho.

Por eso hoy, hermano boliviano que vistes uniforme, te invito a que mires con ojos heroicos a esta Bolivia que emergió de sus cenizas desde el 2006. Fue también para ti que el Proceso de Cambio intentó construir un futuro distinto. Esa es la patria verdadera que debes defender. La que nos dio cobijo a todos y a todas sin derramar ni una sola gota de sangre boliviana. Por eso desde estas humildes líneas te invito, te imploro, te pido ser un verdadero soldado boliviano. Ese que defiende a Bolivia del saqueo, del colonialismo y de la entrega que unos pocos disfrutan mientras esclavizan al resto. Tal como pretenden hacer con tus hijos en los años por venir. No les robes el futuro a ellos. Algún día ellos te pedirán explicaciones.

(Publicado originalmente en Correo del ALBA, 26 de noviembre de 2019)

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