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¿Una historia inquietante? El lince

Trump ha ganado y ya todo el mundo comienza a posicionarse. Los vasallos europeos que le vilipendiaron ahora corren a felicitarle. El gobierno alemán se desmorona el mismo día. Los neofascistas de todo el mundo se felicitan. Los mal llamados «progres» de todo el mundo (encabezados por el lunático Lula) aún no han parado de llorar. No cabe duda que estos cuatro años de su presidencia van a ser los de una historia inquietante.

¿Ha cambiado Trump respecto a su primer mandato? Como es lógico, es aún muy pronto para responder porque las «imprudencias» (sic) -este es un calificativo que se ha reproducido múltiples veces en China en su primer mandato- durante ese tiempo de su primera presidencia aún están frescas en la memoria: retirarse de múltiples acuerdos internacionales (con el caso del programa nuclear de Irán como máximo exponente), lo que dio inicio a la crisis con este país; la imposición de aranceles a China y otros países, lo que provocó una guerra comercial a nivel global; ignorar las cuestiones ambientales; construir un muro fronterizo que alentó a muchos otros para su campaña anti-inmigración, etc…

Dijo que iba a «drenar el pantano» del llamado «Estado profundo», pero no pudo hacerlo aunque no se metió en grandes problemas a nivel internacional (con la excepción del asesinato de Soleimani) y, a nivel interno, EEUU vivió su última «etapa dorada» a nivel económico porque coincidió con un cierto crecimiento acompañado de una muy baja inflación.

Ahora la cosa es muy diferente, a nivel externo e interno. Y hay un dato que hay que tener en cuenta: no puede volver a ser reelegido, por lo que tendrá menos restricciones en lo que decida hacer. Eso puede ser bueno o malo, y no hay término medio. Y otro dato a tener en cuenta: el mundo hoy no es el de hace cuatro años.

Está claro que su primer movimiento será la guerra comercial, principalmente con China. Os recuerdo que durante la campaña ha prometido imponer un arancel del 20% a todos los bienes importados de cualquier parte del mundo, porcentaje que llega hasta el 60% en el caso de China, y amenazó con ponerlos del 100% a todos los países que no comercien en dólares. Es una provocación a gran escala que va a desencadenar una guerra comercial sin precedentes si la pone en marcha. Aunque no hay que olvidar que la guerra comercial (mantenida por Biden) no solo no ha derrotado a China, ni llevó a los EEUU los beneficios que Trump proclamaba (y proclama), sino que ha servido para atraer a más países a los BRICS y a erosionar mucho la hegemonía occidental, no solo estadounidense. Si hay que poner un ejemplo de ello, ahí está el caso de Huawei, que no solo no se ha derrumbado sino que sigue superando a los grandes como Apple.

Esto irá acompañado de una política de reducción de impuestos con la que va a complacer a los ricos y a las grandes corporaciones, pero también se ganará a un sector no desdeñable de la llamada clase media y a un cierto sector de la baja. Y eso cuando el déficit presupuestario está a un nivel máximo.

¿Cómo se va a articular esto con su propuesta de deportación de millones de inmigrantes ilegales, cuando son una parte integral del mercado laboral estadounidense? No solo eso, sino que, como en todas partes, los inmigrantes son fundamentales para evitar el descenso poblacional y eso, sin ser economista, dañará gravemente el crecimiento económico.

¿Y cómo se casa esto con el mantra del aumento en el gasto en defensa, propio y ajeno? Complicado. Alemania está en recesión por este tema (y el apoyo a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania), Francia está al borde de la recesión por lo mismo, al igual que Gran Bretaña y Japón. El zombi europeo es financieramente inseguro, no da para más y ahora no puede, aunque quisiera, invertir su limitado presupuesto en más armas pero en su esquizofrenia y locura es quien va a pagar la factura del país 404.

