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La Unión Europea patrocina el linchamiento del pueblo ruso y de su cultura. Tita Barahona

Acabada la II Guerra Mundial y tras el descubrimiento de las horribles torturas y matanzas infligidas por los nazis a judíos, gitanos, socialistas, comunistas, anarquistas, homosexuales y todos los grupos que aquéllos consideraban infra-humanos, una pregunta ha sobrevolado las conciencias de millones de personas en el mundo: ¿Cómo fue posible aquel horror?

Hoy la respuesta se despliega clara ante nuestros ojos -para quienes puedan y quieran abrirlos. Con motivo de la escalada bélica en Ucrania por la intervención directa de Rusia, vemos cómo los gobiernos de la Unión Europea, servidores de Washington y miembros de su organización criminal, la OTAN, están convirtiendo al pueblo ruso -no sólo a su gobierno- en el nuevo judío, contra el cual se están orquestando pogromos1 histéricos e inauditos.

Los medios a través de los cuales hacen prender en el público el sentimiento rusófobo no difieren en lo esencial de las técnicas de que se sirvió Joseph Goebbles, ministro de propaganda de Hitler, para inocular el antisemitismo y el anticomunismo en el cuerpo civil de Alemania.

Ciertamente, estamos asistiendo a la difusión constante -por prensa, radio, TV e Internet- del primero de los principios del famoso decálogo del propagandista nazi: la simplificación del relato y la creación de un “enemigo único”Vladimir Putin-, al que en este caso se añade un “héroe” que lo enfrenta, Volodymr Zelensky. Si las armas bélicas tienen como objetivo vencer, las “informativas” lo tienen de convencer.

Para que este relato simple de héroes y villanos surta el efecto deseado, la Europa que presume de libertades censura todas las fuentes de información -vinculadas o no a Rusia-, de modo que el público no pueda conocer otra versión de los hechos distinta o complementaria de la que se dicta desde Washington y Londres, a través del gobierno de Ucrania.

Amordazado el “enemigo”, al que se acusa de difundir “propaganda”, opera a pleno rendimiento la que emiten los medios occidentales. Decir “medios de comunicación” es ya más que un eufemismo. Como se sabe, hace tiempo que las guerras no solo se dirimen en el campo de batalla, sino también en la esfera mediática, ya sea la privada -propiedad de corporaciones- o la pública -pagada con nuestros impuestos-, pero siempre al servicio del mismo amo.

Así que, más que de comunicación, es mucho más acertado hablar de medios de manipulación de masas, porque ya contamos con pruebas suficientes que lo avalan.

Sean medios públicos o privados, el resultado es el mismo: parcialidad, manipulación de imágenes y subtítulos, ocultación de información fundamental, tergiversación intencionada de los hechos; todo ello aderezado con la demonización del “enemigo” (“tirano”, “loco”, “dictador”…). Y entre medias, muchas mentiras que, como dijo Geobbles, repetidas hasta la saciedad se convierten en verdad. No es nada nuevo: la misma estrategia aplicaron cuando EE.UU. intervino militarmente en Afganistán, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, por citar los casos más recientes.

Pero esta vez, con el tema de Ucrania, se están alcanzando cotas difícilmente superables. Sabemos que en EE.UU. llevan años difundiendo el odio a Rusia o rusofobia dentro del país (cualquier traspiés de los demócratas, estos lo achacan a la «injerencia del Kremlin«). También sabemos, aunque es uno de los hechos que deliberadamente “nuestros medios” ocultan, que Rusia lleva tiempo rodeada en su frontera occidental por bases de la OTAN, con misiles que apuntan a su territorio.

No contentos con estas medidas de claro carácter ofensivo, los gobiernos de la Unión Europea, siguiendo a su amo estadounidense, están poniendo en vigor políticas de corte neo-fascista que, aparte de la censura mediática, consisten en el señalamiento, la cancelación, la elaboración de listas negras de periodistas y otras personas que en las redes sociales publican información que diverge del relato oficial. E incluso, bajo el paraguas de la persecución de los “delitos de odio”, del espionaje o la “propaganda rusa”, se ha puesto en marcha una suerte de Gestapo que está deteniendo a supuestos “disidentes”. Tenemos a un periodista español encarcelado e incomunicado en Polonia, Pablo González, del que seguramente usted no ha oído hablar.

