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La Guerra Mundo

Documento para el Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Neoliberalismo

EL MUNDO EN GUERRA

A diario recibimos noticias de guerras en multitud de lugares del planeta, algunas escenas permanecen y otras cambian sin que podamos llegar a comprender qué es lo que está pasando.

La información que recibimos es parcial y fragmentada, trozos sueltos que no podemos relacionar y las impactantes imágenes de cada día no sólo no permiten comprender la realidad sino que la deforman y distorsionan según los intereses de quienes las envían.

Es posible que exista un sentimiento genérico de rechazo a la guerra, que se intuya su carácter nefasto, que nos sintamos estremecidos cuando conocemos atroces masacres o el desplazamiento de cientos de miles de personas de sus hogares. Sin embargo, no podemos interpretar la figura que conforman entre todas ellas y por lo tanto no las damos sentido y no asumimos ninguna responsabilidad sobre ellas.

Recientemente el Papa Francisco se ha referido a la existencia de una tercera guerra mundial. A tenor de las cifras no hay ninguna duda de ese hecho: hoy día existen 32 conflictos armados en los que participan más de 40 países, desde la Segunda Guerra Mundial se han producido 16 millones de muertos y el 90% de las víctimas son civiles, y de ellas el 75% son mujeres y niños; además existen 59,5 millones de desplazados recogidos en su mayor parte (el 86%) en los países y comunidades con menos recursos1.

Tampoco existe ninguna duda sobre las implicaciones del Estado español en ella. Se han desplazado más de 137 mil efectivos militares a 50 países diferentes; es uno de los principales fabricantes de armas del mundo y sus presupuestos de defensa crecen incesantemente a pesar de la crisis. Además, su territorio es una pieza clave del complejo bélico de Estados Unidos y sus aliados. Las bases de Rota, Morón y Torrejón son enclaves esenciales de la estrategia militar global.

LAS GUERRAS MUNDIALES

La actual guerra mundial guarda similitudes con las dos anteriores pero tiene también características propias que hay que destacar al punto que debería denominarse de forma diferente.

La Primera Guerra Mundial en realidad se denominó la “Gran Guerra”, fue el último gran combate entre la pujante burguesía y la decadente aristocracia; supuso el fin de tres grandes imperios: el Austro-húngaro, el Prusiano y el Otomano. El proceso de liberalización económica del desarrollo capitalista necesitaba acabar con el absolutismo para asegurar la expansión del capital.

La Segunda Guerra Mundial fue el modo de dar salida a una crisis que se conformó en la Gran Depresión de 1929 en Estados Unidos y los fascismos italiano y alemán en los años 30 en Europa.

En ambos casos, tanto en la Gran Guerra como en la Segunda Guerra Mundial, el conflicto que subyacía era la necesidad de someter a un movimiento obrero que desde 1905 había comenzado un proceso revolucionario.

Tras la Segunda Guerra Mundial aparece en primer plano un nuevo protagonista: la URSS, que frente a la falacia de que fue una intervención norteamericana la que decidió la guerra, fue quien derrotó al ejército nazi en el frente oriental sin contar con el apoyo de ninguna fuerza aliada, con un coste de más de 20 millones de muertos.

LA GUERRA MUNDO

Otra manera de denominar la guerra actual es la de “Guerra Mundo”, una guerra que se extiende por todo el planeta y que tiene singularidades propias. Fue George W. Bush quien declaró: “El mundo es el campo de batalla”, aunque declaraciones similares se produjeron nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces la guerra ya no tiene fronteras

A la Guerra Fría declarada contra el bloque socialista había que añadir la guerra caliente en Corea y Vietnam, las guerras y matanzas que se llevaron a cabo tratando de impedir los procesos de descolonización y las continuas agresiones para asegurar los intereses del capital y del imperio en cualquier lugar del mundo.

Asistimos a una agresión global por el dominio del mundo, una violencia que es expresión material del ejercicio dictatorial de la dinámica imperialista. Una guerra en la que de un modo u otro todos participamos.