La respuesta es la de siempre: lo pagaremos nosotros, los borregos. En Alemania, el payaso Scholz ha dicho que el Ministro de Finanzas fue cesado por su resistencia a asignar más dinero al país 404. Este tipo, socialdemócrata, es decir, «progre», lo ha justificado así: “Estamos aumentando nuestro apoyo a Ucrania; se enfrenta a un invierno difícil. Después de las elecciones en Estados Unidos, esta es una señal muy importante: pueden confiar en nosotros. Pero debo decirlo nuevamente: el ministro federal de Finanzas no muestra ninguna disposición para implementar esta propuesta en el gobierno federal en beneficio de nuestro país. No quiero exponer más a nuestro país a este tipo de comportamiento”. Por lo tanto, fuera. Alemania no tiene ni para papel higiénico, pero sí quiere dar otros 15.000 millones de euros para financiar a los neonazis del país 404.

Esto es lo que ha llevado a Alemania a la recesión, al cierre de fábricas emblemáticas del hasta ahora «poder alemán» como Volkswagen, despidos masivos en Mercedes, BMW y Opel. Y, por supuesto, de otras muchas. Entre ellas Agfa, Polaroid, Praktiker, Hertie, Karstadt, Kaufhof, KaDeWe, Body Shop, Woolwort, Varta…

La Asociación Alemana de la Industria Automotriz ha advertido que el país «está perdiendo dramáticamente su competitividad internacional” y que la reorganización de la industria automovilística alemana podría llevar a la pérdida de 186.000 puestos de trabajo hasta 2035, de los cuales aproximadamente una cuarta parte ya se ha producido. Todo a mayor gloria de los neonazis del país 404. Y nosotros, los borregos, tragando. Ni que decir tiene que la crisis alemana afecta a todos los sectores industriales del zombi europeo conocido como UE.

Porque esta es otra. Trump ha dicho por activa y por pasiva que es «capaz de resolver la guerra en Ucrania dentro de las 24 posteriores a mi elección». Eso pone de los nervios a los vasallos europeos, porque si hace lo que dice -y lo que se conoce no es alentador, pues no es más que una congelación del conflicto- obligará a la OTAN a aumentar sus presupuestos, diga lo que diga la gente y lo pase como lo pase. A fin de cuentas, la gente en Europa es más que borrega. Y ayer y hoy, en Budapest, el zombi europeo está manteniendo una «cumbre de urgencia» tras la victoria de Trump con dos grandes temas de discusión: los riesgos de una nueva guerra comercial con EEUU y una disminución del apoyo estadounidense al país 404. Si no se llega a acuerdos -sobre todo por Hungría y Esolovaquia- habrá otra el 18 de noviembre en Bruselas.

Si hay que hacer caso a uno de los grandes amigos de Trump en Europa, el húngaro Orban, «Estados Unidos se retirará del conflicto en Ucrania después de que Donald Trump, ganador de las elecciones, asuma como presidente». Esto lo dijo ayer en la reunión de urgencia de la UE que os comentaba. Y añadió: «después de lo ocurrido [la victoria de Trump], está creciendo el número de líderes de la UE que están cambiando cautelosamente de una disposición a financiar a Kiev a un enfoque en una solución pacífica».

Todo va a depender de a quién elija para su gabinete. Hay quien sigue apostando por el país 404 para «doblegar a Rusia» y hay quien considera un «desperdicio» cada dólar que se gasta en el país 404. Y, desde luego, no será nada sencillo para EEUU salir del atolladero del país 404 sin perder el poco prestigio que le queda.

No va a pasar lo mismo con el IV Reich sionista, antes conocido como Israel. Su apoyo al IVRS es conocido, aunque según están las cosas ahora lo tiene bastante mal para recuperar el terreno en Oriente Próximo. Una nueva versión de los «Acuerdos de Abraham» es hoy por hoy imposible. Y no digamos Irán. No hay que olvidar que fue Trump quien rompió el acuerdo nuclear de 2018.

Todo esto son hipótesis, porque es imposible que Trump haga realidad todas sus propuestas políticas dado que contienen demasiadas irrealidades y contradicciones. Así que cumplido el ritual de hablar de Trump, todo lo anterior se resume en un «ya veremos».

(Publicado en el blog del autor, el 8 de noviembre de 2024)

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