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Valores que no valen nada (y un terremoto). El lince

Occidente se llena la boca de la defensa de los «valores democráticos». Lo dice en el país 404, antes conocido como Ucrania, donde quienes se oponen a los neonazis están en la cárcel o muertos. Lo dice en su pretensión de impedir el ascenso de China contraponiendo eso de «democracias» frente a «autoritarios», y así. Pero una cosa que hay que tener en cuenta a la hora de hablar de Occidente es el viejo proverbio castellano de «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces».

No solo se prohíben todos los canales rusos para proteger la «libertad de expresión» (Borrel dixit: «al hacer esto, no estamos atacando la libertad de expresión, sino protegiéndola») en la mejor tradición nazi (o de la Inquisición, dado que Borrell es español, y que viene a ser lo mismo) sino que se están dando pasos cada vez más audaces en la normalización del fascismo sin que haya reacción alguna. Ya lo dijo hace 90 años el filósofo alemán Wilhelm Reich en su libro «La psicología de masas del fascismo». Es una obra valiente donde se relata con la precisión de un cirujano cómo «el fascismo cotidiano» se va introduciendo paulatinamente en nuestras mentes hasta hacer pasar por normal lo que es eso, fascismo. Reich lo dijo justo cuando el nazismo comenzaba a despuntar con fuerza y ahora, 90 años después, ya está tan interiorizado que se considera a los neonazis del país 404 como «demócratas» y «luchadores por la libertad». Y se llega al esperpento de negar la historia, como que quien derrotó a los nazis fue, principalmente, la Unión Soviética. Porque hay un hecho incuestionable: el neonazismo del país 404, antes conocido como Ucrania, es ya la norma en Europa. Hoy el modelo para los neonazis de todo el mundo no es la Alemania de 1940, sino la Ucrania de 2014 en adelante.

Pues bien, las pocas voces disidentes que hay en Occidente sobre esto se acallan una tras otra. Es el caso de lo que acaba de ocurrir en la Feria del Libro de Frankfurt (Alemania), donde se ha prohibido la participación de un italiano, Carlo Rovelli, por su conocida oposición a la «ayuda» que Occidente está prestando al país 404. Por eso, quienes asistan a esta feria del libro ya saben por qué son invitados: porque son dóciles, sin principios y sumisos tanto a la chequera que paga como al fascismo cotidiano.

Es otra página bochornosa, pero emblemática, del Occidente colectivo y sus famosos «valores». Es la purga sistemática de todas aquellas personalidades que se han opuesto a esto y cómo el fascismo cotidiano se impregna y se extiende de la misma forma que se impregna y extiende una mancha de aceite en el papel. Todavía no se les (nos) encarcela, pero todo llegará. De momento, se impide la presencia de estas personas en los eventos públicos, no digamos ya en los medios de propaganda.

La prohibición de Rovelli de la Feria del Libro de Frankfurt es la consecuencia directa de su discurso desde el escenario del reciente concierto del 1 de mayo en San Giovanni, con el que tradicionalmente los sindicatos llamados mayoritarios cierran las manifestaciones del 1 de Mayo en Italia. En ese discurso, que produjo ronchas entre las dirigencias sindicales «mayoritarias» (recordad que no hace mucho os comenté que habían enviado una «delegación solidaria al país 404, teniendo el mal gusto de fotografiarse ante la Casa de los Sindicatos de Odessa, donde se produjo una matanza de antifascistas en 2014), dijo cosas como estas:

«La guerra produce el fascismo. Hoy se acusa a los que se declaran en contra de la guerra de ser siervos del enemigo, como los socialistas pacifistas en la Primera Guerra Mundial. Y estas acusaciones siempre tienen consecuencias tarde o temprano. La dictadura fascista del siglo pasado fue una de ellas. Ciertamente hoy todavía no estamos ahí, pero el camino de la feroz intolerancia está abierto y cada día el sistema da sus pasos. Uno de estos pasos es considerar el régimen de Zelenski una democracia. No lo es, porque la oposición está proscrita y en prisión, el control de la información es total, las amenazas y acciones contra los disidentes son continuas, el nacionalismo étnico es la ideología y la práctica del poder. Atención, lo digo de inmediato porque ya puedo escuchar el grito de los escuadrones belicistas que se levantan: esto no justifica la guerra emprendida por Rusia. Así como el régimen de Gaddafi o el de Saddam Hussein no justificaron las guerras de la OTAN. 

(…) 

Sólo la negociación y la diplomacia, sólo el reconocimiento de todas las posiciones y de todas las realidades mundiales, pueden conducir a la paz concreta. La paz es realismo, la guerra es locura. El Vaticano y China se están moviendo en esta línea y los gobernantes italianos y europeos deberían gastar todo su esfuerzo en estas iniciativas suyas, en lugar de ignorarlas, boicotearlas, lanzar estúpidas proclamas de victoria.

Pero el mayor daño colateral de la guerra es la mentira sobre la democracia. Si para justificar el envío de armas es necesario transformar un régimen que no es democrático en democracia, el veneno de esta elección también intoxica nuestro sistema. Si Zelenski es una democracia, entonces nuestra democracia también puede volverse como la ucraniana».

Carlo Rovelli es físico y un conocido izquierdista. Uno de sus libros, de título premonitorio por eso de los «valores democráticos» occidentales, valores que no son nada, se titula «La realidad no es lo que parece». En él se pregunta de qué está compuesta la realidad y dice que a medida que nuestros instrumentos de observación se perfeccionan, surgen nuevas estructuras cuyo comportamiento desafía las leyes de la lógica. No habla de política, pero como si lo hiciese. Y más, de la occidental y sus «valores».

P.D.- En el país 404, antes conocido como Ucrania, esta semana ha pasado esto que no ha recogido Occidente, y sí lo del derribo de 2 helicópteros y 2 aviones rusos.

Lo interesante es que en el mismo momento el Centro Sismológico Euromediterráneo detectó un terremoto de 3’4 en la escala Ritcher. El centro estaba en el país 404.

¿Sorprendidos? Pues aún hay más.

La radiación en la ciudad, de más de un millón de habitantes, ha subido exponencialmente desde el ataque, lo que significa solo una cosa: allí se habían almacenado las famosas «municiones con uranio empobrecido» que había enviado Gran Bretaña. Y es de suponer que también estuviesen los tanques que las iban a disparar. Ya tenemos aquí lo mismo, pero lo mismo, que cuando la OTAN usó uranio empobrecido en Yugoslavia (y antes, en Irak). Los mismos efectos para la población a largo plazo. Era más que predecible. Pero se acusará a Rusia por el ataque y las consecuencias, faltaría más.

No es el primer ataque de este tipo, pero sí uno de los más devastadores. Occidente envía muchas armas, pero Rusia destruye una gran parte de ellas antes de que se puedan utilizar y esta es una muestra evidente.

En Turquía, Occidente se está frotando las manos porque habrá segunda vuelta en las elecciones en lo que respecta al presidente. Pero hay un pero: la coalición que apoya a Erdogan ha conservado la mayoría en el parlamento: 321 diputados frente a 279.

(Publicado en el blog del autor, el 15 de mayo de 2023)

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