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Guerra Cognitiva: prensa y redes sociales en el contexto de la guerra de Ucrania. Pablo García

Introducción

Sun Tzu escribió en su obra “El Arte de la Guerra”, que esta no era otra cosa que una lucha de voluntades hasta que una de las dos se terminaba imponiendo a la otra. Carl von Clausewitz en su obra “La Guerra”, escribió que esta no era más que la continuación de la política por otros medios. Por tanto, podemos concluir al leer a estos dos pensadores y estrategas, que el objetivo de ir a la guerra no es otro que imponer nuestra voluntad política, diplomática, económica, ideológica o una combinación de todas ellas; a través de un conjunto de medios que mezclan lo meramente militar con el resto de las dimensiones: la económica, la diplomática, la informativa, etc… Esto, más o menos, es lo que se conoce en la actualidad como Guerra Híbrida.

Pero ¿qué es la guerra cognitiva? Pues realmente es la actualización de la clásica “guerra psicológica” utilizando el desarrollo tecnológico actual para poder llegar a ser mucho más global y eficaz que esta.

Es global porque llega a miles de millones de personas de manera pasiva. Cualquier dispositivo conectado a la red ya sea un smartphone, un ordenador, una tablet, un smartTV u otros; se convierten en campo de batalla y arma a la vez de la guerra cognitiva. Por tanto, podemos hacernos una idea del alcance de esta nueva forma de lucha de voluntades que se dan tanto en el ciberespacio como en el mundo físico.

Y el desarrollo tecnológico la hace mucho más eficaz, porque permite el flujo de información en tiempo real desde cualquier parte del mundo y a la velocidad de la luz. Lo cual genera un tráfico de noticias y datos tan enorme y rápido, que a veces nuestro cerebro no es capaz de procesar. Esto nos deja en una posición de indefensión ante la desinformación mediante las llamadas “fake news” o bulos y técnicas más refinadas como los “Deepfake”, procedimiento de inteligencia artificial que es capaz de generar videos falsos tan reales que para una persona poco “entrenada” o “formada” en estos métodos, pueden pasar como verdaderos. Un ejemplo que puede ayudarnos a entender de que estamos hablando y fuera de la geopolítica, es el caso de “presencia digital” de la actriz Carrie Foster, la conocida princesa Leia de la saga Star Wars, en una de sus últimas películas a pesar de que la actriz había fallecido meses antes.

Teniendo en cuenta que las guerras no solo se ganan en las trincheras, sino que hay que ganarlas también en las mentes de la gente, tanto las de nuestro bando como las del bando enemigo, podemos hacernos una idea de la importancia de la guerra cognitiva en cualquier conflicto moderno.

Un ejemplo de esto último lo tenemos en la guerra de Vietnam. EEUU perdió la guerra por una combinación de factores, entre los cuales tenemos la voluntad de lucha del pueblo vietnamita del norte y amplios sectores del sur, una muy eficaz guerra de guerrillas que terminaba destrozando la moral de combate de las fuerzas estadounidenses sobre el terreno y sobre todo y, ante todo, la perdida de voluntad de luchar del pueblo estadounidense en una guerra que no sentía suya, desarrollada a miles de kilómetros y que generaba miles de muertos. En la mente del pueblo estadounidense se perdió, como ya he indicado, la voluntad de lucha y la victoria vietnamita fue una victoria también cognitiva en las mentes de amplios sectores de la prensa y de la juventud estadounidense, que sintieron que ni era su guerra ni era justa, lo que forzó la retirada en 1975 de las ultima tropas de los EEUU.

 Prensa y guerra Cognitiva.

De la experiencia vietnamita los EEUU sacaron lecciones que luego fueron aplicadas a otros conflictos posteriores. Por ejemplo, en la llamada “segunda guerra del Golfo” desarrollada a partir de 2003, la censura de imágenes de soldados muertos fue bastante importante. No querían repetir la experiencia de Vietnam en una guerra que empezaba a perder prestigio en el pueblo estadounidense a raíz de que las armas de destrucción masiva, la escusa esgrimida por la Casa Blanca y el Pentágono para invadir Irak, no aparecían por ningún lado.

En la actual fase de la guerra de Ucrania, la que se desarrolla a partir del 24 de febrero de este año con el ataque ruso, el papel de la prensa occidental o, mejor dicho, la prensa de los países de la OTAN y abiertamente alineada con esta, nos es otro que el ser parte activa del esfuerzo de guerra cognitiva de esta organización militar.

Si analizamos de manera rápida, para no alargar mucho este artículo que intenta ser una herramienta para aterrizar en estos nuevos conceptos de las guerras modernas, el papel de la prensa occidental en la guerra de Ucrania podemos sacar algunas conclusiones interesantes.

