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La jugada de Ucrania: la OTAN, a la constitución

Macedonia del Norte, antes conocida como Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, Former Yugoslavian Republic of Macedonia, por sus siglas en inglés) acaba de hacer su ingreso como el miembro número 30 de la OTAN. Lo hace a pesar de una fuerte oposición popular, que se ha visto además forzada por sus líderes políticos a aceptar un cambio de nombre para su estado como condición previa impuesta por Grecia para que su solicitud de ingreso fuese aprobada.

Se cumple así un paso más en la estrategia de expansión al Este de la OTAN y su cerco a Rusia, violando los acuerdos que Reagan estableciera con Gorbachov como condición para el desmantelamiento del Pacto de Varsovia.

Y el siguiente en la cola es Ucrania, que ha introducido una reforma en su constitución para explicitar su intención irrevocable de entrada en la OTAN y en la UE. Los oligarcas mafiosos y ultraderechistas que fueran aupados por occidente en su golpe de estado del Euromaidán contra Yanukovich se blindan de esta manera contra cualquier veleidad de soberanía y neutralidad. El promotor de esta reforma ha sido precisamente Andriy Parubiy, actual presidente de la Rada (Parlamento) ucraniana, que fuera líder del Partido Social Nacional y declarado defensor del genocida colaboracionista con los nazis Stepan Bandera. Parubiy se distinguió como el principal agente en los disturbios que sus huestes neonazis desencadenaran durante las protestas del Euromaidán, del golpe de estado subsiguiente y de la masacre de la casa de los sindicatos de Odessa. Premiado posteriormente con el cargo de Secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, dirigió desde allí la actuación de los tristemente famosos batallones punitivos paramilitares (el Batallón Azov, el más conocido), encargados de la más brutal guerra sucia contra la población rusófila con métodos de terror nazi, en especial contra las repúblicas de Donetsk y Lugansk, que se negaran a reconocer al gobierno golpista.

La modificación de la constitución ucraniana permitirá la persecución penal de todo cuestionamiento político en contra de la pertenencia de Ucrania a la UE y a la OTAN. Se suma así a la ya larga lista de países otrora de la URSS o del Pacto de Varsovia en los que sus líderes, cooptados por occidente, intensifican sus campañas de persecución contra los partidos comunistas o los movimientos antifascistas, tal como está sucediendo en las Repúblicas Bálticas, en Polonia o en Hungría.

Pero el desafío más importante reside en que los países de la OTAN se verán obligados, en virtud del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, a responder solidariamente a un ataque contra Ucrania. De manera que la jugada es esta: ante la incapacidad mostrada por las propias fuerzas ucranianas (pese a las reiteradas violaciones de los acuerdos de Minsk) para acabar con la resistencia de las repúblicas del Donbas, las provocaciones irán en aumento para forzar la intervención de Rusia; una vez que se haya sustanciado el ingreso en la OTAN, Ucrania tendría la excusa perfecta para exigir la respuesta solidaria de toda la alianza.

Mientras tanto, aún cuando no formalmente obligados por su pertenencia a la OTAN, algunos de sus aliados colaboran con entusiasmo a armar y entrenar a las fuerzas armadas y de seguridad ucranianas, de manera que estén perfectamente capacitadas para operaciones combinadas cuando llegue el momento. Unidades tales como el antiguo Batallón Azov, hoy integrados en las fuerzas de seguridad ucranianas y que exhiben sin recato símbolos nazis en sus uniformes, están siendo transformadas en fuerzas especiales dotadas de medios acorazados y adiestradas por la 173ª División Aerotransportada del ejército de los EEUU.

De manera que estamos ante una jugada que pone en riesgo severo la seguridad de toda Europa, cuyos dirigentes políticos y medios de comunicación juegan irresponsablemente a elevar el tono del enfrentamiento con Rusia, confiando en unos líderes fascistas que hacen gala de su violencia y desprecio por los débiles o diferentes y que son a su vez espoleados por los EEUU en una guerra que, una vez más, no se juega en su territorio.

La actitud responsable del gobierno del Reino de España sería la de no admitir la candidatura de Ucrania a la OTAN, en tanto no resuelva el conflicto del Donbas en el contexto de los acuerdos de Minsk o de otros arreglos diplomáticos que se pudieran alcanzar.

Esta negativa a la candidatura de Ucrania (que precisa de unanimidad de los aliados), así como la renuncia al reconocimiento de Guaidó como presidente «encargado» de Venezuela y su apoyo al proceso de negociación abierto en Uruguay para solucionar la crisis en Venezuela, serían indicadores fiables de un cambio de actitud del Estado Español hacia la resolución de los conflictos por vías pacíficas, de acuerdo con los principios del derecho internacional.

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