Girasoles marchitos. El lince
Van Gogh estaba como un cencerro, pero era un pintor genial. Vendió tres o cuatro cuadros en vida, en su tormentosa vida, pero a su muerte se convirtió en un genio y en un revolucionario de la pintura. Si os hablo de «Los girasoles», rápidamente situáis al artista y a la obra. Si os hablo de «Cuatro girasoles marchitos» no tendréis ni idea de qué os estoy hablando, pero también es otra de sus obras. Entre la exuberancia de colores de la primera y los grises de la segunda hay un año de diferencia.
Muchos más años de diferencia hay entre la exuberancia de Los Verdes alemanes y la decadencia marchita de ahora. Todo un ejemplo de lo que hay detrás de la «progresía» europea: si la visibilización de la decadencia marchita de toda esta peña comenzó con Syriza en Grecia, lo que estamos viendo de los niñatos y niñatas alemanas deja en pañales a los griegos. Porque esta gente son enemigos de todo lo emancipatorio. En estos momentos no hay nadie en Europa, y cuando digo nadie digo nadie, ni siquiera los neofascistas, tan serviles al poder como ellos y tan reaccionarios. Aunque se vistan de verde, o precisamente por eso.
Entre los días 14 y 16 de octubre celebraron en Berlín su conferencia anual, su congreso. Podía haber hablado de ello, pero con el XX Congreso del Partido Comunista de China por medio, un evento crucial para el devenir del mundo en los próximos años, lo de esta peña marchita y decadente podía esperar.
Y aquí estoy con ello. Si hay un evento repulsivo, es este de Los Verdes: 817 delegados y delegadas hicieron pequeño el belicismo de EEUU. Si alguien tenía dudas de por qué se llama a Los Verdes «la sucursal alemana del Partido Demócrata de EEUU», viendo lo que pasó saldrá de dudas. No solo se rechazó la historia del partido en favor de la paz, el desarme, la protección del medio ambiente y la eliminación de la energía nuclear, sino que con un cinismo sin igual se justificó el cambio en todo esto por «la agresión rusa a Ucrania». La culpa de este giro la tiene Putin, faltaría más.
Hubo voces críticas con todo ello, por supuesto, pero fueron muy minoritarias y derrotadas con estrépito. Quienes se oponían a que Alemania continuase suministrando de armas a los neonazis ucranianos fueron derrotados con el argumento de que «los ucranianos no pueden defenderse con girasoles». Y apareció la más fanática, la más fascistoide en estos momentos, la que dijo que le importaba una mierda lo que pensasen «sus» votantes y que seguiría apoyando a Ucrania, la gran estrella del circo capitalista, Annalena Baerbock: «apoyamos a Ucrania no a pesar de ser un partido de la paz y los derechos humanos, sino porque somos un partido de la paz y los derechos humanos». ¡Toma ya, los neonazis ucranianos a los altares!
El congreso de Los Verdes fue explícito: «tenemos que entregar más armas, tenemos que reaccionar más rápido; el tiempo de las vacilaciones ha terminado». Es de suponer que, por ejemplo, Irán diga y haga lo mismo con los hutíes de Yemen, que están siendo masacrados por Arabia Saudita con los aviones que les ha vendido Alemania. Puestos a no vacilar, hay mucha gente que no vacila en absoluto. Pero claro, el jardín occidental es el jardín y lo otro es selva, una asquerosa y amenazadora selva.
Porque estos encantadores muchachitos y muchachitas, tan progres y tan verdes, como grandes defensores del jardín occidental, aprobaron la continuación de las exportaciones de armas alemanas. Entre otros países, a Arabia Saudita. De nuevo la encantadora Annalena a la carga: «si Alemania se retira del proyecto conjunto europeo que produce armas para Arabia Saudita, aumentarían los costes de equipamiento de la Bundeswehr (Ejército) y, por lo tanto, faltaría dinero para las prestaciones sociales». Así que ya lo sabéis, niños y niñas progres: los gastos sociales se sostienen con la exportación de armas. Ni más ni menos.
¿Todo en orden? Pues no. Rusia es mala, pero China es peor para esta peña. «China amenaza nuestro modo de vida democrático, y por eso tenemos que tomárnoslo muy en serio».
