El otoño es cálido. En lince
Las movilizaciones populares en Francia atacan la raíz del sistema plutocrático de Bruselas. Van más allá de la propia Francia.
Comenzaron los «chalecos amarillos» en un ya lejano 2018 y fueron reprimidos con saña, dejando en el camino 11 muertos (¿dónde quedan los «valores democráticos» del la UE y el jardín europeo tan bonito?, centenares de heridos (Francia fue el país donde los «valores democráticos» sacaron los ojos masivamente a los manifestantes, ejemplo seguido luego por Chile) y miles de detenidos. Siguió la CGT con sus huelgas y ahora las ha vuelto a retomar. Los «valores democráticos» europeos riegan de la misma forma el jardín: reprimiendo. Ahora, con la intención de «intervenir» las empresas afectadas por las huelgas, despidiendo a los huelguistas y contratando esquiroles. Bonitas flores para un más bonito aún jardín.
Este fin de semana ha habido manifestaciones en Francia reivindicando casi lo mismo que los huelguistas: dignidad. O sea, combatir un aumento de la inflación que es consecuencia de la crisis energética y la progresiva pérdida de los salarios y el aumento del costo de la vida que tiene su origen en el vasallaje y sumisión de Francia, como de toda Europa, hacia los EEUU por su guerra encubierta contra Rusia en Ucrania.
Con ellas se ha pretendido dar continuidad a las movilizaciones sindicales y marca una etapa importante en la lucha abierta por los sindicatos aunque ya hay quienes se avienen a pactar con el gobierno, los cómplices y serviles de siempre.
El creciente descontento social y la solidaridad general con la huelga lanzada por la CGT en las refinerías, sobre todo, es una importante toma de conciencia contra el sistema, contra la plutocracia de Bruselas, contra la sumisión a EEUU y un importante inicio de la convergencia de las luchas sindicales, políticas y sociales.
Al menos en Francia, el otoño está siendo cálido.
Y cálido es también el tiempo en China. Los primeros documentos conocidos del XX Congreso no están defraudando. China ya no está «erguida», como se afirmaba en el XIX Congreso, sino en una posición en la que «la influencia internacional, el atractivo y el poder de China para dar forma al mundo han aumentado significativamente», como ha dicho Xi en su discurso. No es hablar por hablar: en el tiempo transcurrido entre un congreso y otro, cinco años, China ha enfrentado un aluvión de ataques políticos, aranceles, sanciones financieras y restricciones comerciales por parte del Occidente colectivo que no solo no han doblegado al país, sino que lo han hecho más fuerte. Mucho más fuerte. Esto merece un desarrollo más detallado cuando termine el congreso.
Todas las estupideces habituales de los medios de propaganda occidentales se han visto hechas añicos. Xi Jinping, y el resto de dirigentes, tienen muy claro qué está pasando y qué hacer. «Mejorar nuestra capacidad de contrarrestar las sanciones extranjeras» es una de esas cosas, con lo que se da por hecho que no solo se mantendrá esa práctica «democrática» occidental, sino que se aumentará. Junto a ello, «acelerar el progreso tecnológico y la autosuficiencia». Esto significa que hay un nuevo enfoque en la ciencia y en la educación para reducir, cuando menos, la dependencia de la tecnología occidental.
Y cómo hacerlo: la palabra «socialismo» aparece reiteradamente, aunque con el consabido añadido de «con características chinas», y lo hace en un marco donde «pueblo» y «desarrollo» se complementan. Por el contrario, y siempre comparando con el XIX Congreso, las referencias a «economía de mercado» y «reforma» han disminuido. Es un síntoma claro de que eso de «prosperidad común» establecida en el XIV Plan Quinquenal de 2020 va en serio y que el objetivo de redistribución del ingreso y de la riqueza va más allá del plan quinquenal.
El mensaje para Occidente es claro: rechazo a su modelo. El mensaje para el resto del mundo, también: China es tan o más poderosa que Occidente y con un modelo de desarrollo mucho más atractivo.
(Publicado en el blog del autor, el 17 de octubre de 2022)