Por ejemplo el abandono de funciones. Se supone que los periodistas y más los llamados “corresponsales de guerra” o “enviados espaciales” su función es la de intentar recopilar el máximo de información sobre el terreno: entrevistar a la gente, contrastar fuentes y ver si lo que se dice es cierto o no es cierto. ¿Pero qué es lo que estamos observando? Estamos observando a periodistas que efectivamente están más o menos sobre el terreno, principalmente en Kiev, pero que todas sus conexiones e imágenes que transmiten son desde el hotel donde residen. Un caso significativo de esto que estoy contando, es el del enviado especial de La Sexta, Alberto Sicilia, que analizando su cuenta de Twitter en las primeras semanas de la guerra se le observa siempre hablando desde la misma ubicación, una plaza en el centro de la capital ucraniana. No se le conoce ningún viaje a la otra zona del conflicto, por ejemplo, el Donbass, para recabar relatos que nos traigan el otro punto de vista del conflicto, ni nada parecido.

Pero el caso de Alberto Sicilia no es único, más bien es la generalidad de los periodistas de medios de países OTAN sobre el terreno. A esto tenemos que añadirle que la única fuente que se utiliza para informar es el propio gobierno ucraniano. Prácticamente el 100% de las noticias que nos llegan de esa guerra empiezan con el enunciado: “Según fuentes ucranianas…”, lo cual ya es bastante significativo del trabajo o, mejor dicho, ausencia del mismo, de los periodistas y medios occidentales.

En otros conflictos pasados, periodistas occidentales han ido a entrevistar al “enemigo” sin ningún problema. Se entrevistó a Saddam e incluso se entrevistó a Bin Laden. Aquellos periodistas, que ojo, seguramente no estaban libres de formar parte del esfuerzo de propaganda de guerra de su país, tenían una ética profesional que hoy en día vemos totalmente ausente en la gran mayoría de profesionales de la información. Por supuesto, siempre hay y habrá excepciones, pero ahora más que periodistas lo que parece que hay es “juntaletras” y “repetidores pasivos” de los comunicados emitidos por las autoridades ucranianas.

¿Y por qué de esta actitud de la prensa? Pues porque forma parte del esfuerzo de guerra cognitiva que ha lanzado la OTAN. ¿Contra Rusia y su pueblo? No, contra nosotros y nosotras mismas. Saben perfectamente que el esfuerzo económico que supone la ayuda militar a Ucrania y el efecto rebote de las sanciones contra Rusia, va a traer consecuencias para los ciudadanos y ciudadanas de la Unión Europea. De hecho, ya estamos sufriendo una inflación, que, aunque es cierto que ya estaba antes del 24 de febrero como consecuencia de la pandemia, ahora se ha visto mucho más agudizada por la guerra. También tenemos consecuencias en el precio de los combustibles, el gas y otras materias primas que están afectando a nuestras propias economías. Alargar esta situación va a traer consecuencias como el hartazgo de la gente ante la guerra y ante los lideres europeos. Ya se empiezan a ver importantes manifestaciones y protestas en varias partes de Europa.

Por tanto, es importante para las elites de la UE mantener en sus poblaciones esa voluntad de lucha contra Rusia y de apoyo a las políticas de envió de armas y dinero a Kiev y de continuación de las sanciones contra Moscú. Y es justo en este marco, donde es tan importante el papel de la prensa como elemento central, junto con las redes sociales, dentro de esa guerra cognitiva para presentar a Rusia como el enemigo y a Ucrania como el amigo por el cual hay que hacer sacrificios. Y en esta guerra que tienen como objetivo nuestras mentes, no puede haber ni la más leve disidencia en el esfuerzo combinado de todos los medios a la hora de presentar el relato de la guerra en los parámetros que interesa a la OTAN, a la UE y al propio régimen de Kiev.

Como ejemplo de que no se puede permitir ni la más leve disidencia podemos enmarcar el artículo del periódico El Mundo del pasado 24 de octubre y firmado por Julio Valdeón. En ese artículo titulado “El coronel Baños y batallón pro Putin de los “Moscú Bizum””, el periodista de El Mundo hace un ejercicio de desinformación a través de bulos y medias verdades, para desprestigiar a personas que trabajan para traer otro relato al margen del oficial occidental. Y, además, es importante dentro de la guerra cognitiva no solo el que su relato se imponga en nuestras mentes, sino que el del “enemigo” ni siquiera llegue y si no se pude impedir que llegue, que por lo menos nuestro cerebro “ya entrenado” por las campañas de desprestigio y desinformación, lo rechace de manera inmediata.