Que vivimos en un sistema casi-totalitario se puede afirmar ya sin reparo.

En 2014, Ucrania fue objeto de un golpe de Estado -el llamado Euromaidan– auspiciado por EE.UU. y la OTAN contra el gobierno democráticamente elegido de Viktor Yanukovich. Se sirvieron de los grupos neo-nazis existentes en el país, a los que armaron, para crear el caos y que Washington pudiera instalar en el poder a un candidato de su conveniencia (Petro Poroshenko, asimismo de simpatías neo-nazis), mientras Joe Biden, entonces vicepresidente con Obama, colocaba a su hijo en el consejo de administración de la empresa ucraniana de gas Burisma Holdings.

La relación de EE.UU-OTAN con nazis viene de lejos2. Poco después de la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial, que no fue obra de EE.UU., como nos cuenta la propaganda de Hollywood, sino del ejército rojo de la Unión Soviética, la CIA reclutaba a Mykola Lebed, líder de una milicia nazi ucraniana, que supervisó la tortura y matanza de judíos en Krakow. No fue el único: Wernher von Brown llegó a jefe de la NASA con Kennedy; Walter Hallstein, a presidente de la Comisión Europea; Adolf Heusinger, a jefe de personal de la OTAN; Kurt Waldheim, a secretario general de la ONU; por citar algunos.

El mismo Ronald Reagan, en 1983, dio la bienvenida en la Casa Blanca al nazi ucraniano Jaroslav Stetsko, que estuvo implicado en la masacre de 7.000 judíos en Lviv. A este le dedicó las siguientes palabras: “Vuestra lucha es nuestra lucha, vuestro sueño es nuestro sueño”.

Al golpe del Euromaidan de 2014 se resistieron las poblaciones de Crimea y la región del Dombass (repúblicas de Lugansk y Donestk). La primera votó en referéndum volver a Rusia. La segunda, desde entonces, ha sido objeto de ataques repetidos por parte del ejército ucraniano, matando a unas 14.000 personas, niños incluidos. Los acuerdos de Minsk, entre Francia, Alemania, Rusia, Ucrania y las repúblicas del Dombass (2014-15) fueron un intento de pacificación; pero Ucrania los ha violado sistemáticamente.

La guerra en Ucrania no empezó en febrero de 2022, sino en 2014; pero usted no se ha enterado, porque, durante estos 8 años, los grandes medios han guardado silencio. Esos ucranianos no interesaban, ni vivos ni muertos. Y ahora, la propia cadena pública española TVE2 se atreve a decir que el Dombass está “ocupado” por “separatistas rusos”. Es decir: a personas que han nacido y residido toda su vida en esa región, el ente público español las llama, con todo el descaro, “ocupas”.

De nuevo se trata de algo que sabemos hace tiempo: que escasean cada vez más los periodistas honestos y profesionales, y en su lugar proliferan los simples mercenarios (en muchos casos en nómina de servicios de inteligencia).

El gobierno salido del golpe de Estado en Ucrania prohibió todas las lenguas que se hablaban en el país, especialmente el ruso; ejerció una furiosa represión contra los disidentes, ilegalizó al Partido Comunista -recientemente a 11 partidos más-; ensalzó al colaboracionista nazi Stepan Bandera, ascendido a la categoría de héroe nacional, mientras convertía el país en un fango de corrupción y miseria (país más pobre de Europa), provocando la emigración de miles de ucranianos a Rusia y países europeos. Esta era y es la “democracia” ucraniana, que, según nos cuenta la propaganda Otanista, “defiende los valores europeos”.

Que nazis hay en todas partes ya lo sabemos, pero no en todas partes están en los gobiernos ni son prominentes en las fuerzas armadas. Batallones como Azov y Centuria, entre otros, de clara ideología neo-nazi, que no ocultan, son columna vertebral del ejército ucraniano, a los que la OTAN y la CIA llevan varios años entrenando. Son los que están cometiendo las atrocidades que ellos mismos graban y difunden en redes sociales, como atar a postes a civiles con plástico adhesivo que les cubre de pies a cabeza, golpearlos, humillarlos, pintarles la cara de verde si son gitanos, y dejar que mueran, inmovilizados, de frío e inanición.

