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El gran golpe

A las puertas del crucial Comité Central del Partido Comunista, China acaba de dar el paso definitivo para acabar con el imperialismo estadounidense. El martes pasado, 13 de octubre, ha dado dos grandes golpes para ello: aprobar una ley de control de exportaciones y autorizar al gobierno a «tomar contramedidas» contra cualquier país que «abuse de las medidas de control de exportaciones» y represente una amenaza para la seguridad nacional y los intereses de China. Es decir, se prohíbe la exportación de sustancias estratégicas (especialmente las tierras raras) y tecnología a empresas extranjeras que podrían representar una amenaza para su seguridad nacional.

Hasta este momento estábamos acostumbrados a oír esa cantinela en EEUU, pero el que ahora China la asuma también indica cómo están las cosas y cómo China ha decidido que le da igual quién gane las elecciones estadounidenses el mes que viene.

Se dice por ahí que China apuesta por Biden (insisto, le da igual) pero como confucionistas que son saben que el tiempo juega a su favor y si gana le darán unos meses para que revierta la política contra China impulsada abiertamente por Trump (aunque Obama también dio pasos en esa línea de enfrentamiento que Trump ha acelerado), eso es lo que conlleva el «abuso de las medidas de control de exportaciones» de la ley aprobada. En caso de que gane Trump el tiempo será muy limitado puesto que en la primera sesión del Congreso Nacional del Pueblo del año que viene (hay que tener en cuenta cuándo comienza el año chino, que no es el nuestro) se dará la luz verde definitiva al cumplimiento completo de esta ley que rompe de forma definitiva la costumbre de EEUU de imponer fuera su jurisdicción nacional. Si además digo que China exporta el 70% de todas las tierras raras que se comercializan en el mundo (y se supone que el 95% del total está en su territorio, aunque permenantemente se descubren nuevos yacimientos como en Corea del Norte, por ejemplo, o en Vietnam) entenderéis lo que esta medida supone: unos materiales imprescindibles para todo, desde móviles a misiles. Para ayudar a los ignorantes estadounidenses a comprender lo que conlleva esta ley, es algo así como «sin tierras raras no hay chips».

La importancia de esta ley es que es la primera de toda la historia de China desde que ingresó en la Organización Mundial de Comercio (2001). Mientras que EEUU ha estado elaborando leyes y leyes a su antojo en este aspecto, y en contra del mantra liberal de «libre comercio», China se ha mantenido siempre dentro de lo estricto y abogando por «el libre comercio». Hasta ahora. Con esta ley China aplica el «ojo por ojo», es decir devuelve a EEUU sus golpes más duros; solo que con este golpe EEUU queda fuera de la circulación directamente. China le dice a EEUU que ya no va a establecer reglas de comercio internacional de forma unilateral y cuando le plazca y que ya no puede sustentar eso en la capacidad militar, ni en sus bases, ni en sus alianzas.

Desde que EEUU inició la guerra económica contra China con los aranceles, en 2018, hemos venido asistiendo a un intercambio de represalias de unos y otros hasta dejar la cosa en algo parecido a un empate en el que los dos pueden presumir de victoria (un poco más, China). Pero esta ley, si se aplica del todo -y va a depender de lo que haga EEUU de aquí a febrero o marzo de 2021-, trastocará toda la geopolítica tal como la conocemos de forma irreversible.

China ha esperado muy pacientemente su momento y este lo ha proporcionado el COVID-19: antes de la pandemia Occidente estaba muy tocado, perdiendo hegemonía cada segundo que pasa; ahora está hundido y las perspectivas son de un hundimiento aún mayor. Solo hay que echar un vistazo al último informe del FMI cuando habla de que la crisis producida por la pandemia va a durar mucho más de lo esperado y que sólo un país se salva, China.

Es evidente que el llamado «orden mundial» cambia en momentos de crisis, solo hay que hacer un repaso a la historia. Si hasta ahora estaba despedazándose el hegemonizado por Occidente, la pandemia lo ha destrozado del todo. Vivimos un momento histórico, viendo cómo el dominio de EEUU decae exactamente igual que el imperio británico se deshizo tras la Segunda Guerra Mundial.

Lenin hablaba en su «Imperialismo, fase superior del capitalismo» de cómo la feroz competencia por el control de los recursos y del comercio entre los estados capitalistas europeos desembocó en la I Guerra Mundial. Y de cómo el imperialismo, directa o indirectamente, siempre impone las reglas del comercio internacional para asegurar que el excedente económico fluya hacia el poder imperialista. Supongo que no hace falta decir qué ha hecho EEUU desde la decadencia británica tras la II Guerra Mundial y en qué se ha basado su control del mundo, de forma especial tras la desaparición de la URSS.

