Ranas en el fondo del pozo
La cosa va de elecciones, aunque no en Bolivia donde el entusiasmo por las encuestas oculta la realidad: me sorprendería mucho que ganase la candidatura indigenista del MAS. Y si ganase la pregunta será ¿y qué? ¿va a purgar al ejército, a la policía, a los golpistas (incluyendo a empresarios, televisiones, etc.), a…? Lo dudo. ¿Va a salir de la OEA, esa misma que legitimó el golpe? Para nada. Luego, gane quien gane, da igual o casi igual. Como con Morales, asistiremos a alguna mejora simbólica de la parte más pobre de la población y poco más.
Por eso me quiero centrar en otras elecciones que son más, mucho más, importantes y que también están al caer: las de Venezuela. Estos días han pasado cinco cosas muy curiosas:
- Un tribunal de Gran Bretaña falla que es el gobierno venezolano, y no Guaidó, el legítimo propietario del oro que Venezuela tiene en el Banco de Inglaterra.
-
Wall Street reconoce la fortaleza del petro venezolano, «una divisa fiduciaria en alza y cada vez con mayor confianza cuando EEUU entra en crisis».
-
El jefe del Comando Sur de EEUU reconoce que Venezuela se salta las sanciones gracias al petro y otras criptomonedas.
-
La ONU publica un informe sobre «crímenes de lesa humanidad» en Venezuela.
-
Se aprueba la Ley Antibloqueo en Venezuela.
Coged las cinco cosas y mezcladlas bien. Y ahora, volvamos a la paranoia anti-Venezuela que recorre la espina dorsal de Occidente, sea blanco o criollo. Veréis a las ranas saltando en el fondo del pozo, intentando salir de él pero constantando que no es fácil, que el pozo es algo más profundo que un simple charco. No habría informe de la ONU sin las tres primeras cosas, y no habría una quinta sin las tres primeras.
O sea, que las tres primeras son determinantes para entender lo que está pasando ahora mismo en y con Venezuela.
Supongo que no hace falta recordar que Guaidó y quienes le sostienen, y hablo de fuera de Venezuela, no están cumpliendo la Constitución, como dicen, puesto que el artículo 233 en que se basa el reconocer al «presidente interino» establece que en caso de que Maduro no sirviese para el cargo sería el vicepresidente quien lo relevase, y ese no es el caso de Guaidó. Eso es lo que, en síntesis, viene a decir el tribunal británico.
Que el petro se haya convertido en una moneda relevante es muy sorprendente; que sean los capitalistas de Wall Street quienes lo reconozcan, más. Y que sean los militares quienes hablen de ello indica que solo esta vía es la única con que se podrá desalojar a Maduro. Porque si el petro es una moneda relevante, si se codea con el dólar en los mercados internacionales es porque al estar respaldada por el petróleo los inversores apuestan por ello pese a que Venezuela tenga dificultades para extraerlo y venderlo. Esta es la razón principal, aparte del apoyo popular, por la que Maduro no ha caído. El bloqueo es criminal, como todos los bloqueos, pero la decisión de poner en marcha el petro ha sido fundamental para solventarlo e ir abriendo grietas en el mismo. Han pasado dos años y medio de ello y ahora se recogen los primeros frutos, aún pequeños pero que ya auguran buenas cosechas.
Que la ONU hable de «crímenes de lesa humanidad» sin referirse a los bloqueos es ya en sí algo más que sospechoso, es una indecencia. Y más que lo haga en este contexto.
Que el jefe del Comando Sur de EEUU hable de que entre sus funciones está el «investigar el crecimiento de las criptomonedas en la región, y del petro en particular», pone de relieve la importancia que EEUU da a un asunto que va más allá de abrir grietas en los bloqueos o sanciones: apunta, directamente, a la desdolarización de la economía mundial. Este tipo se llama Craig Faller y no tiene pelos en la lengua: «el 60% de las criptomonedas del mundo están en el hemisferio Sur (o sea, la América Latina más abajo de Panamá) y ello tiene que ver con Venezuela, además, con la participación de Irán».
Dejemos aparte a Irán, que tampoco lo está haciendo muy mal precisamente. Que los militares de EEUU hablen de que están investigando el uso venezolano de criptomonedas indica cuál es la vía que tiene en mente EEUU, la única con la que podrá sacar a Maduro de Miraflores: la fuerza militar. Tal vez así se puedan entender las razones por las que la UE, que estaría dispuesta a enviar observadores «de inmediato» (sic) a Bielorrusia si Lukashenko accediese a repetir las elecciones, no es capaz de preparar a su gente tres meses antes de las elecciones en Venezuela (fue el mes pasado cuando se hizo la invitación). Por eso también las presiones de EEUU, y sus vasallos europeos, para que nadie se presente a las elecciones del 6 de diciembre: para tener el terreno limpio.
Y ahora la quinta de las cosas de estos días, la Ley Antibloqueo. Claramente se sustenta en la fortaleza del petro, aunque tiene casi más cosas negativas que positivas (es decir, estoy mirando hacia dentro y no hacia fuera). Negativas, porque a pesar del nombre legitima una política aperturista que llega, incluso, a plantear una reversión de las nacionalizaciones iniciadas por Chávez. Se puede argumentar en su favor que es producto del bloqueo y de las sanciones, que con ello se pueden abrir nuevos caminos y todo ello es cierto, pero no lo es el excesivo secretismo que conllevan algunos de sus aspectos, sobre todo en cuestiones pretroleras.
Pero esta es otra historia. Porque un par de meses antes de todo esto había quien reclamaba, con euforia, que Venezuela estaba en bancarrota y que sólo explotaba el 4% de toda su riqueza petrolera «situándose a niveles de 1963».
La rana se creía ya disfrutando del sol en los charcos (de petróleo) del Orinoco, pero no. Las ranas siguen en el fondo del pozo aunque alguna, como Suiza, que fue de las primeras en reconocer a Guaidó como «presidente interino», acaba de desdecirse y reconocer a Maduro como presidente. Tiene toda la pinta de ser el precedente para después de diciembre.
(Publicado en el blog del autor, el 13 de octubre de 2020)