[Img #71301]   Las hazañas de estos nazis no se las muestran los grandes medios de propaganda bélica Otanista. Es más, niegan su existencia los mismos que hace unos años nos hablaban de ellos. Y son estos nazis y su actual presidente a los que la Unión Europea está armando hasta los dientes, invirtiendo el dinero de nuestros impuestos, no en sanidad, educación, investigación…, sino para que Ucrania -que es un simple peón- le haga la guerra a Rusia de parte de EE.UU-OTAN 3. Y aún el «héroe» Zelensky le acaba de pedir a la Unión Europea que le dé 7.000 millones de dólares al mes para pagar salarios, cuando él tiene una fortuna blindada en paraísos fiscales. Pero en el El País se preguntan si no será «el nuevo Moisés bíblico«. El grado de ridículo supera incluso al de manipulación.

Es más, en los países europeos, que presumen de democracia, la intervención en esta guerra ni siquiera ha sido votada en los parlamentos, no digamos sometida a referéndum. Nos han metido en una guerra cuyas consecuencias pagaremos los de siempre: las clases trabajadoras. Pero, para eso está la propaganda: para hacernos sentir contentos de empobrecernos para que “se fastidie Putin”. Algunos mandatarios, como el italiano Mario Draghi, han llegado a tal grado de miseria moral, que nos pide elegir entre «tener paz o aire acondicionado encendido»

Si bochornoso ha sido el espectáculo del parlamento español aplaudiendo la intervención telemática del “héroe” Zelensky, al unísono, incluida la bancada que pasa por ser “la izquierda” (en otros parlamentos europeos, como el Griego, queda aún algo de dignidad), más bochornosa si cabe está siendo la actuación del jefe de la diplomacia europea, agitando rabiosamente el odio a Rusia, diciendo que “esta guerra se gana en el campo de batalla”, cuando su labor debería ser buscar una solución pacífica, dialogada, al conflicto. Valiente diplomacia la que ejerce el millonario Josep Borrell, perrillo faldero del señor Biden.

Llamamientos a donar para ayuda del pueblo ucraniano, que sufre las “atrocidades de Putin”. Sanciones económicas a Rusia, que, en todo caso dañarán a su población; condenas del Consejo de Seguridad de la ONU, llamamientos a poner a Putin ante el Tribunal de la Haya por “crímenes de guerra” por parte de una potencia, EE.UU., que es responsable de los mayores crímenes de guerra que se han cometido en el último medio siglo y nunca han sido condenados ni juzgados; es más, EE.UU no forma parte de ese tribunal e incluso se ha atrevido a amenazar a sus jueces para que no investiguen sus crímenes.

Ni llamamientos, ni condenas, ni peticiones similares se han hecho en el caso de otras invasiones militares, que han dejado mucha más muerte y destrucción: Afganistán, Irak, Libia, Siria, Somalia, Yemen…. En Mali, recientemente, el ejército francés bombardeó un cortejo de boda, matando a 19 civiles; Marruecos está machacando al pueblo saharaui, con la vergonzosa connivencia del gobierno de España. El Estado de Israel prosigue el genocidio del pueblo palestino, que no tiene ejército. Mientras escribimos estas líneas, está atacando a los fieles congregados en la mezquita de Al-Aqsa y bombardeando los alrededores de Damasco. Solo el año pasado Israel mató a 354 palestinos, entre ellos 76 niños. Pero no fue suficiente para que lo suspendieran del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, como han hecho con Rusia, ni se le han impuesto sanciones. Ya sabemos: es protegido de EE.UU.