Ni una crítica, por pequeña que hubiese sido, a las sanciones (ilegales, según el derecho internacional aunque no según el «orden basado en reglas» occidental). Todo en orden y dentro del canon del jardín colonial.
Los Verdes son, como todos los «progres», otra expresión de la derecha; una derecha moderna vestida de verde y desinhibida. Como dijo uno de sus presidentes (tienen dos, un hombre y una mujer, que en eso son muy paritarios) «somos portadores del Estado». Sin complejos y sin tapujos. No es extraño que todos los medios de propaganda lanzasen flores sobre Los Verdes con comentarios que les sonrojarían si fuesen en realidad «progres». Uno de ellos lo definió de forma gráfica así: «Hoy Los Verdes siguen siendo radicales, pero radicalmente realistas… las consideraciones éticas son para el ayer».
Y si esto no es extraño, mucho menos el que las principales empresas alemanas patrocinasen la conferencia.
¿A que son un encanto? Y ecologistas, además. Aquí están, lo podéis ver en este panel, la patronal Gesamtmetall (industria armamentística), Bayer (química), la Asociación Federal de Empresarios de la Vivienda e Inmobiliarios, la cadena de supermercados Lidl (que tendréis casi seguro en vuestra ciudad), y así.
Los empresarios alemanes están pagando a Los Verdes por los favores recibidos. Por ejemplo, cuando en un referéndum oficial en la ciudad de Berlín en octubre de 2021 estos simpáticos niñatos, junto con sus socios del SPD que se dice socialdemócrata, se negaron a cumplir el resultado porque este fue favorable de forma abrumadora a la expropiación a los grandes propietarios de viviendas de alquiler. Los Verdes dijeron que «tomaban nota» del resultado, pero que no era vinculante y pidieron a las empresas propietarias de viviendas «generosas donaciones» para evitar su expropiación y socialización como se aprobó en el referéndum. El resultado es el que veis, las empresas inmobiliarias están tan agradecidas que financian su conferencia anual. En este caso, Roma sí paga a traidores.
No contentos con ello, Los Verdes dieron ayer otro paso más en su decadencia marchita: se opusieron hasta el final a que una empresa china se hiciese con una importante participación en la gestión del puerto de Hamburgo. El gobierno alemán llegó tras muchas discusiones a un compromiso para permitir que los inversores chinos adquirieran una participación en el puerto del 24’9% (la inversión inicial prevista era del 35%). Según la ley alemana si una empresa adquiere el 25% de algo tiene derecho de veto en las decisiones, por lo que los chinos no lo tendrán en el puerto. Esto es algo menos de 60 millones de euros, pero a Los Verdes les parecía que, según acordaron en su conferencia, «amenaza la seguridad nacional» de Alemania, además de «nuestros valores». Ningún reaccionario oficial lo hubiese expresado mejor.
A Los Verdes, los niños bonitos del capital, no les preocupa que el capital alemán controle puertos extranjeros. En Ghana, por ejemplo. La firma alemana Sellhorn Ingenieurgesellschaft mbH controla la mayoría del capital del puerto de Keta desde 2021. Eso no «amenaza la seguridad nacional» de Ghana, por supuesto, ni pone en solfa sus «valores» puesto que aquí el jardinero está cuidando que la selva no se coma el jardín europeo y occidental. En la actualidad ese puerto está en construcción y la propaganda alemana afirma que «su puesta en servicio ofrecerá, además de puestos de trabajo, nuevas oportunidades para la industria portuaria de Ghana. También será una puerta de entrada privilegiada para los países vecinos sin litoral, a saber, Burkina Faso, Níger y Malí». Animo a los chinos a que digan algo similar del puerto de Hamburgo, a ver si cuela y les amplían su participación hasta el porcentaje inicialmente previsto.
Los Verdes son el Estado alemán en la misma proporción que son una amenaza para cualquiera que tenga un mínimo de cerebro. Ellos no son responsables de la situación social, ni de la sonrojante profundización de la brecha entre ricos y pobres, ni de nada. Rusofobia y chinofobia teñida de verde. Pero hace mucho tiempo que los girasoles están marchitos.