Dentro de la táctica de impedir que el otro relato llegue, hay que enmarcar por un lado la censura a los medios rusos como RT o Sputnik. Los esfuerzos de guerra contra nuestras mentes, desplegados por la OTAN, no serían tan eficaces si pudiéramos acceder a otra información y a otro prisma con el cual analizar lo que está ocurriendo en Ucrania, no solo ahora, sino en los últimos ocho años. Y no contentos con la censura, que se materializa con la imposibilidad técnica de manera sencilla de acceder al contenido de los medios rusos, ahora van un paso más allá: desprestigiar el trabajado de gente con un currículo lo suficientemente solvente para que su opinión deba tenerse en cuenta. Hablo en este caso del coronel Pedro Baños, una persona referencial en el mundo de la geopolítica y que siempre ha tenido una visión al margen de la hegemónica en el Estado español. Una persona que ha aposado desde hace tiempo por una entente entre Europa y Rusia con evidentes beneficios para ambas partes y al margen de las imposiciones del mundo anglo del eje Washington-Londres. Que el artículo de Julio Valdeón se centrase en él no es casualidad, forma parte de una estrategia muy bien diseñada que seguramente va más allá de la redacción del periódico español y que podría tener ramificaciones en los servicios de inteligencia de la OTAN. Lógicamente no tengo pruebas para afirmar contundentemente esta acusación, pero seguramente cuando acabe el conflicto se despejen muchas dudas.

Pero no solo Pedro Baños ha sido objetivo de esos ataques para encerrar a nuestros cerebros en un campo de concentración mediático, sino que la propia periodista rusa Inna Afinogenova, que ha mostrado públicamente su rechazo a la guerra, ha sido objetivo de este ataque. Porque como ya he indicado antes, no puede haber ni la más mínima disidencia ni el más leve desplazamiento lateral del objetivo marcado por la OTAN, la UE y el régimen de Kiev. Y aunque Inna no apoya la guerra, su posición no se alinea con la atlantista y por tanto su voz, como la de cualquier otro que no compre el relato único, debe ser acallada o por lo menos desprestigiada. Y ya no hablemos de la periodista Helena Villar, que representa una de las voces más prestigiosas de RT y que realiza su trabajo como corresponsal en EEUU.

 Redes y guerra cognitiva.

La prensa tradicional basada en periódicos, radio y televisión todavía es importante, pero no podemos obviar el importante ascenso de las redes sociales y los canales de las plataformas de mensajería instantánea, como elementos centrales a la hora de difundir información. Al contrario de los medios tradicionales que son más lentos, porque están sujetos a los horarios de emisión y programas más o menos rígidos, las redes sociales tienen un componente dinámico, de frescura y agilidad que las hacen muy atractivas para la gente más joven y para aquellas personas con inquietudes, que necesitan estar informadas en todo momento de lo que pasa en el mundo, o que simplemente busquen información “alternativa” a la “oficial”.

Sabemos, porque hay estudios que así lo confirman, que la mayor parte de las generaciones más jóvenes no suelen informarse por los medios tradicionales y prefieren hacerlo por medio de las redes sociales, grupos de WhatsApp o canales de Telegram. Ojo, esto no significa que no se estén informando por los medios hegemónicos o que no estén recibiendo el relato “oficial”, a veces caemos en este error. Lo que dicen los estudios es que no ven la televisión, no escuchan la radio, rara vez leen la prensa escrita en papel y muy poco los periódicos digitales. Pero muchos si siguen los podcasts de las principales radios, siguen los perfiles de Twitter de los grandes medios y periodistas estrella y entran en sus canales de Telegram. Por tanto, la información llamada “oficial” o el relato OTAN/UE/Kiev, sigue fluyendo por las redes sociales de manera más o menos hegemónica.

Para reforzar esta posición de fuerza del relato occidental y por tanto ayudar al esfuerzo de guerra cognitiva que vengo explicando a lo largo de este artículo, las grandes plataformas de redes sociales que pertenecen principalmente a empresas estadounidenses, lo que hacen es o censurar a los medios rusos como RT o Sputnik, o señalar a los y las profesionales que trabajan allí con una etiqueta para que la gente se vea influenciada a pensar que ese profesional es un “agente de influencia ruso o rusa”, o “parte del esfuerzo de propaganda” de Moscú, Beijing, La Habana, etc. Curiosamente esta etiqueta jamás se muestra en el perfil de un periodista occidental o de una persona que se presenta como “NAFO”, ese grupo del cual hable en otro artículo y que se presenta como parte del esfuerzo de propaganda de Kiev. Y lo que es más vergonzoso, algunos de ellos luego se presentan como analistas independientes en medios como La Sexta.

Los “bots” también son una parte significativa de esta lucha cognitiva, ya que automatizan el envió de mensajes y las interactuaciones y por tanto ayudan a la batalla por el relato en redes sociales, principalmente Twitter. La escuela de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Adelaide en Australia, ha realizado un estudio sobre el uso de “bots” en Twitter en el contexto de la guerra de Ucrania durante las dos primeras semanas después del ataque ruso del 24 de febrero. En el estudio se puede leer:

Ambas partes del conflicto ucraniano utilizan el entorno de información en línea para influir en la dinámica geopolítica y también influir en la opinión pública. Las redes sociales rusas impulsan las narrativas en torno a su motivación, y las redes sociales ucranianas tienen como objetivo fomentar y mantener el apoyo externo de los países occidentales, así como promover sus esfuerzos militares mientras socavan la percepción de las fuerzas armadas rusas”.