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La sanciones a Rusia no dañan la economía rusa como EE.UU desearía; dañan la economía europea, pero la Unión Europea está dispuesta a pegarse un tiro en el pie, a sacrificar a su propia población trabajadora provocando el deterioro de sus condiciones de vida y recortes en servicios sociales, para favorecer a EE.UU, que nos venderá su gas -obtenido de fracking- un 40% más caro que el ruso y más contaminante. Pero ya tienen el chivo expiatorio al que echar la culpa de todas las calamidades que nos vendrán encima, el mismo que ha estado utilizando EE.UU en los últimos años: todo será culpa del «malvado Putin«.

   LA RUSOFOBIA DESATADA… ¿CANCELARÁN TAMBIÉN A TOLSTOI Y DOSTOYEVSKY?

[Img #71286]   La demonización del presidente de la Federación Rusa se extiende a todo su pueblo. Lo nunca visto: cancelación de todas sus manifestaciones culturales (teatro, ballet clásico, conciertos, literatura, ciencia, deportes, cine…). La enorme cultura rusa tachada de un plumazo. Algunas universidades quieren hacer piras con los libros de Dostoyevsky, Tolstoi, Gorki… Me pregunto si la Filmoteca Nacional eliminará también las películas del maestro del cine, Sergei Eisenstein. La neo-Gestapo europeo-estadounidense extorsiona a los países del mundo para que se sumen a las sanciones a Rusia, así como a los ciudadanos rusos que viven fuera de su país a declararse contrarios al gobierno ruso si quieren conservar sus trabajos. En Finlandia han llegado al extremo de negarse a operar a un jugador de hockey ruso. A ver si esto no es un auténtico programa de exterminio.

La rama española de esta neo-Gestapo está cancelando las cuentas bancarias de civiles rusos que tienen permisos de residencia y trabajo, de modo que ni siquiera pueden pagar las facturas de sus consumos básicos. Algunos “refugiados” traídos de Ucrania ya están empezando a agredir por la calle a personas que oyen hablar ruso, los escaparates de comercios rusos aparecen con pintadas xenófobas, los niños rusos son agredidos por sus compañeros en los colegios… El pogromo en toda su virulencia, mientras se hace tabla rasa de los crímenes de lesa humanidad cometidos por EE.UU, Reino Unido, Francia y otros países “aliados” en varias partes del mundo, en el pasado y en el presente.

[Img #71284]   Nuevos pogromos para los nuevos apestados. La Europa  que dice combatir los “delitos de odio” está expandiendo el odio étnico y cultural, la rusofobia, por todo el orbe de lo que llaman “el mundo civilizado”. La Unión Europea, en su servilismo al capitalismo e imperialismo estadounidenses, se está convirtiendo en un ente neo-fascista y esto tendrá serias consecuencias.

En este mundo del blanco y el negro, del “si no estás conmigo, estás contra mí”, seguramente me tacharán de ser “pro-rusa”. Nada más lejos de la realidad. No siento simpatía por ningún Estado capitalista, incluido el ruso; ni por ningún mandatario de un Estado capitalista, incluido Vladimir Putin. Tampoco se trata de justificar una guerra por el hecho de que haya otras; sino de llamar la atención sobre el doble rasero aplicado por EE.UU.-EU-OTAN, con sus medios de propaganda, y la deriva fascista a que nos está conduciendo. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

(Publicado en Canarias Semanal, el 18 de abril de 2022)


   Notas:


  1. Pogromo es la palabra que se utiliza para designar el linchamiento multitudinario -espontáneo o premeditado- de un grupo humano en particular. Durante siglos, en los reinos de confesión cristiana, fueron los judíos las víctimas de numerosos pogromos, alentados sobre todo por el clero, cuya propaganda antisemita consistía principalmente en señalarlos como los “asesinos de Cristo”. 

  2. Lo cuenta el periodista de investigación Christopher Simpson en su libro Blowback: America’s Recruitment Of Nazis And Its Effects On The Cold War, Weidenfield & Nicolson, 1988. Véase también https://www.voltairenet.org/article216408.html 

  3. Ellos mismos lo reconocen abiertamente. Eliot A. Cohen, que fue consejero de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice (2007-09) durante el mandato de George W. Bush, ha dicho, en un artículo de la revista The Atlantic, que la de Ucrania es una guerra indirecta entre EE.UU y Rusia, que incluye guerra económica y guerra informativa.