La globalización de la economía y la tecnología conllevan la globalización de la guerra. Los conflictos económicos devienen en conflictos armados en dos lógicas coincidentes: acumulación y dominación, y estas lógicas sólo pueden prosperar mediante el ejercicio generalizado de la violencia.

En este momento el mecanismo esencial de acumulación es la desposesión y el hilo común de las guerras es mantener la lógica de la acumulación. Estamos en un proceso de recolonización2, de apropiación de recursos, de dominio de las redes y comunicaciones de transporte, de la imposición de un sistema de comercio y del control estratégico de los territorios; un proceso de sometimiento de la soberanía de los pueblos y de formación de ingentes masas de población súbditos de intereses ajenos.

Un proceso en el que el mundo es considerado como un negocio en manos de las grandes corporaciones económicas y en el momento actual, y de forma acelerada, se trata de romper todas las barreras que impidan o dificulten ese proceso.

El negocio hoy en día no es solo la explotación de los recursos y de las personas, sino de creciente desposesión y control del territorio. Desposesión y control que conducen al dominio geoestratégico del mundo y tal dominio se ejerce especialmente por multitud de formas de guerra y de manera creciente por la agresión militar.

Estamos abandonando la denominada “gestión de la crisis”3 para adentramos en una estrategia más amplia que prevé enfrentamientos con enemigos equiparables (esencialmente Rusia), y para ello se está llevando a cabo un agrupamiento de fuerzas “la defensa colectiva” en la que las acciones preventivas son un elemento esencial de esa estrategia. Así, en este año se han realizado maniobras en Polonia y los países Bálticos, se fomentó el golpe de estado en Ucrania y sin que se haya producido un reconocimiento expreso, la OTAN ya actúa en este país.

Nadie puede mantenerse al margen de este proceso o eres aliado o eres enemigo, es la vieja lógica fascista del “estás con nosotros o estás contra nosotros”, con el agravante de que aún en el caso de que decidas ser aliado, lo harás como súbdito sometido a los intereses de las fuerzas hegemónicas.

El enemigo será, por tanto, quien de algún modo impida, condicione o dificulte la expansión imperial y será sometido o directamente aniquilado por cualquier medio. Hoy día podemos añadir que esto se hace sin ningún límite ni en los actos ni en las consecuencias.

Las formas de guerra para combatir a quienes han sido declarados como enemigos abarcan todo lo imaginable: la guerra mediática, la guerra económica, las guerras civiles, los golpes de estado y las acciones militares. Este conjunto de intervenciones se ordenan sistemáticamente en la secuencia: criminalizar para justificar, aislar para debilitar y agredir en la medida que se considere necesario.

Para declarar a un país, organización, grupo o persona como enemigo no existen criterios argumentados y fundamentados, los criterios varían con el tiempo y las circunstancias y se aplican contradictoriamente. Los argumentos que anteriormente se hacían en base a un supuesto interés general, como por ejemplo la defensa de la democracia, dan lugar a otros totalmente ambiguos como la “seguridad” o definen de forma genérica sus intereses como la “seguridad energética”.

Para justificar la declaración de enemigo se intenta objetivar esta decisión con supuestas pruebas que ni se fundamentan ni se verifican, dando por válidas declaraciones interesadas, de terceros o de fuentes anónimas no verificables, pero suficientes para desencadenar una guerra, como lo fueron las supuestas armas de destrucción masiva en Irak.

La extensión del campo de batalla al mundo, la ambigüedad de los criterios, la arbitrariedad en las actuaciones y la impunidad con respecto a las consecuencias permite situar al supuesto enemigo en cualquier lugar del Planeta. Como vemos, cada día al “enemigo” se le combate donde esté pero también donde se suponga que esté, tal y como ha ocurrido recientemente en el Hospital de Médicos sin Fronteras en Afganistán.