Por el párrafo anterior podemos sacar como conclusión que Kiev ha entendido muy bien el papel de las redes sociales en la guerra cognitiva y su importancia para su propio esfuerzo de guerra, ya que ese esfuerzo de guerra sería inexistente sin el apoyo exterior de los países de la OTAN. Por tanto, sus mensajes en redes sociales y en las de sus aliados en Twitter bajo la etiqueta “NAFO” y junto la de los medios de comunicación y periodistas, es generar en nuestras mentes un relato único y constante para presentar a Ucrania como un pequeño país agredido por el gigante ruso. Obviando todo el contexto anterior al 24 de febrero y que tiene su origen en el golpe de Estado del Maidan de 2014.

Para ir concluyendo, mucho se ha oído hablar de los “hackers rusos” y de las “campañas de guerra cognitiva rusas” por medio mundo. Cada vez que un candidato que no es del gusto de los grandes medios gana unas elecciones, es gracias a los mencionados “hackers rusos” y a los “agentes de influencia rusa”. Da igual que luego aparezca Meta y Cambridge Analytica para explicar el resultado de Trump o el Brexit, más allá de otros factores como el hartazgo del pueblo estadounidense o británico por unas políticas económicas que han empobrecidos a amplios sectores. La variable rusa siempre está presente en las campañas de desinformación de los medios occidentales, no solo en los casos anteriores de EEUU o Gran Bretaña, sino incluso en cuestiones tan “domesticas” como el proceso soberanista catalán. Todo esto también forma parte del esfuerzo cognitivo del atlantismo, que quiere generar en nuestras mentes una sensación negativa cada vez que oímos o leemos la palabra ruso o rusa, y que automáticamente la identifiquemos siempre con un “hacker” que quiere jodernos la vida, ya sea poniendo a un populista de extrema derecha a gobernar los EEUU o intentando destruir la UE, que se presenta como la quinta esencia del ”buen vivir” y “adalid” de los derechos humanos universales.

¿Pero qué ocurre cuando uno se pone a investigar estas cuestiones? Pues que donde debería de haber miles de “hackers rusos “ o “bots rusos”, aparecen miles de “bots”, pero no rusos, sino ucranianos y seguramente controlados y financiados por países de la OTAN. En este grafico del estudio mencionado sobre el uso de “bots” en Twitter en la guerra de Ucrania de la universidad de Adelaide, podemos observar que la gran mayoría de esos “bots” formaban parte del esfuerzo de apoyo a Ucrania; de hecho, es tan enorme la diferencia, que tira por tierra toda la desinformación sobre la presencia de la propaganda rusa en redes sociales.

Como conclusión, nos podemos quedar en que todos nosotros somos un objetivo de guerra, no porque formemos parte del esfuerzo bélico sirviendo en el ejército o del esfuerzo económico por nuestro trabajo. Lo somos porque formamos parte de la sociedad y si el “enemigo” controla nuestros cerebros y nuestra manera de percibir la realidad, puede forzar a que nuestra voluntad de lucha cese. Pero en el contexto de la guerra de Ucrania, somos objetivos para “nuestros amigos” porque no pueden permitir que nuestra percepción de la realidad este fuera de los parámetros que ellos nos quieren imponer a través de su relato. Si empezamos a llenar las calles de protestas sociales puede que todo su esfuerzo de guerra se venga abajo. Tenemos que ser muy conscientes de ello y tenemos que serlo porque las técnicas modernas de guerra cognitiva son tan avanzadas que solo con una mentalidad crítica y escéptica, con un esfuerzo de búsqueda de información seria y rigurosa, podemos hacer frente a estos esfuerzos de “persuasión masiva”, que son lanzados contra nosotros por un hegemón que no quiere dejar de serlo.

 

NOTA: No puedo terminar este artículo, que tanto tiene que ver con el papel de la prensa en esta guerra, sin hacer una mención a mi compañero en el Grupo de Investigación y Análisis “GeopolitikaZ”, periodista y corresponsal de guerra Pablo González. Hemos cumplido ocho meses de su injustificada detención por Polonia, bajo una ridícula acusación de ser un “espía ruso”. También quiero denunciar desde aquí la vergonzosa actitud de una gran parte de sus colegas periodistas, sobre todo en una profesión tan corporativista, que han guardado silencio sobre su situación. Al igual que las autoridades españolas.

(Publicado en La Comuna, el 29 de octubre de 2022)

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