Y EEUU lo ha hecho incluso avasallando y humillando a sus «aliados», como por ejemplo en la llamada «crisis asiática» de la década de 1990 aunque ya antes había hundido a Japón, que había superado a EEUU en exportaciones manufactureras. ¿Y a que no sabéis cuál fue la gran amenaza de EEUU? Su presencia militar en el archipiélago. Pero Japón era y es un país vasallo, esa es la diferencia con China en estos momentos. Japón tuvo que tragar, los países asíaticos vieron lo que había ocurrido y también agacharon la cabeza, pero China no. China acepta la guerra y la lleva al mismo terreno de EEUU.

Estos días habréis visto la pompa que ha dado China a la celebración de los 40 años de la Zona Económica Especial de Shenzhen (y os hablaré de ello porque esta es la ciudad que será el «modelo socialista» de China a corto plazo, sin perder de vista que al día siguiente Xi Jinping visitó a la formación de élite del Ejército Popular de Liberación y le instó a «estar listo para la guerra»), la ciudad donde comenzó todo el cambio de lo que yo llamo «capitalismo sui géneris» chino y que ha puesto a China donde está ahora. Pues hay quien dice que EEUU está reviviendo la difícil situación que tuvo con Japón y que o hay un acuerdo con China o EEUU será «el perdedor de la globalización económica» (sic).

Pero tal y como están las cosas ahora ese hipotético acuerdo ni está ni se le espera y por eso los chinos han dado su último gran paso. Porque saben que EEUU no puede intimidar a China como hizo con Japón, que no puede establecer las reglas comerciales y prohibir las empresas tecnológicas que le superan, y, por el contrario, China sí puede mandar a EEUU al baúl de la historia y no será más que otro imperio que ha caído.

De ahí los desesperados intentos de EEUU de presionar a sus vasallos contra China como el que acaba de protagonizar el 12 de octubre intentando revitalizar el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad con Japón, Australia e India. Una semana antes había hecho un intento de ampliar este foro con Malasia, Vietnam, Mongolia y Corea del Sur y fracasó. China es mucha China (y tomad nota de las fechas de los movimientos de unos y otros).

Os he dicho que miréis la historia, donde el patrón se repite una y otra vez. Por no ir muy atrás, el imperio español se desmoronó a principios del siglo XIX aunque no fue hasta finales del mismo cuando se adaptó al hecho tras la pérdida de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y otras islas de la Micronesia. Lo mismo pasó con el británico, que no fue hasta la pérdida del canal de Suez en 1956, pese a que India -la joya de la corona y cuyo comercio hacia la metrópoli pasaba por Suez- se independizó diez años antes, cuando aceptó la decadencia de su imperio. Españoles y británicos se negaron desesperadamente a ver su declive y tardaron unos años en aceptar la nueva realidad geopolítica. Es la misma situación de EEUU. Asistimos, por lo tanto, a su fin y China ha enseñado cuál es el gran golpe.


Hablando de golpes, ayer se terminó de forma oficial el embargo de armas de la ONU contra Irán. EEUU ha recibido otro gran golpe y está en un espléndido aislamiento a pesar de toda su verborrea porque pronto veremos tanto a Rusia como a China vendiendo armas modernas a los iraníes. Sobre todo a Rusia porque Irán ha manifestado su disposición a comprar el S-400 de defensa aérea. Y precisamente ayer Irán dijo algo que EEUU debería tener en cuenta, ahora mucho más que antes: «nunca olvidaremos el asesinato de Soleimani». Ya Irán respondió con el derribo del avión (quince días después del asesinato de Soleimani) en el que iba uno de los psicópatas estadounidenses, Michael D’Andrea, jefe de la CIA en la zona. Oficialmente se dice que fueron los talibanes afganos, EEUU lo achacó a un fallo técnico. Lo cierto es que los talibanes nunca han derribado aviones de ese tipo y con tanta efectividad, que la huella iraní es evidente y que desde enero D’Andrea no ha aparecido y no se sabe nada de él. Lógico por las fotos de cómo quedó el avión.

Pero con ser esto importante, lo es tanto o más el hecho de que Irán ya puede exportar armas de forma legal. Los sauditas tendrán ahora un motivo abierto para preocuparse por la guerra que iniciaron en Yemen hace cinco años. Si sin esas armas o llegando de forma «ilegal» -según la ONU- les ha ido mal, ahora que llegarán de manera legal les va a ir mucho peor.


A la espera de los resultados definitivos de las elecciones de Bolivia, veo una euforia desmedida en América Latina. Aunque parece que la victoria del Movimiento Al Socialismo es clara, el hecho de que se apure el plazo para dar esos resultados (que no llegarán al menos hasta dentro de tres días o más) ya en sí es un indicativo que no alienta esa euforia. Sobre todo cuando Arce habla de «reconducir el proceso de cambio». Es, ya, una clara marcha atrás respecto a lo (poco) que había con Evo Morales.

(Publicado en el blog «El territorio del lince» el 19 de octubre de 2020)

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