Cada vez con más fuerza se multiplican las agresiones contra el enemigo interno; es decir, todas aquellas fuerzas sociales y políticas que ofrecen resistencia dentro de la alianza occidental a la estrategia imperialista. Controlar al “enemigo interno” adquiere cada vez mayor importancia y las legislaciones represivas en todo occidente nos conduce al fin del estado de derecho, de la Patriot Act a la Ley Mordaza, toda una serie de normas permiten la represión arbitraria e indiscriminada de toda forma de resistencia y legitiman la impunidad de los agresores.

Los que son declarados como enemigos carecen de todo tipo de derechos por lo que se les puede detener, encarcelar, torturar o abatir, según sea el caso, sin tener que justificar estos actos. A diario nos enfrentamos con estos hechos, siempre justificados y sin consecuencias para sus ejecutores, conviene no olvidar la situación de Guantánamo, los traslados y las bases de detención ilegales repartidas por todo el mundo.

Este tratamiento se extiende a los supuestos colaboradores del enemigo que corren su misma suerte, teniendo en cuenta que cualquiera puede ser considerado colaborador y que en numerosas legislaciones, o de facto, es el acusado quien tiene que demostrar su inocencia.

Otro hecho relevante de la situación actual es que quienes declaran a sus enemigos son los mismos que los juzgan, los sentencian y les aplican la condena. Este ha sido el procedimiento en los asesinatos de Gadafi, Bin Laden y tantos miles que desconocemos

Contradictoriamente se consideran como amigos países que vulneran flagrantemente las normas establecidas por la “Comunidad Internacional”, lo que pone en evidencia el carácter arbitrario de las justificaciones que se emplean. Por señalar algunos casos, Israel, Arabia Saudí, el gobierno ucraniano, etc. Esta arbitrariedad se debe a que las causas reales de la guerra deben permanecer ocultas.

En todo este proceso de la guerra mundo los organismos internacionales, creados para evitar las guerras, principalmente la ONU, han dejado de actuar para evitarlas y han pasado a ser instancias que las justifican o en el mejor de los casos que las ignoran.

El Estado Español ha dejado de ser un simple acompañante en este proceso para ocupar un papel protagonista, autodefinido como aliado incondicional y partícipe creciente en esta dinámica, se está situando en una posición esencial en la estrategia bélica imperial. A pesar de no contar con un presupuesto relativamente elevado en los gastos militares, su posición geoestratégica es clave.

El control del acceso al Mediterráneo, su cercanía al continente africano y su situación de vértice suroeste de Europa confieren a la península ibérica un valor militar extraordinario. No podemos extrañarnos de que en poco tiempo la base de Rota sea una pieza clave del escudo antimisiles, la base de Morón sea sede permanente de las Fuerzas de Intervención Rápida, arma ofensiva de la OTAN, que la base de Torrejón de Ardoz sea sede del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas, y otras bases y campos de entrenamiento se estén utilizando de forma cada vez más intensa en Zaragoza, Valencia, Albacete, Almería etc.

Nuestro pueblo es víctima de la propaganda de guerra y está aceptando esta lógica de destrucción y muerte sin oponer resistencia, acepta pasivamente que para la defensa de la humanidad son necesarias la destrucción y las matanzas, asumiendo un alto riesgo y una complicidad culpable.

No podemos seguir consintiendo que los grandes temas que determinan nuestras vidas se encuentren fuera de nuestro alcance.


  1. Declaración del Alto Comisionado Antonio Guterres con ocasión del Día Mundial del Refugiado 2015, http://www.acnur.org/t3/noticias/noticia/declaracion-del-alto-comisionado-antonio-guterres-con-ocasion-del-dia-mundial-del-refugiado-2015/ 

  2. Thierry Meyssan, ¿Por qué Francia quiere derrocar la República Árabe Siria, http://www.voltairenet.org/article189007.html 

  3. La “gestión de la crisis” se refiere a la defensa de los intereses del imperio fuera de su territorio para mantener el control sobre países o territorios que no pueden ofrecer una resistencia significativa; en realidad, es una forma militar de matonismo ganster​il 

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